la seua pròpia heràldica, amb la unió de les divises dels tres braços, no sempre en el mateix ordre, mentre que la Generalitat trigaria molt més a disposar d’un emblema propi, que només incorporaria l’escut de les quatre barres coronat per la cimera amb el drac de Pere el Cerimoniós en la seua etapa moderna, quan es va crear el Consell del País Valencià el 1979. I en realitat, és sobre els antecedents visibles d’aquesta divisa moderna sobre el que versa el capítol realitzat per Arturo Zaragozá, qui va organitzar una interessant exposició sobre la gènesi d’aquesta ensenya des de l’Edat Mitjana al mateix Palau de la Generalitat el 2018. Zaragozá recull nou exemples monumentals de l’escut tallats en peces escultòriques que lluïen en edificis com les distintes portes de la muralla de València, la Llotja de Mercaders o la Casa del Consell d’Ontinyent, sempre fent referència a la pertinença al reialenc d’aquestes urbs. S’explica a més en aquest text des de quan la famosa cimera del drac va ser erròniament atribuïda a Jaume I, anacronisme que va començar realment aviat, en el mateix segle XV, i sobretot en el XVI, amb l’edició impresa de l’Aureum Opus el 1514. Aquesta obra, que recollia els privilegis de la ciutat de València, incloïa un gravat amb la figura del rei fundador a cavall, coronada pel drac alat, el que va contribuir sens dubte a que, en segles posteriors, i sobretot durant la Renaixença, aquesta imatge s’acabés considerant el «retrat» arquetípic del Conqueridor, popularitzat per l’estàtua de bronze d’Agapit Vallmitjana que es troba al bell mig del Parterre. En el fons, de no haver sigut per aquesta confusió mantinguda durant segles, el cèlebre casc del drac no hauria esdevingut mai part de l’emblema de la Generalitat, avui prou esquematitzat en els logotips institucionals de la mateixa, perquè és clar que el Cerimoniós mai no va tenir al nostre país la bona premsa del seu rebesavi, el qual, al cap i a la fi, va ser el creador del regne.
El volum que té entre mans el lector suposa, doncs, des de molts punts de vista, un avanç fonamental en el coneixement històric del Palau de la Generalitat Valenciana. Gràcies a l’esforç col·lectiu d’aquest ampli grup d’historiadors sabem ara molt més sobre aquest edifici, des del seu cost econòmic a les tècniques emprades per a la seua construcció, passant pels models estètics seguits, els artífexs que van contribuir a alçar-lo i a realçar la seua bellesa, el sentit de les imatges que hi habiten i el context històric i artístic, a escala de la Corona d’Aragó i de la Mediterrània occidental en general, en què aquesta obra s’insereix. Si a això se li afegeix l’anàlisi de la imatge externa de la institució, a través de la festa, de l’arquitectura efímera o de la difusió de les seues divises per la ciutat i el regne, no hi ha cap mena de dubte que el congrés La Veu del Regne deu ser considerat com una nova i important fita en l’estudi i la comprensió de l’herència tangible que la Generalitat, al llarg dels seus sis segles d’existència, ha deixat als valencians.
Juan Vicente García Marsilla
Universitat de València
La imagen monumental de la Generalitat en el siglo de la Germanía1
LUIS ARCINIEGA GARCÍA
Cátedra Demetrio Ribes, Universitat de València
La Diputació del General o Generalitat del Reino de Valencia surgió durante la guerra con Castilla (1356-1369) con un objetivo recaudatorio. Sería en el siguiente siglo, en concreto en 1418, cuando se configuró como una institución permanente con funciones fiscales y financieras al servicio de las directrices emanadas de las cortes convocadas por el monarca.2 La Diputación, celosa defensora del derecho foral, establecía las medidas de tributación de carácter general, colectaba el dinero y lo gestionaba prestando especial atención en la defensa del reino. Con el tiempo, desarrolló un carácter de representación política, coexistente con las juntas de los estamentos.3 En ambos casos coincidía la base social de raíz medieval de sus miembros, que era la de los brazos convocados a las cortes: el militar, principalmente caballeros y nobles, el eclesiástico, que incluía al clero regular, secular y militar, y el real, que representaba a las ciudades y villas de realengo de todo el reino, con especial protagonismo de su capital. Como ha expuesto Ricardo García Cárcel, la base sociológica del régimen foral valenciano se evidencia en los convocados a las cortes de 1519: 83,8 % representantes de la nobleza, 6,7 % del clero y 9,5 % de síndicos representantes del brazo real.4 Cada estamento tenía sus representantes en la Diputación, como lo tenían en la gestión municipal y en la Junta de Murs i Valls, encargada de las infraestructuras defensivas, de saneamiento y de comunicación de la capital. Sectores productivos sobre los que recaía gran parte de la carga impositiva también intentaron su implicación, a lo que se opuso la estructura estamental.
La sede de la Generalitat deambuló por casas de alquiler hasta que en 1422 los diputados adquirieron las que ocupaban en ese momento. En 1481 y 1482 compraron otros inmuebles que, junto a los anteriores, fueron intervenidos con criterios de unidad por los maestros Francesc Martínez Viulaigua, albañil, y los canteros Juan Guiverro y Pere Compte. El actual edificio alcanzó especial atención a finales del siglo XV y comienzos del xvi. En 1494 se documenta la realización del gran arco del patio y el portal. Hacia 1508, Joan de Alacant asesoraba en las obras y se decidió que Joan Corbera, maestro de la obra de piedra de la Diputación, residiese en la casa para coordinar las labores de cantería, que en 1510 se centraban en la escalera del patio. Este mismo año, en las cortes de Monzón se aprobó que los diputados pudieran emprender las obras de su sede, especialmente intensas durante la segunda década del siglo. La dirección de los trabajos de cantería recayó en Joan Corbera, los de carpintería en Joan Bas y los de albañilería en Joan Mançano. Estas labores llegaron en 1514 a la capilla, donde el maestro Luis Muñoz, que tuvo competencias en tareas escultóricas en madera, yeso y piedra, se encargó de las obras al romano.
En 1513 y 1518 los diputados compraron nuevas casas, lo que les permitió unificar fachadas y avanzar en dirección este hacia la Casa de la Ciutat, sede del gobierno municipal, de la que les separaría una calle.5 De modo elocuente, la ubicación de la institución estaba en medio de los estamentos que la conformaban; esto es, cercana a la catedral donde se congregaba el eclesiástico, contigua a la Casa de la Ciutat, adonde acudía el real,6 y en el inicio de la calle Caballeros, llamada así por la profusión de casas señoriales, cuyos moradores eran susceptibles de integrar el militar. El lugar de reunión de este estamento fue la capilla de San Jaime, y ya avanzado el siglo XVI la catedral y la propia Diputación.7
El edificio de la Generalitat durante la Germanía
El sesgo de representatividad política y monumental de la Diputació del General se definió en torno a la Germanía (1519-1522). En su víspera, los diputados decidieron que en su sede en construcción se erigiese una torre hacia la cercana Casa de la Ciutat y que albergara una gran sala de reuniones. La institución estamental del reino y lugar de reuniones de la junta del estamento militar de la ciudad perseguía elementos de distinción en el interior y en el exterior. No obstante, las obras se interrumpieron por el citado movimiento social y político que desencadenó una guerra civil.8
En la sociedad gravitaba un ambiente de descontento y desasosiego: por un lado, epidemias y carestías que diezmaron la población y dejaron un vacío de poder, pues muchas autoridades se desplazaron a lugares más seguros; por otro, el reino sentía como una afrenta que el rey aplazase la jura de los fueros por la proclamación imperial; y, por si fuera poco, existía una constante amenaza militar y una latente tensión confesional. A finales de 1519 el movimiento agermanado consiguió de los oficiales reales que se hiciera efectiva la concesión de adehenament otorgada por Fernando el Católico en 1515 por la que los gremios podían armarse para repeler un posible ataque de fuerzas foráneas.. La oposición señorial a esta decisión les enfrentó con sectores de la burguesía urbana y gran parte del artesanado, y con la extensión del movimiento con los del campesinado. La cohesión armada de los agermanados alentó medidas para defender sus aspiraciones: una mayor representación popular en la gestión municipal, la reforma de la administración