target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_6b03ed3d-bfda-505f-b98e-5bb97054f8a2">70 Juan José Oña Fernández: «Tensión en capitanía: los sucesos de Valencia de 1929», Revista de Historia Militar, 103, 2008, pp. 167-205.
71 A. Carreras et al.: Historia económica..., pp. 251-259.
72 Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo: «Proclamación de la República, Constitución y reformas», en Santos Juliá (coord.): República y guerra en España (1931-1939), Madrid, Espasa-Calpe, 2006, pp. 1-8; Julián Casanova: «República y guerra civil», en Josep Fontana y Ramón Villares (dirs.): Historia de España, Barcelona, Crítica / Marcial Pons, 2007, vol. 8, pp. 3-15.
73 P. Preston: Palomas..., pp. 25-26.
74 S. Moro: Ellos..., p. 205.
75 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., pp. 11-22; M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., pp. 55-105.
76 C. Isasi Vicondoa: «Recuerdos y emociones...», p. 13.
77 P. Preston: Palomas..., p. 28.
78 M. Sanz-Bachiller: «Breves reflexiones...».
79 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., p. 112.
80 Jesús María Palomares Ibáñez: La Segunda República en Valladolid: agrupaciones y partidos políticos, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1996, pp. 67-70.
81 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., pp. 109-110.
II. MERCEDES SANZ-BACHILLER Y ONÉSIMO REDONDO (1931-1936)
En Valladolid, Mercedes y Onésimo empezaron a organizar la boda. Onésimo ya había encontrado el que sería su piso, contiguo al que compartía con su hermano Andrés en el edificio Mantilla.1 Con todo preparado, se casaron el 11 de febrero de 1931 ante el juez municipal, y al día siguiente se celebró la ceremonia religiosa en la capilla del Palacio Arzobispal de Valladolid.2 Los testigos fueron, por parte de Mercedes, Jesús de la Fuente y Millán Alonso Lasheras y, por parte de Onésimo, Agustín Íscar y Luis Martín Alonso.3 Mercedes llegaba a la boda con diecinueve años y medio; a Onésimo le quedaban cinco días para cumplir los veintiséis. Ofició la boda el arzobispo monseñor Remigio Gandásegui, a quien Mercedes conocía porque ya había recibido de él la Primera Comunión y la Confirmación durante su etapa estudiantil en las dominicas francesas. La novia llevaba un vestido «color rosa claro, precioso, de muaré [sic por moirée]».4 Después de pasar los primeros días de luna de miel en Madrid, iniciaron su viaje de bodas por Andalucía. Visitaron Córdoba, Málaga y Sevilla, y fue allí, estando en Sevilla, cuando Onésimo recibió un telegrama para que volviera a Valladolid, ya que tenía que representar a su padre en un pleito en la Audiencia. A su regreso del viaje, Mercedes ya estaba embarazada de su primer hijo.
Mientras tanto, la monarquía agonizaba. Alfonso XIII había ofrecido a José Sánchez Guerra la formación de gobierno, a lo que se negó. Eran ya mediados de febrero y a toda la oposición política se añadió la Agrupación al Servicio de la República. Como última alternativa, el rey ofreció al almirante Juan Bautista Aznar la presidencia del que sería el último Gobierno de la monarquía. A las pocas semanas, en marzo, se celebró el juicio a los responsables de la sublevación de diciembre, y para el 12 de abril quedaron convocadas las elecciones municipales. Políticamente, el año 1931 iba a ser un año decisivo para el país, sin duda, pero también para la vida de Mercedes y Onésimo. Veamos.
Aunque la vida profesional de Onésimo transcurría entre el sindicato y el ejercicio de la abogacía,5 las circunstancias políticas por las que atravesaba España a principios de 1931 le empujaban a implicarse cada vez más en los asuntos políticos. La ocasión se presentó con el inicio de la campaña electoral para las elecciones municipales del 12 de abril colaborando con los monárquicos de Valladolid y participando en los actos públicos de propaganda a favor de Acción Nacional, como el que se realizó en la Casa Social Católica.6 Llegó el día 12 de abril y, una vez realizado el escrutinio, se desencadenaron los hechos que llevaron, dos días después, a la proclamación de la República.7 Así pues, el 14 de abril, a primera hora, la República fue proclamada en Éibar y, por la tarde, Niceto Alcalá Zamora, presidente del Gobierno provisional, hacía lo propio desde el balcón del Ministerio de Gobernación, en la madrileña Puerta del Sol. El rey Alfonso XIII abandonó la capital ese mismo día. En Valladolid,8
a las ocho de la noche una imponente manifestación, encabezada por la bandera tricolor, se dirige hacia el Ayuntamiento, consiguiendo algunos invadir la sala principal. Desde el balcón, el antiguo republicano Eustaquio Sanz Pasalodos proclama la República y declara la República en Valladolid.
Esa misma noche quedó constituido el nuevo Ayuntamiento, resultando elegido alcalde de la ciudad el socialista Federico Landrove.
Al día siguiente de la proclamación de la República, el 15 de abril, Onésimo y otros muchos monárquicos se concentraron en la estación de ferrocarril de la capital vallisoletana para despedir a la reina Victoria Eugenia y sus tres hijos, que pasaban por allí de camino hacia Irún. Cuando el tren partió, muchos de los allí congregados se marcharon a la Casa Social Católica, donde Onésimo Redondo les arengó para defender los valores tradicionales que para él representaban el campo y la monarquía. Allí fue donde anunció la creación de un semanario que, cuando salió a la calle a mediados de junio, llevó por título Libertad.9 Para Mercedes empezaba a hacerse meridianamente claro que su matrimonio con Onésimo no iba a ser una unión convencional y que, si quería a aquel hombre, debía acostumbrarse a esta cotidianidad acelerada que la política empezaba a imprimir en su vida.
El Gobierno provisional de la República,10 presidido por Niceto Alcalá Zamora, empezó a tomar las primeras medidas, como la aprobación de la Ley de Reforma Militar, impulsada por el ministro de Guerra, Manuel Azaña, y la Ley de Términos Municipales y el Decreto de Laboreo Forzoso, ambos del ministro de Trabajo, Francisco Largo Caballero. La Iglesia católica se mostró cauta al principio, aunque muy pronto el cardenal Pedro Segura tensó las relaciones con el Gobierno provisional y con el propio Vaticano. Un mes después de la proclamación republicana, la explosión anticlerical, con el incendio de edificios religiosos, empezó a fracturar las relaciones entre los católicos y la República. Así