a las posiciones autoritarias. Sus juventudes empezaron a afiliarse a FE-JONS, aunque los japistas no fueron los únicos, ni tan siquiera la mayoría de nuevos afiliados a Falange. De hecho, la mayoría de nuevos afiliados no tenían militancia política anterior.46 También el perfil socioeconómico mayoritario de los falangistas se transformó, como sucedió en la Falange andaluza a partir de febrero de 1936, es decir, que lo que había sido una «tertulia de señoritos» se convirtió en «una organización de masas donde predominaba la clase trabajadora», un fenómeno creciente con el estallido de la Guerra Civil, que se dio en el conjunto de la España sublevada.47
Desde febrero de 1936, la polarización política y la violencia se fueron adueñando de las calles de España. En las de Valladolid, FE-JONS, Renovación Española, la Asociación Escolar Tradicionalista y las JAP, por un lado, y el PSOE, las Juventudes Socialistas, la CNT, el PCE y las Juventudes Comunistas, por otro, protagonizaban enfrentamientos constantes.48 Este era el ambiente en las calles vallisoletanas cuando José María de Areilza visitó, poco tiempo después de las elecciones de febrero de 1936, a Onésimo y a Mercedes:
Me pidió que fuera a verle en Valladolid para cambiar impresiones sobre la tremenda tensión política que se adivinaba después de las elecciones últimas. Fuimos juntos a Quintanilla de Abajo, donde había nacido, y me mostró el sugerente paisaje vallisoletano que lo circundaba. Saludé también a su mujer, bellísima y acogedora. Me habló largamente del futuro inmediato. Tenía la preocupación de que el golpe militar que los filtrajes indiscretos de las conspiraciones presagiaban como inminente tuviera un carácter ultraconservador, olvidando el componente social agrario, mayoritario en aquella España que vivía en ínfimos niveles de renta por habitante. «Me detendrán en seguida, con cualquier pretexto».49
En efecto, el momento de la detención lo propició, el 12 de marzo, el intento de asesinato del diputado socialista Jiménez de Asúa y la muerte de su escolta. Dos días después fueron detenidos José Antonio y otros dirigentes falangistas, que fueron procesados e ingresaron en prisión. Onésimo también fue detenido el día 14, pero fue puesto en libertad a las pocas horas. También se procedió al cierre de todas las sedes de FE-JONS, convirtiéndose a partir de entonces en un partido clandestino.50 A los tres días, mientras estaba en el Café Cantábrico, Onésimo fue arrestado de nuevo por el ataque con bombas a la comisaría central de Valladolid, e inmediatamente ingresó en la prisión provincial vallisoletana.51
A los pocos días de su ingreso en prisión, Mercedes supo que estaba embarazada.52 Durante todo el tiempo en el que Onésimo estuvo preso en Valladolid, Mercedes le visitaba a diario. Quería que Onésimo viera a los niños, pero, además, organizaba la correspondencia de su marido con su hermano Andrés y con otros falangistas, y atendía sus consejos para que, en su ausencia, se apoyara en Andrés Redondo, su cuñado.53 El hecho de que Onésimo fuera el jefe de los falangistas vallisoletanos ocasionaba que Mercedes recibiera insultos y abucheos en sus visitas a la prisión, aunque, fiel a su fortaleza natural, seguía adelante. La tristeza, sin embargo, la llevaba a pedir a Onésimo que abandonara la política, un desánimo que se acentuaba a medida que algunos presos eran puestos en libertad, mientras que Onésimo seguía en la cárcel. A medida que iban pasando las semanas, y la situación política se agravaba, Onésimo pidió a Mercedes que cogiera a los niños y se trasladaran, en un primer momento, a casa de Andrés, y más tarde, a Quintanilla de Abajo, a casa de sus padres. Eran ya mediados de mayo de 1936.
La prisión provincial de Valladolid, donde ya había presos comunes, empezó a llenarse de falangistas, entre los que ya estaba Onésimo Redondo, y de frente populistas. Estando todos en la misma prisión, era natural que entre ellos se produjeran constantes refriegas e incluso hechos de especial gravedad. Todo ello motivó que, liderados por Onésimo, los presos falangistas iniciaran una huelga de hambre a mediados de junio y que se produjese la destitución del gobernador civil de Valladolid, el valenciano Mariano Campos Torregrosa, y el posterior nombramiento de Luis Lavín Gautier. A partir de ahí, los hechos se sucedieron con rapidez, ordenándose el traslado de Onésimo Redondo y de otros presos falangistas a la prisión de Ávila el 25 de junio.54
Las semanas previas a la sublevación militar, en la ciudad de Valladolid se respiraba una calma tensa, y la violencia en las calles entre falangistas e izquierdistas era moneda corriente. Onésimo continuaba en la cárcel de Ávila y Mercedes, estando embarazada de cuatro meses y con tres hijos pequeños, iba y venía a la prisión siempre que podía. En cada visita aprovechaba para poner en contacto a Onésimo con el resto de líderes falangistas, como José Antonio, con el cual mantenía correspondencia,55 o con el joven jonsista y antiguo colaborador de Onésimo, Javier Martínez de Bedoya.56 En una ocasión, «fue con cuatro falangistas y rompieron la luna de la casa de un izquierdista local [...] por ser la esposa de Onésimo Redondo creía que su propia casa estaba en peligro de ataque».57
Desde la cárcel, José Antonio buscaba el concurso del Ejército para acabar con la República por la fuerza de las armas. A principios de mayo, estando Falange en la clandestinidad y él mismo en la cárcel, escribió un manifiesto58 dirigido a la oficialidad en el que pedía al Ejército unir sus fuerzas a las de los falangistas para conseguir tal objetivo. Sin embargo, los preparativos de la sublevación militar se habían iniciado ya desde principios de marzo por parte de los generales Mola, Orgaz, Ponte, Varela y Franco.59 A finales de junio, José Antonio ordenó a los falangistas que se pusieran a las órdenes de los militares,60 y Onésimo, desde la prisión de Ávila, se aseguró de que las consignas que llegaban desde la prisión de Alicante fueran comunicadas y llevadas al efecto por los falangistas vallisoletanos. Mercedes Sanz-Bachiller fue clave en esta tarea, tal y como quedó reflejado en la primera biografía de Onésimo Redondo:
Fué [sic] en estos momentos en los que alejaban al jefe castellano de Valladolid cuando se notó más la influencia de Merceditas, la mujer de Onésimo Redondo, en la organización. Ella alentaba, transmitía órdenes y ayudaba resueltamente a la preparación del movimiento. Semanalmente visitaba, acompañada de algún jefe, a Onésimo en su prisión de Avila [sic].61
En una de las ocasiones en las que visitó a Onésimo, el 13 de julio, día del asesinato de José Calvo Sotelo, tuvo que huir de Ávila ante la amenaza de una detención.62 A pesar de la cercanía del golpe y del peligro que suponía para su propia vida, Mercedes seguía implicándose en la preparación de la sublevación.
1 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., p. 114.
2 Certificado del acta de matrimonio entre Mercedes Sanz-Bachiller y Onésimo Redondo Ortega (9 de octubre de 1939), APMSB.