del golpe y manifestaba su apoyo incondicional al Ejército. Javier Martínez de Bedoya, desde Guernica, escuchó este discurso a través de Radio Burgos. Sin saberlo, acababa de oír la voz de Onésimo por última vez.4
El día 20 de julio, Onésimo organizó la salida de las milicias falangistas y otros simpatizantes hacia Madrid y hacia los pueblos que todavía resistían a la sublevación5 desde la Academia de Caballería. Su domicilio conyugal era un ir y venir de falangistas continuo. Mercedes mantenía las puertas de su casa abiertas y apoyaba en todo momento a Onésimo6 porque querían
sacar a España del marxismo y hundimiento en que la política ya claramente marxista-comunista se perfilaba. Temíamos el hundimiento de españa [sic] creyendo que íbamos hacia una nueva Albania. Ello nos daba un temple y un coraje que todo cuanto nos ocurría quedaba paliado por la seguridad que teníamos en el triunfo final de nuestros ideales. Cuando se lucha con fe, con conciencia, anhelando un fin, al combatir el mal, todo adquiere unas proporciones en las que no existe ni la fatiga ni el abatimiento ante la superioridad de la victoria.7
Entre el 21 y el 22 de julio, Onésimo siguió trabajando. De hecho, el 22 empezaron a salir las primeras milicias de falangistas vallisoletanos que se habían puesto a las órdenes de los militares hacia el Alto del León. Onésimo les visitó el jueves 23 para infundirles ánimo, y regresó por la tarde a Valladolid.
Al día siguiente, 24 de julio, se dirigió de nuevo al Alto del León acompañado por otros falangistas, entre los que se encontraba su hermano Andrés, pero encontró la muerte en Labajos al ser tiroteado el grupo por unos milicianos que mandaba el teniente coronel Julio Mangada.8 Mercedes Sanz-Bachiller estaba en casa cuando el general Saliquet la llamó por teléfono para comunicarle la muerte de su marido: «Yo estaba en casa, y llaman al teléfono... la puerta estaba abierta. Entraban milicianos... era una cosa... un lío que aquello no era ni una casa ni nada».9
Al recibir la noticia se desmayó y enfermó y, poco después, perdió el hijo que esperaba. Mercedes siempre estuvo convencida de que su hijo murió a consecuencia del golpe que supuso que le anunciaran tal noticia.10 La que a partir de entonces fue conocida como la «viuda de Onésimo Redondo» no pudo asistir al multitudinario entierro que se celebró en la ciudad de Valladolid ese mismo día.
La muerte de Onésimo generó numerosas muestras de duelo en Valladolid. La prensa de aquellos días dedicaba páginas a su figura y también al relato sobre las circunstancias y los hechos que habían conducido a su muerte. Al día siguiente, día 25, en El Día de Palencia se explicaba que «un grupo de marxistas emboscados en la carretera hizo una descarga cerrada, produciendo la muerte a Onésimo Redondo, jefe de las J.O.N.S.».11 Ese mismo día, en el Heraldo de Zamora, se daban más detalles sobre lo sucedido, aunque con una versión totalmente distinta a la publicada en El Día de Palencia. Según lo relatado, en Labajos se les cruzó una camioneta con varios individuos que les pidieron gasolina y les dispararon a continuación. Andrés Redondo aceleró el vehículo, y se percató después de que «Onésimo Redondo, presentaba una herida en la región frontal, mortal de necesidad. También resultaron heridos, de menos gravedad los otros dos señores que acompañaban al jefe de Falange de Valladolid».12 El medio que más detalles dio sobre lo sucedido fue El Norte de Castilla. Según esta noticia los ocupantes del vehículo no eran cuatro, sino cinco: Onésimo y su hermano Andrés, Agustín Sastre, Jesús Salcedo y Emilio Martín Calero. Al parecer, de una camioneta ocupada por unos individuos vestidos con camisas azules salió una descarga que provocó que Andrés Redondo saliera disparado con el vehículo, y se dio cuenta después de que su hermano Onésimo tenía una herida mortal en la parte frontal. A consecuencia de los disparos también resultaron heridos Emilio Martín Calero y Jesús Salcedo, sin referir si Andrés Redondo estaría herido también o no. Este diario hacía referencia a un rumor según el cual Andrés Redondo salió del vehículo y se refugió en un campo de trigo cercano.13
Un año después, en la que es la primera biografía de Onésimo Redondo, se descartaba que los autores de los disparos fueran falangistas y se afirmaba que eran marxistas. También se daban más detalles sobre cómo había acaecido la muerte de Onésimo. Al parecer, se refugió detrás del asiento del conductor mientras tres de los acompañantes salían del coche y se escondían, pero
al intentar hacer lo mismo Onésimo Redondo y bajar del automóvil, una bala, dándole en la rodilla, le hizo caer en tierra. Una descarga cerrada sobre él le quitó la vida. Junto al cuerpo del Caudillo de Castilla, Onésimo Redondo, ya mártir de España, el cadáver de Agustín Sastre, campesino de la vieja guardia que iba de escolta, muerto en servicio y en estricta fidelidad al Jefe.14
José Luis Mínguez Goyanes recogió los testimonios de Eduardo Martín Alonso y Jesús Salcedo. Según estos, poco antes de entrar a Labajos, vieron un camión ocupado por milicianos, y pensaron que eran falangistas. Según este relato, los disparos no salieron desde dentro del camión, sino que fue un miliciano el que, tras bajarse de dicho vehículo, se acercó y los encañonó. Al gritar Andrés Redondo, el miliciano disparó y mató a Agustín Sastre. Todos consiguieron huir menos Onésimo, que «se quedó en las inmediaciones del automóvil. Un primer disparo le hirió en una rodilla, cayendo junto al coche. Una segunda descarga pondría fin a su vida».15
Estos testimonios de primera mano, sin embargo, entran en contradicción con el testimonio que dio el propio Andrés Redondo en el consejo de guerra celebrado el 3 de septiembre en Valladolid.16 Según este, los milicianos estaban apostados en los lados de la carretera, es decir, que no les vieron llegar en un camión, sino que, a su llegada a las inmediaciones de Labajos, aquellos ya estaban en el exterior de dicho vehículo. Al empezar a dispararles, Andrés se refugió en una casa del pueblo hasta que llegó un vehículo que le recogió y lo trasladó a Valladolid. Andrés relata que, además de Onésimo, también murió otro falangista, apellidado Sanz, lo que indica que también fueron atacados otros falangistas además de los ocupantes del vehículo en el que viajaba Onésimo.
Pero si hay contradicciones y dudas en relación con el lugar exacto de la muerte, la sucesión de los hechos y el número exacto de fallecidos, también las hay respecto a la autoría. Las primeras notas aparecidas en la prensa hablaban de «marxistas» y «rojos», siempre confundidos inicialmente con falangistas por vestir camisas azules. Posteriormente, los atacantes fueron identificados como milicianos de una columna del teniente coronel Julio Mangada. Lo cierto es que, en el consejo de guerra del 3 de septiembre de 1936 fueron juzgados trece vecinos de Labajos por la muerte de Onésimo Redondo y otros cinco más, y fueron condenados seis de ellos a la pena capital. Pero no fueron los únicos acusados de la muerte de Onésimo, puesto que apenas seis días después la prensa publicó que habían sido detenidos en Valladolid «Segundo Calderón Treceño, de 30 años, anarquista y presunto autor de la muerte de Onésimo Redondo, Gerardo Pinar Ortega [...] y su hermana Elena».17 Tanto Segundo Calderón Treceño como Gerardo Pinar Ortega fueron condenados a muerte y ejecutados,18