era. Cuando di el brinco a la ópera, un personaje muy importante, en ese momento mi pareja, Teresa Rodríguez, madre de mis dos hijos menores, fue fundamental también para mi crecimiento como artista y de alguna forma fue vital para mi desarrollo como cantante.
¿Era concertista?
Pianista. Dimos conciertos por muchos lados y seguimos teniendo muy buena relación.
Luego te volviste a casar.
Sí. Y la verdad estoy muy contento, llevo veinte años con mi pareja actual. Es un privilegio poder desarrollarte e ir descubriendo cosas nuevas en el panorama y no quedarte en las cosas negativas; hay que ir sumando en la vida.
Como ser humano eres el resultado de lo que viviste, lo que aprendiste de tus ex parejas, de las personas que te rodearon.
Definitivamente. Mucha gente se queda lamiéndose las heridas, doliéndose de los fracasos, cuando éstos son parte fundamental del éxito, porque es conocimiento, información. El fracaso debes utilizarlo como un escalón para lo que sigue, como dice Beckett: “el éxito es la suma de varios fracasos”.
Ahora regresas a la música popular.
Vale la pena. México es un gran país y estoy convencido de que somos muchos más los buenos que los malos. Hay poquitos malos, muy poderosos, pero creo que los mexicanos tenemos que sumarnos en la conciencia y señalar lo que no está bien y lo que podemos mejorar día con día.
¿Con qué te encuentras cuando vas al extranjero presentando esta música mexicana?
Con la emoción y con el interés de otros países, de otra gente que está ávida de conocer lo nuestro. Te sorprendes de lo mucho que conocen y el nivel de penetración de nuestra música. También la pintura, de todos estos grandes pintores como Diego Rivera, Frida Kahlo, Orozco, Siqueiros, Tamayo, Toledo o nuestros reconocidos poetas, escritores, Octavio Paz, y tantos otros grandes que nos han puesto en alto. México tiene que ser recordado por ellos y no por El Chapo Guzmán, no por los Beltrán Leyva, que son gente que ha aprovechado su oportunidad de desarrollarse de una forma negativa; si ellos supieran el mal que se hacen a ellos mismos y a su tierra, harían otra cosa.
¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
Han sido muchos. No me quedo con uno solo, el nacimiento de mis hijos ha sido maravilloso, aunque el nacimiento de Andrea, mi hija, fue doloroso porque la conocí quince días después de nacida, estaba yo cantando en El Liceo de Barcelona, supliendo a Pavarotti, una situación complicada, mi hermano se apiadó de mí, le tomó video y yo me fui a comprar una cámara para poderla ver en una pantallita.
Te ha tocado compartir escenario con Pavarotti, con los grandes, pero tú también ya estás en esas ligas.
La verdad Pavarotti era un encanto de persona, lo que tenía de gordo y grandote, lo tenía de linda gente, pero más lo es Plácido Domingo, un tipazo, sencillo, un hombre muy sensible, muy aplicado, un ejemplo a seguir, en todos los aspectos, compartido, generoso. También tuve el privilegio de conocer en un viaje de Viena a Frankfurt a José Carreras. He tenido la dicha de conocer a contemporáneos míos, a artistas con los que he mantenido una amistad muy entrañable como Roberto Alagna, como Angela Gheorghiu, como Anna Netrebko, todos estos artistas que han hablado maravillas de la excelencia del ser humano.
Tenías un dueto pendiente con Juan Gabriel que ya no pudiste hacer.
Sí, qué lástima, pero tuve la gran oportunidad de cantar cuando llegaron sus restos a Bellas Artes, sinceramente no gocé ese momento, me costó ver a tanta gente triste y angustiada, el público no estaba inmerso en una euforia colectiva, sino en el dolor, en el duelo, lo que me tocó vivir ese día fue doloroso, yo subestimé mi emoción, porque iba preparado para cantar “Amor Eterno”, que he cantado miles de veces, pero allí en el Palacio de Bellas Artes en el momento en que llegaron las cenizas, en ese instante yo empecé a cantarlo con emoción, pero entraron las primeras personas que habían hecho cola por días para entrar a ver las cenizas y se me hizo un nudo en la garganta. No pude continuar y dejé de cantar por una frase, me recompuse, terminé de cantar y le di gracias a Dios. La verdad sí me angustié, se me fue la onda por la emoción, fue difícil, no fue un buen momento.
¿Y cuál ha sido el momento más difícil, más triste de tu vida?
Probablemente el nacimiento de Andrea, mi hija, conocerla quince días después fue muy difícil, y la muerte de mi abuelo el día que hice mi debut en La Scala de Milán, de ahí me tengo que ir a cantar Rigoletto a Bolonia y luego a cantar La traviata en Israel con Zubin Mehta y la Filarmónica de Israel y hasta después regresar a México. Tres meses después, fueron momentos que no me gustaría volverlos a pasar.
Completa esta frase, Fernando de la Mora es.
Un luchador. Sí, la verdad me gusta resolver y me gusta partirme el alma por mis sueños, les pongo fecha a mis sueños y me gusta México, creo en México, creo en los mexicanos, creo en el amor de los mexicanos y creo que amor no es solamente cachondeo, creo que amor significa atención, admiración y respeto, en todos los sentidos.
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