en Torreón también tú y tu hermana iban a recolectar huevos.
Claro, mi papá tenía un corralón que rentaba atrás de la casa donde había gallinas y gallos y todas las mañanas íbamos a recolectar los huevos para el desayuno de la casa.
Y de estar acostumbrada a esa vida, tan libre, en el campo, llegar a la Ciudad de México, debe haber sido un cambio grande.
No lo sentí de esa forma. Vengo de una familia muy grande, somos siete hermanos y en la medida en que vives con la familia se te facilita todo, porque de la misma forma que en Torreón caminaba de la casa a la escuela, en la Ciudad de México caminaba de mi casa a la escuela y estamos hablando que en esa época era muy diferente la ciudad: no eran tantos habitantes, supongo que eran la mitad. Vivíamos en la colonia Clavería y estudiábamos en la calle de Azcapotzalco, después fue la secundaria y después nos mudamos a la colonia Juárez, donde empecé a tomar camiones.
Estudiaste periodismo en la Carlos Septién, que es una escuela a la fecha muy reconocida.
Tenía interés en conocer muchas cosas y la única carrera que me lo permitía era ésa, si yo me hubiera dedicado a estudiar Nutrición, iba a ser desde mi punto de vista muy limitado. La carrera de periodismo me ayudó a conocer lo que es la vida, que había pintores, que existía la antropología, que existía la medicina, la moda, un mundo increíble. ¿Y cómo me dedico al mundo del espectáculo? A partir de una entrevista que le hago a Raúl Velasco trabajando como directora del “Pliego de México” de la revista Vanidades, que en ese entonces la dirigía una colombiana. No sé cómo me localizó, seguramente por lo que yo había escrito en la revista Contenido y en el periódico Novedades, y empecé a trabajar ahí.
Ahí conoces a Cristina Saralegui.
Así es. Cristina Saralegui en ese momento era la reportera de Vanidades en Miami y yo hacía el “Pliego de México” y en una ocasión, Elvira Mendoza, que era la directora, me envió a Miami para reestructurar el “Pliego de México” y llegué a vivir a la casa de Cristina Saralegui.
Si bien el día de hoy, el centro, la capital de América Latina para el espectáculo puede ser Miami, México siempre ha sido importantísimo, y en ese momento a quien triunfaba en México le iba bien en toda América Latina.
Así es, sobre todo en cuestión de música, porque el liderazgo en cuanto a espectáculos siempre lo ha tenido México. Primero fueron las películas lo que conquistó a toda América Latina y España y a algunas otras partes del mundo y después la música, la plataforma era México para que se pudiera triunfar.
Pati, entre tus primeras entrevistas importantes está la que hiciste al ex presidente Echeverría y a su esposa, ¿cómo fue ese día?, estabas muy joven.
Sí, tan joven que nadie creía que estaba yo pidiendo esa entrevista y fue muy interesante, la señora Echeverría me trató con mucha delicadeza, con mucho cuidado. Yo le hice preguntas muy simples: cómo se habían conocido ellos, cómo lograban mantener esa relación, qué le gustaba al presidente que le cocinara, y me dijo que le gustaba la sopita de fideos, por ejemplo, y fue algo muy sencillo, pero tuvo una buena repercusión.
Tan buena que acabaste entrevistando a todos los grandes pintores, a Tamayo, a Siqueiros, a O”Gorman. ¿Tienes esas entrevistas todavía?
No. No soy afecta a guardar las cosas que he hecho. Me pasó una cosa muy curiosa: uno de mis hijos quería comprar una casa en la colonia Roma, fuimos a verla y entrando estaban algunas pertenencias de la antigua dueña y entre ellas había una pila de revistas enorme. Dije: “yo escribí ahí”, tomé esa revista la hojeé y pensé, “¡¿cómo!?, sí, aquí está lo que yo escribí”; les solicité que me las vendieran, no se pudo, no tuve yo el valor de quedarme con ellas, mi hijo tampoco quiso finalmente comprar esa casa. Ahí me di cuenta de que no soy afecta a guardar lo que he hecho.
Hay entrevistas que pueden tener un valor histórico, las de María Félix, Dolores del Río ya son patrimonio de México.
Pues sí, nada más que en esa época en algunas ocasiones se usaba grabadora. Hoy es demasiado fácil lograr una entrevista, entonces no, cuando llegué yo a entrevistar a Dolores del Río y prendí mi grabadora lo primero que me dijo fue: “no quiero que me grabes”, y yo me fui de espaldas. Le dije: “¿entonces?”. Me dice: “no te preocupes”. Se levantó, sacó un cuaderno y me lo dio. Yo sí tenía una pluma, porque lo primero que te dicen en la escuela es que debes tener siempre un bolígrafo o un lápiz, por cualquier cosa, y me dijo: “No te preocupes, voy a hablar muy despacito para que tú puedas anotar todo”, y así fue. “Primera pregunta”, y ella me hablaba todo el tiempo despacito y me preguntaba: “¿En qué vas?”, “¿En qué te quedaste?”, “¿Quieres que regrese?”, todo el tiempo. Fue muy generosa conmigo, Dolores.
Y empiezas a co-conducir con Raúl Velasco, que era el más grande en ese momento en Siempre en Domingo.
De pura chiripada Te voy a contar una cosa: Raúl Velasco empezaba a trabajar a la una de la tarde. Originalmente el programa de Siempre en Domingo se iniciaba a las 12 del día y terminaba a las 10 de la noche, conforme fue pasando el tiempo fue achicándose ese horario, pero Raúl era el único conductor, no había reporteros, no había nadie, y yo era simplemente su asistente, lo alimentaba de información, de qué era lo que estaba ocurriendo con el artista o el invitado, pero de repente le daban ganas de ir al baño y no llegaban los comerciales, entonces me soltaba el micrófono y me decía: “Tú síguele”.
Dicen que la suerte es de quien la trabaja.
Por supuesto, pero también había muchos que estaban trabajando ahí y sin embargo, como yo era el pegote permanente de Raúl, en cuanto a la información, pues me soltaba el micrófono y yo estaba en ese momento sin peinar, sin maquillar, sin estar presentable para la televisión. Así aprendí.
¿Cómo te corren de Televisa? Debe de haber sido durísimo para ti.
No, no fue duro. Fue decepcionante, que es muy diferente, y siempre que sucede una cosa así simplemente te das cuenta de que ya terminó algo y que vas a continuar con otra cosa.
Tú que eres budista, que te encanta lo espiritual, decía el Dalai Lama que cuando se te cierra una puerta puede significar un golpe de suerte maravilloso.
Siempre.
Regresas un día del súper y te encuentras a tu vecino, el señor Ricardo Salinas Pliego, y te dice: “acabo de comprar una televisora, vente conmigo”.
Pues sí, exactamente así fue.
Aparte de todo, hace 25 años eras, yo creo que de las pocas, si no es que la única persona que sabía hacer televisión en esta empresa.
Que entonces era Imevisión. Sí, así fue, exactamente. Te voy a platicar una anécdota de lo más encantadora, porque no hay otra palabra para definirlo. Cuando Ricardo gana la concesión de Televisión Azteca, nosotros teníamos ya muchos años de conocernos, de llevar en la mañana yo a sus hijos a la escuela, y su esposa de recoger a los nuestros y a los suyos al mediodía. Entonces, cuando le hablé para felicitarlo me dice: “vente, vamos a platicar”, llegué a su casa y me preguntó, porque le dije que lo primero que tenía que tomar en cuenta era el costo de la producción, “¿qué es la producción?”. Entonces prendí la tele y le dije: “todo lo que ves ahí es producción y todo cuesta, la luz, los muebles, las personas, las ideas, todo cuesta, pero también es muy fácil que te cobren de más”. Eso fue todo. Y velo, hoy día da clases.
A la fecha eres la única mujer en esta empresa que se sigue moviendo en un mundo de hombres en todos los consejos editoriales, en todas las grandes juntas…
También está Elisa Salinas, ya hay muchas mujeres jóvenes… y he sido terca, también.
¿Muy