Abraham Gonzalo Paulsen Bilbao

Ciudad y fe


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Latina y el resto del país, analizando principalmente el comportamiento contemporáneo de los principales credos según diversas fuentes censales. También se analiza el aporte de las confesiones –especialmente, de la católica– a la educación del país, entendiendo a los establecimientos educacionales como espacios de socialización, divulgación de la fe, entrega de formación valórica para las familias y los estudiantes, y cultivo de las ciencias y humanidades sostenido en la visión cristiana del mundo. El capítulo III presenta la evolución histórica del comportamiento socioespacial de las religiones entre 1541 y 1960. Se construyó sobre la base de determinar los cambios producidos en la morfología urbana ante el paso desde una ciudad unirreligiosa a otra plurirreligiosa, en la cual se conformó un conjunto de áreas sociales caracterizadas por la presencia de a lo menos dos civilizaciones parroquiales: una, católica, donde los ritos y acciones sociales tienen su centro en una parroquia a cargo de un sacerdote, el cual debe plasmar la misión evangelizadora de la Iglesia mediante la administración preocupada de todos los habitantes de tal división geográfica. La otra civilización parroquial surgió reemplazando la figura del sacerdote por la de un pastor o líder religioso evangélico, que dirige el culto y apoya la conversión y compromiso de sus respectivos feligreses. El capítulo IV presenta algunos descubrimientos relacionados con la espacialidad religiosa actual en la capital de Chile, cuyo fin es responder a las preguntas que incluimos en el primer párrafo de esta introducción. Y cerramos el libro con un apartado de conclusiones, algunas de las cuales sugieren nuevas líneas de investigación y de oportunidades para la geografía de las religiones. Decidimos incluir la bibliografía empleada, como un aporte a quienes quieran seguir navegando por la temática religiosa por cuanto nos asiste la convicción de que queda mucho por hacer en el estudio de la importancia de las religiones en el desarrollo y morfología de las ciudades contemporáneas.

      Un desafío que quedó a nuestro juicio pendiente fue reconocer otras expresiones religiosas que funcionan en la ciudad. Constatamos su existencia, pero lo hicimos sobre una base de datos y evidencias científicas insuficientes, quedando como tarea abordar temas como la reciente emergencia de cultos pentecostales y neopentecostales en vecindarios habitados por el estrato socioeconómico de mayores ingresos, las transformaciones del campo religioso asociadas a procesos migratorios recientes, y la transformación registrada en algunas congregaciones y denominaciones evangélicas a causa del empoderamiento de la mujer en cargos de liderazgo religioso y en la administración de las personas y de los recursos financieros de las iglesias. Por último, se hace necesario seguir profundizando en el estudio de las decisiones en materia de localización de templos y en las influencias de las variaciones en el mercado inmobiliario en la geografía de las religiones de Santiago, entre otros aspectos. Probablemente se trata de desafíos que darán origen a investigaciones inter y transdisciplinarias futuras.

      Pido excusas por esta apostilla. En una de las tardes dedicadas a la redacción de estas líneas, nos enteramos de la muerte del académico e investigador de la Facultad de Letras, doctor Lésmer Montesino, a quien conocí en este último tiempo en un contexto de aprendizaje y trabajo conjunto. Un ser humano de tomo y lomo, afable, de sonrisa contagiosa y espíritu novel. Enseñaba lo mucho que sabía con gran vocación y modestia, pero lo que más recuerdo en este momento de escozor, pena y escándalo ante la muerte, es su compromiso con los pobres, con aquellos a los que nos cuesta investigar e, incluso, muchas veces, saludar. Vaya para el profesor Montesino un sentido homenaje.

      Capítulo I

      El estatus de la religión

      en la geografía moderna

      Si tratar temas religiosos en la cotidianidad es una tarea que demanda actuar con algún nivel de precaución, más son las cautelas que deben adoptarse cuando se abordan aspectos referidos a la esfera religiosa desde una ciencia como la geografía. A pesar de que la religión constituye un tópico presente tanto en las diversas variedades de investigación geográfica como en el campo de estudios autónomo de la geografía de las religiones, creemos necesario clarificar las concepciones referidas a la religión y al hecho religioso que enmarcarán el análisis del comportamiento espacial de esta clave fundamental en la vida de los individuos y de las sociedades. De eso trata el presente capítulo, que está dirigido a los interesados en el análisis del rol de la religión en el desarrollo de la teoría geográfica en Occidente desde los orígenes modernos de la geografía hasta nuestros días.

      La geografía de las religiones o el estudio religioso de lo sagrado que proponemos define a lo urbano como una categoría que supera lo espacial, transformándose en un concepto significativo que alude a las acciones de los practicantes, acciones que los involucran consciente y reflexivamente en la medida en que transforman, crean y recrean sus prácticas religiosas en una lógica actuarial que considera los diversos significados del ethos ciudadano. Por ende, la religión es un tópico susceptible de ser abordado geográficamente, cuestión que profundizaremos a continuación.

      La religión fue un objeto de estudio clave en el desarrollo de Occidente desde los orígenes de la racionalidad griega. Diversas teodiceas y creencias asociaban lo santo a la creación de un universo pleno y ordenado en el que lo religioso era considerado el punto de partida originario de la explicación del mundo. Los romanos agregaron a esta perspectiva la consideración de lo religioso como un componente identitario fundamental de la ciudadanía, lo cual se refleja, por ejemplo, en la estructura del panteón romano y en la existencia de una religión oficial que en parte encarnaba los ideales del Estado (Glacken, 1996). La relevancia de las religiones en ambas culturas explica la magnitud de trabajos que, desde numerosas aristas, estudiaban al fenómeno religioso como un componente esencial de sus respectivos órdenes sociales, abordando este tipo de temáticas en diversas escuelas y tradiciones de las ciencias humanas y sociales.

      La relevancia anteriormente consignada se mantuvo sin contrapeso hasta la irrupción de la Modernidad europea con sus respectivas cuotas de secularización, a pesar de lo cual siguió influyendo tanto en la identidad individual y societal como en las relaciones entre individuo, sociedad, cultura y territorio (Berger, 1971; Cadge, 2017), como lo demuestran las aristas religiosas presentes en dinámicas sociales, geopolíticas y culturales de la coyuntura histórica (Claval, 1999). En términos epistemológicos, lo moderno implicó trasladar la verdad desde el verbo al sustantivo (Berman, 1993), prescindiendo de la verdad revelada como patrón organizador de las teorías y metateorías referidas al ser humano y sus circunstancias, lo cual no implicó la desaparición de la clave religiosa, sino la vigorización de contracorrientes, especialmente en el debate científico (Berger & Luckmann, 1996; Dussel, 2000; Jünger & Habermas, 1989; Lambek, 2005).

      En el contexto del Romanticismo, las convicciones religiosas de Ritter tiñeron al pensamiento geográfico buscando los reflejos en la realidad y en el orden y los propósitos divinos (Capel, 1981). Lo mismo hicieron ciertos matices panteístas contenidos en la obra humboldtiana, específicamente al integrar bajo la forma de experiencias religadas sus observaciones del paisaje que conocía, apreciaciones con las cuales el ser humano se sentía integrado y no aislado de lo natural. También esta visión se distanció de la descripción puramente científica del universo imperante en Europa desde el siglo XVII y retocada por el Neoclasicismo del siglo XVIII, ya que incorporó nuevas formas estéticas derivadas de una filosofía que acogía el misterio y el esoterismo (Gerard, 2005; Wulf, 2017). Ambos intelectuales pusieron en igualdad de condición las discusiones referidas a la operación de leyes físicas universales que había evidenciado la revolución científica del siglo XVII, con controversias referidas a las diversas expresiones culturales de las creencias y cosmovisiones en el paisaje, ya que si había una ley universal aplicable al hecho humano esta tenía que buscarse en factores individuales y sociales, siendo la religión uno de estos factores diferenciadores.

      Tanto Ritter como Humboldt aplicaron nociones más o menos semejantes de medio para dar cuenta de las relaciones entre los seres humanos, las sociedades y el mundo inanimado en estudios geográficos específicos: esta concepción coincidía con las ideas imperantes durante el Romanticismo, especialmente la postura de integrar en una sola explicación las vinculaciones