y Gajardo, 2008). El resto de los trabajos corresponden a la identificación de prioridades de conservación y al análisis de la representatividad del SNASPE, considerando además a otras categorías de protección (e.g., iniciativas de conservación privadas, Santuarios de la Naturaleza, Bienes Nacionales Protegidos).
Tabla 1
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Para la definición de ecosistemas terrestres, se identificaron dos aproximaciones. La primera utiliza la vegetación como símil de ecosistemas terrestres; este es el caso del uso de los pisos de vegetación de Luebert y Pliscoff (Pliscoff y Fuentes-Castillo, 2011; Squeo et al., 2012; Núñez-Ávila, 2013). El segundo utiliza la clasificación de ecorregiones del mundo (Dinerstein et al., 2002) para evaluar los vacíos de protección a escala nacional (Squeo et al., 2012; Martínez-Tillería, 2015; Schutz, 2018). Además, dos trabajos consideraron otros objetos de conservación para evaluar su representación en el SNASPE: Tognelli et al. (2008) establece prioridades de conservación a partir de la distribución de vertebrados terrestres y Durán et al. (2013) utilizó el enfoque de servicios ecosistémicos.
4.2. Evaluación de vacíos y prioridades de protección
4.2.1. Análisis de priorización espacial
El primer escenario de priorización realizado consideró ecosistemas terrestres y los grupos taxonómicos modelados (plantas, anfibios, mamíferos, reptiles y aves). Los resultados de este escenario sugieren que la mayor concentración de áreas de importancia se presenta en el sector norte de la Patagonia (entre los 41° a 47°S) y específicamente las zonas de mayor prioridad se concentran en la zona de la Provincia de Palena y sur de la isla de Chiloé. Otras zonas prioritarias se identifican al interior de la Región de Aysén y en la zona de transición bosque-estepa en la Región de Magallanes.
Los resultados para el segundo escenario, el cual considera a la distribución de especies amenazadas, presentan diferencias respecto al primer escenario debido a que se incrementa la superficie prioritaria al interior de la Región de Aysén, incluyéndose la zona oeste de archipiélagos en Campos de Hielo Sur y expandiendo las áreas prioritarias en la Región de Magallanes. Al excluir las áreas actuales del SNASPE (escenarios tercero y cuarto) no se modifican sustancialmente los resultados, manteniendo las mismas zonas prioritarias mostradas en los dos escenarios anteriores.
4.2.2. Análisis de representatividad de ecosistemas terrestres y especies de flora y fauna
El análisis de representatividad de ecosistemas terrestres permite identificar los vacíos del sistema de protección actual en el SNASPE (Figura 3) y la representación de los distintos porcentajes de diversidad de las especies de flora y fauna (Figura 4). Los resultados muestran un desbalance de protección actual, entre los ecosistemas presentes en la zona de los archipiélagos (sobre-representados) versus la zona interior-sur de la Patagonia chilena (sub-representados), que se encuentra en el límite con Argentina (Figura 3B). La zona de los archipiélagos se encuentra caracterizada por la presencia de ecosistemas de turberas y bosques siempreverdes y la zona interior-sur presenta ecosistemas de estepas y bosques caducifolios (Figura 3B).
Figura 2
Escenarios de priorización analizados en la Patagonia chilena, arriba: escenarios priorizados por ranking; abajo: indica el 17% de mayor importancia (meta de protección).
El análisis de representatividad de especies (Figuras 4A y 4B) muestra que las mayores concentraciones de riqueza tanto para flora y fauna se encuentran en la zona norte de la Patagonia chilena entre los 41° y 44° S. Estas zonas de mayor riqueza se sitúan en Chiloé en el caso de la flora y en la zona de la provincia de Palena para la fauna. El SNASPE representa adecuadamente las áreas de mayor riqueza de flora, sin embargo, para fauna solamente se cuenta con representación para las áreas con riquezas menores al 30% (Figura 4C), esto indica una sub-representación de las áreas donde se concentra la fauna en la Patagonia chilena.
Figura 3
Representatividad de ecosistemas terrestres en la Patagonia chilena. (A) se muestra la distribución de formaciones vegetacionales (FV); con borde rojo se indican los ecosistemas que están bajo de la meta de protección del 17%. (B) Gráfico de barras que muestra la superficie protegida versus la superficie total regional de cada FV. Con línea roja se indican los ecosistemas que están bajo la meta del 17%.
Figura 4
Representatividad de especies en la Patagonia chilena. (A) Riqueza de especies de flora. (B) Riqueza de especies de fauna. (C) Gráfico de barras muestra la representación de porcentajes de riqueza de flora y fauna versus el número de unidades del SNASPE.
5. DISCUSIÓN
Los resultados obtenidos en este capítulo en cuanto a la representatividad de los ecosistemas terrestres en la Patagonia chilena permiten establecer algunos elementos de discusión. Si bien la identificación de los vacíos de protección en los ecosistemas de transición bosque caducifolio-estepa y estepa, ya habían sido reportados anteriormente en análisis de representatividad (Pliscoff y Fuentes-Castillo, 2011; Luebert y Pliscoff, 2017); uno de los aportes de este capítulo es demostrar que es posible utilizar tanto la distribución de especies como la de ecosistemas terrestres, para priorizar áreas para la conservación, incluyendo o excluyendo el SNASPE.
La distribución de especies de flora y fauna no había sido evaluada para la Patagonia chilena mediante un enfoque de priorización, pero existía el antecedente de que las áreas protegidas actuales no consideraban la representación de la variedad de ecosistemas presentes, concentrándose estas solo en algunos tipos de ecosistemas (e.g., turberas, bosque siempreverde) (Squeo et al., 2012). Además, para los ecosistemas terrestres, se trabajó con la definición espacial más detallada existente en la actualidad para Chile (pisos de vegetación), pero debido al enfoque de este trabajo han quedado excluidos ciertos tipos de ecosistemas (e.g., ecosistemas azonales).
Los principales vacíos de información detectados en este capítulo son la falta de datos para analizar procesos ecológicos, así como también las amenazas a la biodiversidad producto de las actividades humanas. Para mejorar el enfoque desarrollado en este capítulo, es necesario considerar integradamente distintas categorías de costos (socioeconómicos, biodiversidad), para cumplir metas de conservación (Martínez-Harms et al., 2018). También, se necesita incluir la cobertura de uso de suelo para modelar la distribución actual de los ecosistemas.
Los análisis realizados en este capítulo consideraron la distribución potencial de cada ecosistema, lo cual no afecta los resultados presentados ya que las áreas con mayor intervención humana en la Patagonia chilena son reducidas (en superficie), en comparación a otras áreas intervenidas en Chile. Si el análisis hubiese considerado las áreas antrópicamente intervenidas, probablemente los resultados hubiesen sido distintos para la zona de transición entre el bosque caducifolio y la estepa, la cual es una de las zonas más perturbadas en la Patagonia chilena (Inostroza et al., 2016). Además, es necesario contar con nuevas bases de datos de ocurrencias de flora y fauna, para obtener MDE más robustos, así como también incluir nuevas especies que no fueron contempladas en este estudio. Este aspecto es relevante especialmente para la fauna, donde las bases de datos disponibles no cuentan con información representativa de algunos grupos taxonómicos, por ejemplo, aves y mamíferos en la Patagonia chilena.
En la literatura existen aproximaciones metodológicas tanto a escala nacional como global, que