Elena G. de White

Conflicto cósmico


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de las doctrinas de la Reforma, pero estaba profundamente impresionado por la fuerza y la claridad de las palabras de Lutero. Hasta que no se probara que el reformador estaba en error, Federico resolvió permanecer a su lado como protector. En respuesta al legado escribió: “Puesto que el Dr. Martín ha aparecido ante su presencia en Augsburgo, debe estar satisfecho. Nosotros no esperábamos que se esforzara por hacerlo retractar sin haberlo convencido de sus errores. Ninguno de los sabios de nuestro principado me ha informado que la doctrina de Martín es impía, anticristiana o herética”.[20]El elector vio que era necesaria una obra de reforma, y secretamente se regocijó de que se hiciera sentir en la iglesia una influencia mejor.

      Este llamamiento circuló por toda Alemania. La nación entera fue conmovida. Los oponentes de Lutero urgieron al pueblo a tomar medidas decisivas contra él. Se decretó que sus doctrinas debían ser inmediatamente consideradas. El reformador y sus seguidores, si no se retractaban, debían ser todos excomulgados.

      Una terrible crisis

      Sin embargo, el mandato de Roma no dejó de tener efecto. Los débiles y supersticiosos temblaron ante el decreto del Papa, y muchos sintieron que la vida era demasiado cara para ser arriesgada. ¿Estaba por terminar la obra del reformador?

      Lutero continuaba manteniéndose intrépido. Con terrible poder aplicó a Roma misma la sentencia de condenación. En la presencia de una multitud de ciudadanos pertenecientes a todos los rangos, Lutero quemó la bula del Papa, diciendo: “Una lucha seria acaba de empezar. Hasta ahora sólo he estado jugando con el Papa. Comencé esta obra en el nombre de Dios; ella terminará sin mí, y con su poder... ¿Quién sabe si no es Dios el que me ha llamado y me ha escogido, y si cuando ellos me desprecian, no debieran temer estar despreciando a Dios mismo?...

      Apareció entonces una nueva bula, que declaraba la separación final del reformador de la Iglesia Romana, denunciándolo como un hombre maldito por el cielo, e incluyendo en la misma condenación a todos los que recibieran su doctrina.

      La oposición es la suerte de todos los que Dios emplea para presentar verdades especialmente aplicadas a su tiempo. Hubo una verdad presente en los días de Lutero; hay una verdad presente para la iglesia hoy. Pero la mayoría de la gente en nuestros días no desea conocer la verdad más que lo que la deseaban los papistas que se oponían a Lutero. Los que presentan la verdad para este tiempo no deben esperar ser recibidos con mayor favor que el que tuvieron los primeros reformadores. El gran conflicto entre la verdad y el error, entre Cristo y Satanás, ha de intensificarse hasta el fin de la historia de este mundo (ver S. Juan 15:19, 20; S. Lucas 6:26).