Adán con el fin de redimir la caída de Adán”.
Capítulo seis
Salomón, mi hijo
A medida que la historia continúa avanzando, David tiene un hijo, a quien le da el nombre de Salomón. Fiel a la trayectoria de su plan, Dios transfiere a Salomón la posición única dentro de su filiación:
“Él edificará una Casa a mi nombre; será para mí un hijo, y yo seré para él un Padre; y afirmaré el trono de su reino sobre Israel para siempre” (1 Crón. 22:10).
Toma nota cuidadosamente del lenguaje empleado, porque reaparece en el Nuevo Testamento: “Él será mi hijo, y yo seré su Padre”. No dice: “Él es mi hijo, y yo soy su Padre”. Estos roles narrativos están siendo precisados con un propósito que tiene que ver con el Pacto. Salomón es reclutado en la posición de hijo con el fin de dar continuidad al plan del Pacto.
Salomón es alguien importante en esta dinastía porque su historia, a diferencia de la de su padre David, se desarrolla sin guerra. David, el hijo de Dios, expresa el deseo de construir un templo para el culto divino, pero Dios le explica que él no puede ser quien construya el Templo de Dios (2 Sam. 7).
¿Por qué?
Pues, porque David es un hombre de guerra, con las manos manchadas de sangre (1 Crón. 17; 22; 28). En el relato bíblico, el carácter de Dios es en última instancia incompatible con la guerra (Isa. 2:1-4), por lo que el constructor del Templo debe ser un hombre de paz. Ese hombre es Salomón, cuyo nombre significa paz; es decir, paz de la guerra (1 Crón. 22:9). De esta manera, al transferir la promesa del pacto de David a Salomón, Dios está proyectándose hacia el propósito más elevado que finalmente logrará por medio de Cristo. En un penúltimo sentido, Salomón es el hijo pacífico de Dios, anunciador de Jesús, el Príncipe de Paz definitivo. Él es aquel con quien Dios “establecerá el trono de su Reino sobre Israel para siempre”, sin guerra.
Así que, con Salomón estamos un paso más cerca, o un “hijo de Dios” más cerca, del Mesías prometido. La historia toma forma de manera clara y obvia.
Adán, el hijo de Dios, perdió su posición de hijo.
Dios promete iniciar un linaje mediante el cual un nuevo Hijo de Dios vendrá para rectificar la caída de Adán.
Dios suscita un pueblo por medio del cual se cumplirá la promesa, y la sucesión dinástica se desarrolla de la siguiente manera:
Abraham, hijo de Dios, da paso a…
Isaac, hijo de Dios, que da paso a…
Jacob, hijo de Dios, que da paso a…
Israel, hijo colectivo de Dios, que da paso a…
David, el hijo de Dios, que da paso a…
Salomón, hijo de Dios.
Cada vez está más claro. La Biblia es un relato sin fisuras. La historia se inicia con la creación del primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva, y luego sigue su camino hacia adelante por medio del llamado a Abraham, el establecimiento de Israel, la unción de David como rey de Israel, y luego la de Salomón, el rey de la paz. Todo avanza hacia un gran final:
El nacimiento de la descendencia prometida.
Un nuevo Adán que redimirá a la humanidad de su caída.
Un ser humano que será “el hijo de Dios” por su fidelidad al Pacto y que restablecerá así la relación rota entre la humanidad y Dios.
“La historia humana se caracteriza fundamentalmente por la ruptura del Pacto. Somos una raza definida por la disfunción relacional y la desintegración, una raza de víctimas y verdugos, una raza de no-amantes”.
Capítulo siete
Identidad del Pacto
Antes de cruzar el puente que nos lleva del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento (de las sombras de las figuras mesiánicas hasta el mismo Mesías), hagamos una pausa para asegurarnos una clara comprensión de lo que la Biblia quiere decir con la noción de “alianza”, porque este es el motor teológico que impulsa la historia bíblica hacia adelante, como ya hemos observado.
Por su valor puramente conceptual, “pacto” es una de las palabras más significativas de la Escritura. Es la idea que más plenamente define quién es Dios y cómo Dios actúa. Dios es el Dios del Pacto, que actúa a través de su Pacto, y que interviene siempre y unicamente dentro del flujo relacional dinámico de pacto.
Entonces, ¿qué significa esta palabra altamente cargada de sentido? Hablando a través del profeta Oseas, Dios revela las intenciones de su corazón en favor de Israel y de toda la humanidad en términos de pacto:
“Porque misericordia quiero y no sacrificios; conocimiento de Dios más que holocaustos. Pero ellos, como Adán, violaron el pacto; allí han pecado contra mí” (Ose. 6:6, 7, ESV).
En primer lugar, observa que el “pacto” implica “amor inquebrantable”. Observa también que la caída de Adán y, por extensión, el estado caído de la humanidad como un todo, se define con las palabras “ellos… violaron el pacto”. Está claro, entonces, que el “Pacto” abarca todo el relato bíblico, se remonta al propósito original de Dios para la humanidad, y alcanza el último “deseo” de Dios para el mundo.
Mediante el profeta Isaías, Dios expresó la esencia de su Pacto en estos términos:
“ ‘Porque los montes se moverán
y los collados temblarán,
pero no se apartará de ti mi misericordia,
ni el pacto de mi paz se romperá’,
dice el Señor, quien tiene misericordia de ti” (Isa. 54:10).
“Escucha y ven a mí;
escucha, para que puedas vivir.
Haré un pacto eterno contigo,
mi fiel amor prometido a David” (Isa. 54:10).
¡Qué hermoso y rico significado relacional!
Aquí, de nuevo, vemos que la alianza con Dios tiene una dinámica relacional que conlleva:
Amor inquebrantable.
Amor incondicional.
Amor fiel.
O, dicho de otro modo: el Pacto implica vivir con una integridad relacional inquebrantable. Decir que Dios es un Dios de pacto es decir que Dios es relacionalmente fiel a todos los demás por encima de sí mismo y por fidelidad a sí mismo, y a cualquier costo, hasta a costa de sí mismo. El Pacto es, por lo tanto, una noción bíblica que comunica la identidad esencial de Dios, la esencia de su carácter. A la pregunta “¿Quién es Dios?”, la Biblia responde: ¡Dios es un Dios fiel a su Pacto!
Pero el Pacto no solo revela quién es Dios, sino también revela lo que realmente significa ser humano. En el texto de Oseas 6, el Dios del Pacto solo desea una cosa de los seres humanos: su amor verdadero; es decir, su fidelidad al Pacto. Por contraste lógico, romper el Pacto equivale a lo que pasa cuando los seres humanos dejan de estar en sintonía con su verdadera identidad. Observa cómo Isaías formula la idea:
“Y la tierra fue profanada por sus moradores,
porque traspasaron las leyes,
falsearon el derecho y
quebrantaron el pacto eterno.
Por esta causa la maldición consumió la tierra
y sus moradores fueron asolados” (Isa. 24:5, 6).
La historia humana se caracteriza fundamentalmente por la ruptura