su candidatura a Pablo Pastor! Nada más llegar a casa, donde le esperaba inquieta su recién desposada María para que le contase cómo se había desarrollado un día tan importante, cogió el teléfono y llamó sin demora a Álvaro.
–Hola, Álvaro. ¿Qué ha pasado? Me están diciendo que soy yo quien te ha convencido de irte a Templeton.
–Gordo, no sé si ha sido buena idea lo de Templeton. He quedado con «Henry» en darle una vuelta.
–¿Cómo que una vuelta? ¿No has tenido un mes para eso? ¿No ves que de esa manera estás confirmando la sensación de que he sido yo el que te había convencido? ¡Si me habías pedido que te esperase para comunicarlo juntos! Si tenías dudas, haberme dejado irme primero y luego te lo pensabas. ¿Por qué no quedamos a cenar y lo hablamos con calma?
–No puedo, don Ramón me ha pedido que me tome unos días y me he venido a Ciudad Costera con Gadea. Lo siento, gordo.
Y colgó.
María escuchaba desde el fondo del salón, arrepintiéndose de no haber advertido a su inocente marido y haberlo dejado así caer por primera vez.
El lunes Bernardo acudió al Gran Bufete y dedicó cinco horas a imprimir todos los documentos de cada uno de los seis asuntos que llevaba de manera autónoma, junto con una nota explicativa de dos páginas que dejó, junto con los documentos impresos, sobre la mesa de Pier.
Al acabar, allí no había ganas de despedirse de nadie, ni suyas ni del resto de miembros del Gran Bufete.
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