Rufino Rodríguez Garza

Antigüedades coahuilenses


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entre lo que sería la herramienta de pedernal y el mango de madera.

      Es todo un agasajo observar el enorme tablero de las navajas, un culto a las armas con las que cazaban a las presas y que, seguramente, también servían de instrumento de defensa y de ataque en contra del enemigo que, con probabilidad, envidiaba el sitio, ya que estaba rodeando de arroyos intermitentes y no pocos ojos de agua.

      A unos pasos hacia el norte del tablero se aprecian cuentas a base de puntos, astas de venado, dibujos abstractos y antropomorfos varios.

      Los mejores cuchillos o navajas enmangadas se localizaron en la cueva mortuoria de La Candelaria, en San Pedro de las Colonias, Coahuila, y las mejores representaciones de esta útil arma se encuentran en la zona de El Pelillal y Presa de la Mula.

      El libro Cerro Bola no tiene desperdicio, pues abarca ampliamente desde la ubicación hasta la descripción de los motivos grabados, pero también la vocación del lugar que fue, seguramente, dedicado a prácticas rituales y peticiones para que la caza les fuera propicia. El lenguaje empleado en el texto es de fácil comprensión no sólo para el especialista, sino para el público interesado en el tema, y también vale la pena mencionar que el libro está sustentado en una amplia bibliografía; en este sentido, tiene 52 referencias que van desde Vito Alessio Robles, Aveleyra, Arroyo de Anda, Breen Murray, Mendiola Gal, etc., hasta Flores Ventura, Rodríguez Garza y el doctor Carlos Manuel Valdés.

      La publicación tiene un tiraje muy corto, y esperamos que pronto el autor nos lo haga llegar para su venta en Saltillo, para que aquí se pueda disfrutar este texto, el cual lleva de la mano por la geografía del sitio, por sus paisajes y por el pensamiento mágico–religioso de los antiguos pobladores del norte de México.

      Lorenzo nos habla de un lugar tan sagrado, que hasta la fecha se siguen practicando rituales en el área, en devoción al espíritu del Niño Fidencio. Felicitamos al autor por rescatar este trazo de la historia de los cazadores–recolectores. ¡Enhorabuena!

      Cruces

Recurso 6aa

      Con el descubrimiento de este continente, los españoles y portugueses trajeron su religión, la cual después fue impuesta a los nativos de América, los cuales tenían sus propias creencias y adoraciones.

      Con los primeros arribos de los ibéricos, llegaron los primeros padres, pertenecientes a diferentes órdenes sacerdotales, siendo algunas de las mismas los franciscanos, agustinos e inclusive los jesuitas, que con la espada y la cruz empezaron su cruzada institucional en contra de los nativos: ¡la evangelización!

      “La evangelización en la Nueva España, también llamada por algunos como la ‘Conquista Espiritual’ fue un proceso histórico que implicó mediante la predicación, enseñanza e implantación de la fe católica en los territorios de la Nueva España y la transmisión de la cultura occidental […]” (Wikipedia.)

      Esto viene a cuento porque en infinidad de sitios arqueológicos del norte de México los capitanes, los sacerdotes y los tlaxcaltecas que llegaron allá por el año de 1591 y ya venían evangelizados, y junto con los anteriores grabaron la cruz en sitios sagrados de nuestros nativos, por aquello de reprimir sus diabólicas creencias.

      De allí que un grabado histórico lo representa precisamente la cruz. El símbolo no es exclusivo de los cristianos, es una marca universal que la podemos encontrar en cualquier parte del mundo, pues basta que se crucen dos rectas y ya tenemos una cruz.

      En el catolicismo hay muchas de estas representaciones con diferentes significados, pues podemos encontrar cruces de la pasión, cruces con pedestal, y si éstas son cuatro, se refieren a los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

      En el cañón de San José, en El Pelillal, del municipio de Ramos Arizpe, se localiza una enorme roca de varias toneladas y que está llena de símbolos nativos de arte rupestre, y lo que llama mucho la atención es que la gran roca está “rodada”, es decir, que fue de alguna manera girada, y cuando los europeos grabaron o encimaron los grabados de las cruces, está roca ya estaba así. Los grabados de los naturales quedaron de cabeza, pero no así las cruces. La roca está justo en el lecho pedregoso del arroyo San José, y los grabados son muy abundantes y de buena hechura.

      Hace aproximadamente un mes, allá por marzo de 2021, estuve en dicho lugar en compañía del doctor y arqueólogo Francisco Patiño, de la ciudad de Monterrey, con el cual he salido a mostrarle sitios emblemáticos del arte rupestre de Coahuila.

      Platicando sobre estas cruces, el Dr. Patiño me hizo la observación de que son “patanas”, es decir, con “patas”, también llamadas “patadas” o “cruces pate”, las cuales difieren de otras cruces porque los brazos se estrechan al llegar al centro y se ensanchan en los extremos.

      Esta cruz es importante, pues fue la que usaron los caballeros templarios o de la Orden del Templo.

      En este caso no tengo la menor duda de que algunas cruces pudieran parecerse a la “cruz patada”, por las que hemos localizado en muchos lugares de Ramos Arizpe, por ejemplo. El tipo de cruces localizadas en estos territorios del norte de México lo conocemos como “cruz colonial”, pues de esas fechas data, y se trata de una cruz con triángulos en los extremos, nada que ver con la cruz del templo. No tengo duda de que algunos sacerdotes europeos tenían conocimiento de esa representación, pero no hay grabados que nos confirmen tal cruz.

      Las cruces localizadas en las rocas de Coahuila están relacionadas, podemos afirmar, con la Orden de Cristo, o también con la llamada “portuguesa”.

      Mencionaré algunos sitios icónicos donde existen cruces coloniales: cañón de San José, en Ramos Arizpe; en General Cepeda, las cruces de casi dos metros, en la comunidad de La Puerta, y las de otros sitios que se encuentran en el kilómetro 21 de la carretera 57, en El Tajito, y en Santa Cruz, en El Barril, que antes se llamó “Las Iglesias”. También se observan en Narigua, Fraustro, Saucillo, San Felipe, Presa de los Gutiérrez, etc.

      Don Memo

Recurso 6aa

      Primero don Memo nos mandó por el panteón del ejido, y no dimos con el “apache”. Quizá no entendimos las señas.

      Regresamos al rancho y decidimos documentar la loma que corre paralela a las vías del ferrocarril. Los grabados son muy buenos y dan bastante información de la forma de vida de los nativos de esta región. Como está junto a la comunidad ejidal y a la antigua hacienda de Amargos, se abusó de los grabados históricos y no pocos están vandalizados.

      ¿Pero quién es don Memo? (Guillermo Covarrubias): es un buen hombre que frisa los 77 años. Buena parte de su vida trabajó en Texas, concretamente en Fort Worth, hizo familia allá y uno de sus hijos salió bueno para el futbol americano, Alejandro, quien jugó con los Vaqueros de Dallas, de la NFL, por varias temporadas.

      Don Memo se avecindó desde hace muchos años en la comunidad de San Juan de Amargos, junto a las vías de ferrocarril, y en un enorme jardín que rodea su casa tiene árboles frutales donde cosecha guayabas y toronjas pero, sobre todo, naranjas de un sabor exquisito.

      Don Memo, a su edad, padece algunos males propios de la vejez, entre otros la diabetes y todo un rosario más, que ahora le impiden treparse a la sierra como antes lo hacía. Ha hecho amistad con buscadores de tesoros, con amantes de la paleontología, con rastreadores de vetas minerales, pero también con gente como Ventura y yo, que amamos la naturaleza y los vestigios de las antiguas culturas del desierto. Él también ha sido guía de fotógrafos, cazadores y demás amantes de la prehistoria.

      Don Memo se mueve en una vieja camioneta que gasta mucha gasolina, y el lugar más cercano para cargar combustible se encuentra en la estación de Paredón, poblado que cuenta con tiendas, cantinas, farmacias, pequeños restaurantes y un tianguis