raíces», denota Moustapha Amar. Desde 1979, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado trata de dar respuesta a la necesidad de defender el derecho de asilo y refugio.
Ya a principios de los 90, CEAR se planteó la necesidad de trabajar en los países emisores de refugiados. Esta estrategia requería de un planteamiento global, que además de contemplar la acogida de refugiados y la integración en España de los mismos, trabajase en las causas que motivan el desplazamiento, que en la mayor parte de las ocasiones son la pobreza y la violación de los derechos humanos. Es a partir de este análisis cuando se creó la Fundación CEAR, que nació con la finalidad de cooperar con las políticas preventivas en la erradicación de los problemas y las realidades que fuerzan a abandonar sus países a millones de refugiados y desplazados en el mundo. Su misión, que ejemplifican en Senegal personas como Yayi Bayam Diouf y su colectivo de mujeres, es combatir el desarraigo y mitigar las causas y consecuencias de la inmigración irregular, de poblaciones vulnerables o en riesgo de exclusión en África, por medio de la promoción de asentamientos estables, sostenibles, seguros y productivos, y el acompañamiento de las dinámicas de desarrollo inducidas por las migraciones.
V. Una cruzada para salvar el pulmón del planeta (octubre de 2008)
En pleno ‘pulmón’ del planeta, como así se conoce a la selva amazónica, un grupo de pueblos indígenas tratan de salvar su identidad frente a los poderosos intereses económicos, que no dudan en recurrir a la violencia para conseguir un trozo de tierra que desde hace siglos ha estado ligada a aquellos. Haciendo suyas las reivindicaciones de los más débiles en este conflicto se haya el jesuita palmero Fernando López, quien desde hace más de dos décadas lleva trabajando en pos de las comunidades indígenas, riberiñas y de las periferias urbanas de la región amazónica. Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1960, el hermano Fernando comenzó a formar parte de los grupos juveniles de la parroquia de San Francisco de Asís de la capital palmera y de las comunidades que en ella funcionaban.
Fue en aquellos años de juventud y dinámica parroquial, bajo la dirección espiritual de Juan Pérez Álvarez, cuando confiesa que nació su inquietud misionera de estar junto a los pobres. «Siempre varias preguntas me acompañaban: ¿Por qué unos tenemos que nacer con todo y otros sin nada? ¿Es simplemente una cuestión de suerte? ¿Por qué este mundo es tan desigual e injusto? ¿De qué lado te sientes llamado a posicionarte solidariamente? ¿Con quién quieres gastar tu vida?», se cuestionaba el joven jesuita canario, quien reconoce que «mi familia siempre me acompañó en este proceso de búsqueda inquieta y de discernimiento». Pese a todo, Fernando López viajó hasta Sevilla para estudiar Física, con el objetivo de poder emplear esos conocimientos algún día en ayuda de los más desfavorecidos del planeta. Y a fe que así lo hizo. Con apenas 25 años llegó como misionero a Paraguay, donde entró en el noviciado de los Jesuitas. «Era el tiempo de dictadura militar de Stroessner. Allí formamos parte de los grupos de no-violencia-activa contra la dictadura, y junto con otros jóvenes fundamos SERPAJ, el denominado Servicio de Paz y Justicia Paraguaya», relata el religioso palmero.
«Toda mi formación como jesuita fue en América Latina, Paraguay y Brasil». Su inquietud, no obstante, no solo se basó en la ayuda a los demás, también se dirigió hacia el estudio. No en vano, el hermano Fernando López está a punto de terminar la carrera de Antropología. «En Paraguay aprendí guaraní, y también he trabajado los últimos años con los niños de la calle en Belo Horizonte, Brasil, y en el basural de Asunción, en Paraguay», incide el jesuita, quien subraya que más de tres cuartas partes de la población de estos países viven por debajo del umbral de la pobreza. Desde 1998, su labor se centró en la Amazonía brasileña y los pueblos indígenas de la región. «Formo parte del llamado Equipo Itinerante, un grupo interinstitucional que apoya a las comunidades indígenas, riberiñas y de las periferias urbanas de la región amazónica». «Ahora estamos apoyando toda la lucha por la tierra de los indígenas de la Raposa Serra do Sol, en Roraima, en la frontera con la Guyana inglesa y Venezuela», recalca Fernando López, quien todavía hoy sigue haciéndose numerosas preguntas sobre el modelo de sociedad actual en el que vivimos.
La zona de Roraima es muy codiciada por un grupo de empresarios arroceros que, en connivencia con el poder político local y parte del judicial, se niegan a dar por perdidos los casi 17.000 kilómetros cuadrados que conforman la tierra indígena brasileña de Raposa Serra do Sol. Con total impunidad, en los últimos meses se han sucedido los ataques con armas de fuego y bombas caseras o amenazas de muerte por estos empresarios, que tratan de arrebatar y expulsar de su hogar a los casi 19.000 indígenas makuxí, wapixana, ingarikó, patamona y taurepang que habitan la comarca.
PRESIONES
Las presiones y ataques, que se han cobrado la vida de más de una veintena de personas, no son nuevos para estos pueblos originarios, a quienes sucesivos intentos de invasión a lo largo de los dos últimos siglos los han situado en una posición de defensa constante. Así lo ratifica el Consejo Indígena de Roraima (CIR), quienes explican cómo desde la década de los 70 hasta nuestros días, se han sucedido los asesinatos de más de una veintena de sus líderes hasta que, en abril de 2005, el Gobierno brasileño homologó Raposa Serra do Sol —reconoció el derecho originario de los indígenas sobre esta tierra—, además de registrarla, completando y cerrando así la totalidad del proceso jurídico. Y ello conforme a la determinación de la propia Constitución brasileña, que ya reconoce a los pueblos indígenas el uso exclusivo de las tierras habitadas tradicionalmente por ellos; por no hablar del amparo del derecho internacional, representado por el Convenio 169 adoptado por la Organización Internacional del Trabajo en 1989. Sin embargo, la ley no parece ser obstáculo para los poderes fácticos y económicos de la zona, máxime cuando los cultivos de determinados cereales para la producción de biocarburantes se han revalorizado hasta límites extraordinarios, así como el precio del arroz, que ha adquirido niveles desorbitados.
Según afirma Greenpeace, en el Amazonas se han venido destruyendo en los últimos tres años hasta 70.000 kilómetros cuadrados de selva, el equivalente a seis campos de fútbol por minuto. Gran parte de esta destrucción se debe a la expansión de cultivos intensivos. Ante esta situación, Fernando López y los indígenas han alzado la voz, con el objetivo de reivindicar el oxígeno necesario para el pulmón del planeta.
En una carta fechada el 9 de abril que han hecho llegar a la prensa dicen: «Durante años hemos sufrido un doloroso proceso para reconquistar nuestras tierras y creíamos que el estado brasileño haría realidad los derechos humanos de los pueblos indígenas».
VI. Rebajas en tiempos de crisis (septiembre de 2008)
Constructoras, comerciantes, autónomos, familias, Organizaciones No Gubernamentales... Solo unos pocos privilegiados parecen haber escapado de las terribles zarpas de la crisis económica, que desde principios de año sacude a tres cuartas partes del planeta. En España, y a pesar de que el Gobierno se empeña en pasar de puntillas sobre el término maldito, proliferan las medidas de choque para paliar una situación que está ahogando a muchos ciudadanos y que amenaza con prolongarse en el tiempo. Y el oficio más viejo del mundo no es una excepción.
La prostitución, de la que viven en Canarias varios miles de personas, también se ha resentido por la recesión. Lo confirman las propias trabajadoras del sexo y miembros de organizaciones asistenciales que trabajan con estos colectivos en el Archipiélago, con los que contacté para elaborar una radiografía del momento actual. El método es bien sencillo. Basta con llamar a algunos de los cientos de anuncios publicitarios que diariamente copan los medios de comunicación de las Islas, así como las muchas páginas web que circulan por la red de redes. Para preservar la identidad de las personas, a la mayoría les daremos nombres ficticios, porque, según confiesan «hay que seguir comiendo de esto». «Mi amor, si es que hay días que no llama nadie, y me paso las horas sola», confiesa Natalia, una meretriz de origen sudamericano que opera en Santa Cruz de Tenerife. Esta joven hetaira, que anuncia sus servicios en la prensa local y en varias páginas de Internet, realiza un análisis pormenorizado del mal momento que está atravesando el sector.
«En la Península se notó mucho la huelga de los camioneros, sobre todo en los clubes. Yo me lo hago por mi cuenta, que