Diego René Gonzales Miranda

Identidad Organizacional


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y la experiencia. De un lado, el yo es la respuesta inmediata de un individuo a otro, el aspecto no calculable, imprevisible y creativo del sí mismo. Las personas no saben con antelación cómo será la acción del yo, no se es totalmente consciente de él, tan solo cuando se ha realizado el acto. Y de otro, el yo reacciona contra el que es el conjunto organizado de actitudes de los demás que uno asume, es la adopción del otro generalizado –actitud del conjunto de la comunidad hacia –; las personas son conscientes del pues implica la responsabilidad consciente.

      El autor tiene una concepción moderna de las instituciones sociales, que constriñen a los individuos, a la vez que les capacitan para ser creativos.7 Albert y Whetten (1985) enfatizan el concepto de yo de Mead para formular la definición de identidad y las relaciona con la percepciones del sí mismo formado por los otros. La aportación de Mead es considerar que el sí mismo se forma en el proceso de interacción social y de comunicación, donde entonces puede concebirse como un desarrollo social, al participar en las actividades, y como la capacidad de reflexionar sobre las experiencias que internaliza.8

      El sociólogo y escritor norteamericano Erving Goffman (1989) estudió las unidades mínimas de interacción entre las personas, centrando su atención en grupos reducidos, diferenciándose de esta manera de la mayoría de los estudios sociológicos que se habían hecho hasta el momento a gran escala. Estudió la influencia de los significados y los símbolos de la acción e interacción humana. Goffman plantea el desarrollo de un sí mismo que realiza actuaciones estratégicas dependiendo de los escenarios y recursos disponibles. La identidad para el autor aparece como una construcción subjetiva de los actores sociales y les aporta una capacidad de actuación frente a las estructuras del mundo social.

      Goffman equipara la interacción social con el desempeño dramatúrgico. Como en una obra de teatro los actores conspiran con su audiencia para que sean testigos de su desempeño, así la identidad, sugiere este autor, es un desempeño y las habilidades de los actores resultan relevantes para controlar o manejar las impresiones que se dejan en los otros. Por lo tanto, los otros en las definiciones de Cooley y Mead vienen a ser la audiencia para Goffman dentro de la metáfora que plantea, permitiendo introducir a los stakeholders dentro del debate (Hatch y Schultz, 2004).

      Goffman (1989) se aleja de las ideas de Mead sobre el sí mismo, en particular con su análisis de las tensiones entre el yo espontáneo y el , y las actitudes o constreñimientos sociales. Existe una tensión entre lo que las personas esperan que se haga y lo que se quiere hacer espontáneamente. Las personas actúan para sus audiencias sociales con la finalidad de mantener una imagen aceptable del sí mismo, por lo tanto, en diferentes situaciones (escenarios) los individuos presentan imágenes distintas. Goffman se centró en la dramaturgia como un modelo social que le permite analizar esta presentación, adoptó una perspectiva de la vida social como si esta fuera una serie de actuaciones dramáticas que se asemejan a las representadas en el escenario y no creía que el sí mismo fuera una posesión del actor; lo consideraba como el producto de la interacción dramática entre el actor y la audiencia. Este autor analizó las situaciones como si las interacciones sociales fueran representaciones, desmenuzando sus distintos componentes y su efecto en la interacción entre el actor y la audiencia.9 El sí mismo aparece como la apariencia que el actor muestra (una máscara) y que manipula para dar cumplimiento al desarrollo de la presentación.10

      Desde esta perspectiva, y en contraste con Cooley y Mead, la identidad deriva de las formas en que los otros consideran el sí mismo. Goffman, describe no cómo las imágenes de los otros son transformadas en identidad (propuesto por Cooley y Mead), sino cómo la identidad puede ser satisfecha comunicándose por los otros a través de la impresión del management. En su texto “The arts of impression Management”, no solo describe la manera en que los individuos impresionan a otros, sino cómo los otros conspiran con el individuo para ayudarlo la mantener satisfecha sus relaciones sociales. Goffman también nota que el contexto de intercambio entre los actores y la audiencia, toma un lugar que provee expectaciones compartidas y da directrices para el desarrollo.

      Locke y Hume definen la identidad como un mecanismo psicológico que tiene su principio no en la unidad sustancial del yo, sino en la relación que establece la memoria entre las impresiones continuamente cambiantes: el presente y el pasado. De esta manera, la identidad no es más que una construcción de la memoria. Esta reflexión, si bien filosófica, fue aceptada sustancialmente por la psicología la cual habla de identidad y crisis de identidad de acuerdo con la solidez o fragilidad de dicha construcción haciendo referencia únicamente a la identidad personal, a su existencia continua a pesar de cambios o funciones (Galimberti, 2002).

      Carl Jung realizó algunas reflexiones en torno a una igualdad inconsciente y a priori con los objetos, estableciendo un tipo de identidad donde se establecen ciertos prejuicios ingenuos y en la cual la psicología de una persona es igual a la de las otras. En cuanto a la identidad consciente, esta representa la reflexión que hace el sujeto sobre su propia continuidad temporal y su diferencia con los demás.

      Por su parte, Henri Tajfel y John Turner (1979) desarrollaron la teoría de la identidad social11 enfocándose en la identificación dentro y fuera de los grupos, en el etnocentrismo competitivo y en el negativo estereotipo entre los grupos sociales. Proponen una teoría social de identidad contraponiéndola con la entonces idea dominante en la psicología social referida a que la moral del grupo, la cohesión y la cooperación son estrictamente productos de la competencia intergrupal. Estos autores observaron que la identidad dentro de los grupos puede operar independientemente de la competición. Otros psicólogos sociales asumen que hay una fuerza motora detrás de la identificación grupal.

      Sus investigaciones muestran el poder que tiene un grupo pequeño, esto es, el simple nombre de algún miembro del grupo es suficiente para crear distinciones dentro y fuera del grupo, lo cual sugiere que la construcción de la identidad de las organizaciones juega un rol en la creación de la competencia; precisamente aquello que investigadores anteriores asumieron como producto de la identidad grupal.

      Taifel y Turner proponen una categorización social como la base de la definición de un grupo:

      [...] los individuos interesados se definen a ellos mismos y son definidos por otros como un grupo. Podemos conceptualizar un grupo como una colección de individuos quienes se perciben a sí mismos como miembros de la misma categoría social, comparten las mismas emociones que los envuelven en esta común definición de sí mismos, y logran un cierto grado de consenso social acerca de la evaluación de su grupo y de sus miembros. (1979, p. 40)

      Los autores creen que la identidad social está basada en el deseo individual de una mejor autoestima mediante los procesos de comparación social, resaltando las diferencias individuales de sí mismos y la forma positiva o negativa de la evaluación al interior y al exterior de los grupos. Esta diferenciación es explicada mediante la comparación con los otros y significa que dicha distinción está fundamentada por la competición intergrupal.

      Marilyn B. Brewer y Wendi Gardner (1996) combinan la distinción entre la identidad personal y social propuesta por Cooley y Mead, con la distinción de Marcus y Goodman (1991) entre independiente e interdependencia. De acuerdo con estos autores, la identidad personal diferencia el self con los otros. La identidad relacional refleja la asimilación individual de los otros en particular mientras que la identidad colectiva manifiesta la asimilación significativa de los grupos sociales. Brewer y Gardner afirman que estas diferencias coexisten en el mismo individuo, pero se activan en diferentes contextos y en tiempos diferentes.

      Inicialmente la identidad étnica era entendida como una concepción del mundo particular exenta de cambios o modificaciones. Posteriormente, dicha postura fue deslegitimada, llegando a negar toda posibilidad de entenderla como un conjunto