María Francisca Sierra Gómez

365 días con Jesús de Nazaret


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Urge la misión, pero tienes mucho que aprender de Jesús. Dirígete a él y aprende la forma de comunicar su mensaje.

      Enséñame, Jesús. Ayúdame, María. Necesito fuerza, entusiasmo, alegría y valor para comunicarte y atraer a otros a ti. Necesito curar, liberar... Pero sin tu ayuda no puedo hacer nada. En tus manos pongo mis afanes y la entrega para ser tu testigo.

       13 de febrero Una jornada con Jesús

      Hoy se nos invita a pasar un día con Jesús. Obsérvale, acompáñale y aprende de él en un día de sábado. Ha estado en la sinagoga, ha curado a un endemoniado, cura a la suegra de Simón: «Al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta... Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre y se le pasó» (Lc 4,38-39). Atiende a toda clase de enfermos que le llevan y temprano se va a un lugar solitario a orar con su Padre. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto (Lc 4,42). Así es la vida diaria de Jesús.

      Tenemos que aprender mucho de su vida. Tenemos que observarle, seguirle, escucharle... Ir a Jesús como estos enfermos que le buscaban porque era su consuelo en las penas, porque les enseñaba el lenguaje del amor, porque les aconsejaba, porque palpaban su cariño.

      Observa cómo es tu jornada diaria: ¿acudes al encuentro con Dios, curas, liberas? ¿Buscas a Jesús con el mismo afán que estos enfermos que no le dejan? ¿Vives pensando en hacer el bien a todo el que necesite de tu cariño y ayuda? No pases la vida sin escuchar a Jesús. Llena tu vida de servicio, de trato con Dios y de alegría de hacer el bien.

      Hoy quiero estar contigo, acompañarte, sentirte, observarte y ver cómo actuabas. Quiero buscarte con el mismo afán que estos enfermos del Evangelio. Necesito que impongas tus manos sobre mi vida. Quiero retirarme en la soledad y pasar ratos contigo pidiéndote fuerza. Deseo imitarte, ser como tú eres y vivir como tú vives.

      14 de febrero

      «Rema mar adentro»

      ¡Maravillosa escena! No pierdas ni un detalle. Pedro y Andrés, Santiago y Juan eran ya discípulos de Jesús, pero de forma espontánea y ocasional, y él quiere que su decisión sea firme y definitiva.

      «Rema mar adentro» (Lc 5,4), le dice Jesús a Simón, que se decide a ir a pescar. No cogen nada y Simón duda. Jesús le insiste y se llenan las redes de gran cantidad de peces. Ante el asombro de Simón, Jesús pronuncia las palabras más profundas: «Apártate de mí, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). La reacción de Jesús es sorprendente: «No temas...», le contesta. Y, lo más maravilloso: «Y dejándolo todo, le siguieron». ¡Qué lecciones tiene esta escena!

      Jesús hoy te insiste: «Rema mar adentro» (Lc 5,4). Lánzate a la misión. Necesita que te adentres, necesita entrar en tu intimidad y decirte: «No temas. Yo te enseñaré. Yo estaré contigo». ¡De cuántas cosas tendrás que alejarte! ¡Son tantos los ruidos, las prisas que te rodean y envuelven tu vida! Confiado en la palabra de Jesús, podrás echar las redes y bogar mar adentro. Sí, no te canses de remar.

      Jesús, ayúdame a «remar mar adentro». Ayúdame a no tener mis redes recogidas e inactivas. Socórreme, que necesito de ti, porque soy un pobre pecador. Te seguiré donde quieras que vaya.

       15 de febrero La llamada

      Es de admirar la prontitud del seguimiento cuando Jesús les dice: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres» (Mc 1,17) y ellos «inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mc 1,18). ¡Qué lección tan ejemplar en el seguimiento de Jesús! Dejar todo. Contempla la escena con detenimiento y trasládala a tu vida actual. El Señor nunca se deja vencer en generosidad y a estos hombres les ofrece: «Os haré pescadores de hombres» (Mc 1,1).

      Hoy se te invita, a través de esta escena, a que recuerdes tantas llamadas del Señor que inundan tu vida y, entre ellas, alguna que te haya marcado de manera especial. ¿Qué has hecho con esas llamadas? ¿Te das cuenta de las señales de Jesús que marcan tu vida? ¿Eres capaz de comunicar a los demás: «Venid, porque el Señor me ha llamado»? ¿Te sientes llamado a evangelizar? No, no puedes quedarte parado. Tienes que dejar tus redes, tu posición cómoda y responder con rapidez y generosidad. Urge seguir a Jesús y comunicar su Buena Noticia. Deja de una vez las redes que atan tu vida.

      Señor, quiero seguirte y estar contigo en mi vida íntima y personal. Quiero seguirte en mi forma de darte a conocer. Ayúdame en mi falta de decisión, mis cobardías, mi forma cómoda de vivir. Confío en ti. Confío en tu Madre y sé que me daréis fuerza para «ser pescador de hombres» y para «darte a conocer». Este es mi único afán: dejar mis redes y seguirte con alegría.

       16 de febrero ¡Señor, límpiame!

      Estás ante la bellísima oración del leproso que acude a Jesús y le pide, con suma necesidad de curación, que le limpie de su lepra. «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mt 8,2). Comienza reconociendo que está muy enfermo y en actitud de súplica le dice: «Si quieres, puedes limpiarme» (Mt 8,2). No le dice: «Límpiame», no, sino: «Si quieres». ¡Qué actitud de humildad y de necesidad vital! ¡Qué confianza y seguridad en Jesús! Aprendamos la lección.

      Este es el modo de dirigirte al Señor, de reconocer tus debilidades, tus carencias e impotencias. Reflexiona con el leproso: ¿cómo es tu oración de súplica? ¿Reconoces tu miseria, el sentirte muy pobre y necesitar del Señor, de su curación?

      Sabes con toda seguridad que si Jesús toca tus lepras, quedarás no solamente limpio, sino muy limpio y sano. Sabes que el corazón de Jesús no puede aguantar ver enfermedades a su alrededor, pero solamente quiere que acudas a él con fe, y oirás: «Quiero, queda limpio» (Mt 8,3).

      Pidámosle ante nuestras lepras: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Límpiame, cúrame. ¡Tengo tantas lepras! Sé que todo lo que tocas, lo limpias. Toca mi vida. Toca mi forma de pensar. Toca mi forma de hablar. Toca mi forma de actuar. Dame las mismas disposiciones del leproso: mucha fe, mucha necesidad de curación, mucha seguridad en ti. Madre nuestra, auxilio de pecadores, ayúdame en mi debilidad.

       17 de febrero «¡Levántate!»

      ¡Cuánta bondad destila este texto! Es la plena manifestación del amor y de la misericordia del Padre. En primer lugar, la fe de estos hombres que llevan en la camilla al paralítico y la fe de este hombre que está inválido. «Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa». Se puso en pie y se fue a su casa (Mt 9,6).

      ¡Cuántas veces necesitas que te liberen de tus camillas, que te hagan caminar, que te hagan vivir! Necesitas oír de Jesús en tu vida: «¡Ánimo, hijo! Tus pecados, tus debilidades están perdonadas» (cf Mt 9,6).

      Otra gran lección es el agradecimiento por la seguridad que tienes al experimentar que Jesús siempre, siempre está junto a ti para sacarte de tus situaciones de parálisis. Esta seguridad te genera mucha alegría. Pero, ¿cuáles son tus ataduras que no te dejan caminar? ¿Por qué no acudes con más frecuencia a Jesús? ¿Cómo estás de confianza en Jesús? Contempla desde el corazón de Dios tu vida y todo lo que te paraliza.

      Dile con fe: Jesús, aumenta mi fe. Alimenta mi confianza en ti. Haz que sienta el perdón y oiga muchas veces en mi interior: «¡Ánimo, hijo! Tus pecados están perdonados». Que necesite oír tu palabra y tu fuerza sanadora. Necesito tu consolación, tu fuerza y tu palabra de salvación. Que tu Madre acoja mi oración y me ayude en mis parálisis.

       18 de febrero «¡Sígueme!»

      Hasta ahora Jesús ha llamado a unos hombres normales para seguirle, pero ahora decide llamar a Mateo, un recaudador de impuestos para Roma, y este tipo de personas eran consideradas pecadoras. La voz de Jesús llega a los oídos y al corazón de este publicano, que recibe la invitación de Jesús a seguirle. Y, ¿qué hace Mateo? Se levanta, dejándolo todo, y lo sigue.

      Tú también oyes al Señor que te dice: «Sígueme». ¿Serás capaz de hacer lo mismo? Aprende la lección. Cuando Jesús te llama y te muestra el camino, tienes que dejarlo todo y seguirle con alegría, como hizo Mateo.