Juan Carlos Padilla Monroy

Los bordes del tiempo


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social está relacionado con una sociedad altamente competitiva y cuyo eje rector es el dinero; por su parte, el motor cultural se relaciona con la ausencia, en el mundo contemporáneo, de una idea de trascendencia. Por otro lado, también podemos hallar la causa en la promesa de la modernidad, con respecto a la posibilidad de ser y hacer casi cualquier cosa en esta vida. Finalmente, el motor estructural consiste en la asimilación de la aceleración en la vida cotidiana, pues si todo se mueve con mayor velocidad, la única manera de mantener el ritmo es moverse cada vez con mayor velocidad. Cuando todo alrededor cambia, las personas se ven forzadas, estructuralmente, a cambiar con el entorno.

      De este modo, llegamos al corazón de la teoría que propone Hartmut Rosa, pues si reconocemos y aceptamos las causas de la aceleración, debemos preocuparnos por las consecuencias y las posibles salidas al problema; es ahí donde surge la denominada desaceleración social, que consiste en una respuesta consecuente, a veces natural y a veces voluntaria, frente al fenómeno social.

      El autor propone cinco formas de desaceleración e inercia. Es necesario advertir que el fenómeno desaceleratorio es consecuencia de la propia aceleración, razón por la cual ambas fuerzas, aceleración y desaceleración, no están en balance, pues la primera engendra la segunda. Por su cuenta, las formas de desaceleración social son una crítica y un análisis de las formas de aceleración, pues no todas las cosas del mundo se aceleran o pueden acelerarse, y la velocidad misma, intrínsecamente, tiene límites.

      El fenómeno de aceleración se observa sobre todo en las ciudades. No todas las regiones del mundo se aceleran de la misma manera ni al mismo ritmo, pero debemos reconocer que la aceleración social no es un fenómeno que afecta sólo al mundo que habitamos, sino también al modo en que nos relacionamos con él y, necesariamente, a nosotros como parte del mundo en que vivimos. Desde la rebelión de Ned Ludd en el siglo xvii y hasta nuestros días, hay personas que resisten a los cambios sociales, ya sea de manera individual o de manera organizada. El Hartmut Rosa de sus primeros trabajos pensaba que la inercia de aceleración no tenía freno posible, sin embargo, en el último libro, Resonancia, ofrece una respuesta más optimista frente la posibilidad de poner un freno, o quizá, lograr un cambio.

      La segunda parte del libro elabora una crítica inter y transdisciplinaria de la teoría de la aceleración social de Hartmut Rosa con el objetivo de enriquecerla y fortalecerla, pues consideramos que el trabajo es esencialmente correcto, pero puede refinarse con el apoyo de otros autores contemporáneos que han hecho observaciones en torno al tiempo dentro de sus respectivos análisis sobre la modernidad. Para ello, hemos optado por adoptar algunas categorías relacionadas con la temporalidad en otros autores y generar algunas propias, de manera que podamos entablar un diálogo siempre constructivo con nuestro autor.

      El libro toma el nombre Los bordes del tiempo porque, para hablar de la temporalidad, es necesario revisar, como lo propone John Searle desde la filosofía del lenguaje, sus aspectos ontológicos y epistémicos. El análisis del tiempo es complejísimo, pues implica no sólo la comprensión ontológica del sujeto que tiene un tiempo existencial, sino también la revisión del tiempo del mundo que habita, un mundo que, a su vez, transforma al sujeto y es afectado por éste; asimismo, debemos abordar la epistemología del tiempo, desde su percepción hasta su medición, para delimitar sus bordes. Por si fuera poco, estamos ante una noción tanto abstracta como concreta, en ocasiones superficial y por momentos dramática.

      La teoría de la aceleración social no delinea los bordes del tiempo, simplemente asocia observaciones sociológicas con argumentos filosóficos; en este libro proponemos establecer los bordes del tiempo a partir de la teoría de Rosa con el fin de comprender los límites del tiempo mismo y de la teoría dentro de dichos límites.

      La complejidad propia de la teoría impide abordar todas sus aristas, pero muchos otros pensadores contemporáneos exploran aspectos relacionados con la aceleración social; considerando lo anterior, en nuestro estudio son pertinentes desde los filósofos Searle y Byung-Chul Han, hasta sociólogos como Zygmunt Baumann o Pierpaolo Donati, pasando por pensadores más polifacéticos como Iván Illich y Steven Pinker, el economista Serge Latouche, el científico Carlo Rovelli o la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt –de la que el mismo Rosa se ha convertido en pionero desde una nueva forma de comprenderla–, sin olvidarnos nunca de los clásicos, que constituyen la base del pensamiento occidental. Todo lo anterior desde la comprensión de que no son los únicos autores con quienes se podría dialogar un fenómeno tan importante como éste, particularmente a partir del año 2020 en que la forma de relacionamos con el mundo está cambiando.

      Una de las ventajas de analizar los aspectos ontológicos del tiempo es que nos permite abrir la teoría de Hartmut Rosa hacia una idea de trascendencia (que también precisa su propia temporalidad) no presente en su obra, en buena medida, porque es heredera de la tradición filosófica heideggeriana que contempla al ser-en-el-mundo como uno limitado por el mundo mismo, un ser para la muerte sin más destino que la muerte misma.

      A pesar de que la idea de trascendencia escapa a la teoría de la aceleración social, el propio Hartmut Rosa comprende que la religión es un aspecto importante para que la persona tenga cabal serenidad en el mundo; independientemente de la que se profese, el espíritu humano halla una paz que permite pausar la vida cotidiana y despliega la posibilidad de que el ser humano se pueda replantear su existencia en el mundo.

      Además de la religión, el propio autor a lo largo de su obra menciona las ideas de estrategia y de resonancia, nociones que reconcilian la negatividad del discurso de Rosa con la posibilidad de una buena vida. Por un lado, la estrategia consistiría en asumir la aceleración del mundo y aprovecharla en propio beneficio, pues el aumento en la velocidad de ciertas actividades puede ser provechosa. Los cambios de ritmo, como cuando corremos o hacemos ejercicio, pueden ser benéficos; una estrategia de aceleración con un objetivo claro sería la forma inteligente de acelerar y frenar el ritmo de la vida intencionalmente. Por su parte, la resonancia consiste en la posibilidad de comunicar a los otros la problemática del sistema inercial de aceleración, de modo tal que cada uno pueda tomar sus propias decisiones para modificar el ritmo de su vida. Si los seres humanos cambian inercial e intencionalmente sus ritmos vitales, necesariamente el sistema institucional del mundo cambia también. Estas tres categorías serían el término medio entre los procesos de aceleración y sus efectos desaceleratorios.

      Además de considerar las categorías religión, estrategia y resonancia que el autor contempla, aunque no desarrolla, realizamos una crítica a la teoría de la aceleración social e incorporamos cinco categorías de reflexión adicionales que ayudarían a dar respuesta a la pregunta central de la teoría sobre la buena vida y la manera en que vivimos el tiempo. La primera de las categorías es la contraproductividad, que puede entenderse como la condición adquirida por una herramienta cuando ha perdido la razón por la cual fue creada, o bien, como la herramienta, que es un medio para la obtención de un fin, y se convierte, en sí misma, en un fin.

      En el análisis histórico de la condición humana observamos que el ser humano ha modificado su manera de relacionarse con el trabajo, pasando de un animal laborans que debe realizar un trabajo físico que le exige extenuarse, hasta un homo faber que diseña herramientas para facilitar su trabajo. El ser humano debe impedir que sus herramientas, diseñadas para facilitar sus actividades lo regresen a una condición de animal laborans. Esto ocurre cuando dichos objetos se convierten en fines, o bien, al producir más trabajo del que prometían facilitar; en otras palabras, cuando se vuelven contraproductivos.

      La segunda de las categorías que sirven como crítica a la teoría de la aceleración social de Hartmut Rosa es la desincronización. Esta categoría se desprende de la aceleración tecnológica, pues las nuevas herramientas que, en teoría, facilitan la vida del ser humano, permiten la sensación de control del tiempo; sin embargo, si las herramientas tecnológicas son contraproductivas, lo que tenemos en realidad es (des)control del tiempo. La desincronización surge cuando se pierde la unidad espaciotemporal en los aspectos subjetivos del tiempo, ontológico y epistémico, y trae como consecuencias la insatisfacción del goce del presente, la impresión de que no se tiene la buena vida que se persigue.

      El problema con la desincronización es que rompe la continuidad del tiempo, el ser se encuentra presente espacialmente, pero ausente