Juan Carlos Padilla Monroy

Los bordes del tiempo


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están reguladas, coordinadas y dominadas por un preciso y estricto régimen temporal que no está articulado en términos éticos’.[19]

      Por este motivo, dicho autor insiste en la necesidad de incorporar a los estudios sobre la modernidad la variable de la temporalidad, pero precisamos, hay que hacerlo tanto en el ámbito sociológico como en el filosófico para abarcar un espectro más amplio de complejidad, pues la falta de comprensión de la complejidad de estos estudios dificulta la elaboración de una teoría. Siguiendo al sociólogo Werner Bergmann, respecto a la necesidad de conexiones entre los fenómenos de los diferentes ámbitos de la vida cotidiana, Rosa comenta:

      Debemos admitir también que, así como no hay conexiones entre las diferentes teorías sociales, tampoco las hay en el ámbito filosófico. Muchos autores han hablado sobre la temporalidad, algunos de ellos conectan entre sí de manera interdependiente, pero cada uno busca explicar la temporalidad en sus propios términos, es decir, ajustando los conceptos en beneficio de sus propios sistemas de pensamiento.

      Como se puede leer en la cita anterior, la conexión más elemental de la temporalidad es la dicotomía entre el tiempo del mundo y el tiempo de la vida, y es en esta dicotomía donde juzga Rosa que no se ha conseguido una conceptualización más eficiente. Por lo anterior, resulta indispensable estudiar ambos parámetros, objetivos y subjetivos, para abarcar la complejidad del mundo a partir de la viable temporal, y hacerlo desde los ámbitos filosófico y sociológico. Para ahondar más al respecto, haremos un breve análisis.

      Objetivamente hablando, podemos encontrar cuatro maneras de medir la velocidad de las acciones cotidianas:

      1 La aceleración de las acciones mismas; por ejemplo, caminar, comer o leer más rápido, etcétera.

      2 La reducción o eliminación de actividades cotidianas; por ejemplo, comer en la oficina, eliminar la siesta, solicitar informes ejecutivos, etcétera.

      3 Acciones que se realizan de modo simultáneo (multitasking), como trabajar y escuchar música, ver televisión y hablar por teléfono, cocinar y usar aplicaciones móviles, etcétera.

      4 El cambio de actividades que requerían tiempo por actividades que lo ahorran; por ejemplo, en lugar de cocinar pedir una pizza, en lugar de caminar “pedir un Uber”, en lugar de pasear al perro pagar a un paseador, etcétera.

      Subjetivamente hablando, el tiempo se mide como experiencia del tiempo y, aunque su medición es más compleja, no deja de ofrecer datos útiles y medibles objetivamente:

      La conclusión del dato expuesto anteriormente muestra que hay una sensación generalizada de que el tiempo escasea, a pesar de la evidencia del incremento del tiempo libre. En ese sentido, afirmamos que la paradoja de la temporalidad tiene un matiz subjetivo con base en una evidencia objetiva.

      Esta paradoja de la temporalidad produce el temor por “perder el tiempo” y/o “no aprovechar el tiempo”; la gente desea naturalmente una vida llena de experiencias, pero se frustra al no poder alcanzarla en lo que coloquialmente llamamos círculo vicioso, o bien, en términos de Hartmut Rosa, como en la rueda de un hámster (hamster wheel).

      La inercia cultural, a la que haremos referencia más adelante, fuerza al ser humano a acelerar el ritmo de su vida para alcanzar la plenitud que ha imaginado, pero el mundo tardomoderno, en su complejidad, impide que los individuos logren su objetivo y los lleva a incrementar sus frustraciones. Esto es lo que Rosa ha denominado como slipping slope syndrome.

      Una de las dificultades que atraviesa la medición de la experiencia del tiempo consiste en que, para algunas personas, invertir el tiempo en ciertas actividades, pensemos acudir a una ópera, es una experiencia radicalmente distinta a la que otros pueden tener. Una forma de definir este fenómeno podría ser como experiencias cortas y experiencias largas de tiempo; por ejemplo, el tiempo que representa ver televisión o jugar videojuegos resulta en una experiencia corta con una inversión larga de tiempo. Lo mismo ocurre con Facebook y otros servicios de red social, donde un usuario percibe que pasa poco tiempo viendo los contenidos publicados, pero en realidad invierte mucho en ellos, casi siempre acompañado por cierta preocupación o arrepentimiento por un “mal gasto de tiempo”.

      Está incrementando el número de personas preocupadas por lo que hemos denominado de manera general paradoja del tiempo. No sólo sociólogos como Hartmut Rosa y sus colegas alemanes, también filósofos como Byung-Chul Han e incluso economistas como Serge Latouche han escrito sobre la materia en las obras El aroma del tiempo, en el caso del primero, y La era del decrecimiento y Salir de la sociedad de consumo, en el caso del segundo. Esta tendencia nos lleva a pensar que se hablará sobre aceleración social, en éste o en otros términos, a lo largo del presente siglo, pues la dinámica social misma va empujando a ello desde diferentes perspectivas de estudio. La principal preocupación de las personas que han comentado esta paradoja gira en torno a la necesidad de encontrar una solución para desacelerar la vida humana.