Juan Carlos Padilla Monroy

Los bordes del tiempo


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tecnológica no se ejecuta de manera uniforme lineal, sino que viene en oleadas, encontrando continuamente obstáculos, resistencias y contramovimientos que pueden ralentizarlo, interrumpirlo o incluso revertirlo temporalmente [...] a casi todos los picos de aceleración les sigue un discurso de aceleración y desaceleración en el que, por regla general, el llamado a la desaceleración y el deseo nostálgico por el perdido ‘mundo lento’.[3]

      Cada una de estas oleadas de aceleración, cada una de estas fases de industrialización ha tenido sus propios impulsores y detractores, así como sus consecuencias sociales; para poner un ejemplo, imaginemos la enorme cantidad de regulaciones gubernamentales que trajo consigo la aparición de los automóviles, o el cambio en los hábitos de la vida cotidiana con la comercialización de los televisores, por no hablar de las transformaciones en los procesos cognitivos en la era digital. Hartmut Rosa aborda algunas de estas problemáticas, particularmente la que tiene que ver con la imposibilidad de atender la creciente demanda de regulaciones que la sociedad necesita en contraste con la velocidad de las transformaciones sociales en esta misma materia.

      Es importante examinar estos procesos para una mayor comprensión de la problemática compleja que plantea la teoría de la aceleración social de dicho autor, particularmente el análisis de la que atravesamos actualmente.

      La más reciente ola de aceleración fue la revolución digital que comenzó en la década de los años ochenta del siglo pasado; aunque perfectamente podría mencionarse una ola pandémica derivada de la anterior que, al igual que en olas de aceleración anteriores a ella, presenta una serie de actores que las impulsan –Nicholas Negroponte, Bill Gates, Steve Jobs, Elon Musk, entre otros–, y una serie de actores y movimientos detractores –los globalifóbicos, Theodore Kaczynski, Serge Latouche–, así como los teóricos del decrecimiento –Evgeny Morozov, etcétera–. En esta lucha ideológica, se evidencia que el sistema industrial tardomoderno ha rebasado ya, por mucho, la capacidad humana de adaptación y resistencia del sistema mismo; y en buena medida, se debe a la alta velocidad en que vivimos.

      Un caso claro de que el sistema acelerado ha rebasado la capacidad del ser humano para reaccionar se encuentra en los temas económicos: la crisis financiera mundial de 2008 provocó efectos desestabilizadores e impredecibles debido a la velocidad acelerada de las transacciones. En los tiempos del trueque, el bien recibido contenía el valor dado, cuando apareció el dinero, fue la función de ese signo la que adjudicaba el valor; hoy en día el dinero se puede mover a gran velocidad a través de espacios virtuales: no es más que el vehículo para un movimiento en el que todo lo que no está en movimiento se extingue por completo.

      En el corazón del mundo contemporáneo yace una dinámica de aceleración que no puede ser ignorada por ningún estudio serio sobre la modernidad. Es fundamental comprender que son las fuerzas “invisibles” las que realmente constituyen la realidad contemporánea y no las leyes humanas que pretenden el ordenamiento del mundo. La sociedad moderna no está regida y coordinada por reglas normativas explícitas, sino por una fuerza normativa silenciosa de reglas temporales, las cuales se presentan bajo la forma de plazos, cronogramas y otros límites del tiempo.

      No se puede sostener que la aceleración sea la síntesis de la sociedad moderna, porque no es una sustancia sino un proceso; pero sí se puede afirmar que la aceleración es la fuerza impulsora y la lógica detrás de la dinámica del mundo que hemos generado: el tiempo no es un campo particular de lo social, más bien un elemento central en todas sus dimensiones.

      Para Hartmut Rosa, es indispensable que los estudios sobre el mundo contemporáneo incluyan la variable del tiempo, pues no es una variable estática, sino dinámica y es clave para la resolución de las acciones humanas. La historia está llena de ejemplos, en las grandes batallas de la humanidad ganaron la partida los que llegaron a tiempo, por mencionar algunos: las guerras de Secesión o de Crimea con el telégrafo; la victoria de Obama en las elecciones de 2008, asociada con el uso de Twitter, o la de Donald Trump en 2016, con el escándalo de los analíticos de Facebook; asimismo, el uso del radar durante la segunda Guerra Mundial permitió a los aliados ganar la guerra submarina.

      [1] Hartmut Rosa, High-speed Society…, p. 8. “It is difficult to provide a precise date and place for the commencement of modern acceleration […] Existing research suggests that the origins of modern acceleration are probably multiple”.

      [2] Cfr. Hartmut Rosa, “Aceleración social: consecuencias éticas y políticas de una sociedad de alta velocidad desincronizada”. Persona y Sociedad, Universidad Alberto Hurtado, 1, XXV (2011), p. 11.

      [3] Hartmut Rosa, Social Acceleration: A New Theory of Modernity. New Directios in Critical Theory, Nueva York, Columbia University Press, 2013, p. 41. “Technological acceleration process does not run in a uniformly linear fashion, but comes in surges, continually encountering obstacles, resistances, and countermovements that can slow it down, interrupt it, or even temporally reverse it […] almost every surge of acceleration is followed by a discourse of acceleration and deceleration in which, as a rule, the call for deceleration and the nostalgic desire for the lost ‘slow world’”.

      [4] Hartmut Rosa, High-speed Society…, p. 41. “Change in monetary circumstances brings about a change in the pace of life […] since everyone is a producer as well as a consumer, then the individual would earn only that much more as he had to spend”.

      CAPÍTULO 3

      Estudios sobre la modernidad

      El hombre medio no puede imaginarse la vida sin un horario tan estrictamente establecido. Pero una mente traviesa y sacrílega se divertiría mucho imaginándose la existencia de la gente en el caso de que el día durara diez horas hoy, ochenta y cinco mañana, y pasado mañana sólo unos minutos.

      Vladimir Nabokov

      En los lindes entre la filosofía y la sociología se encuentran los estudios culturales y los estudios sobre la modernidad: los primeros hacen observaciones en torno a las actividades humanas a lo largo del tiempo en regiones específicas; los segundos aluden a los cambios en la vida del hombre en los últimos tiempos, particularmente desde el siglo xvi, cuando se empleó el término modernidad, pero específicamente, como ya hemos visto, desde la Revolución Industrial del siglo xviii, al originarse la aceleración social.

      Aludimos a los estudios sobre la modernidad, pues al igual que la aceleración social, son transdisciplinarios, pero también porque la modernidad se ha abordado desde múltiples perspectivas y de maneras muy completas. Por ejemplo, en la década de los años ochenta del siglo pasado, hubo un intenso debate sobre la crítica hacia los logros alcanzados hasta ese momento, crítica que contemplaba reflexiones del marxismo, los movimientos sociales de los años sesenta respecto de la política, la ecología, el pacifismo y el feminismo. Desde entonces, se ha vuelto relevante una cultura de revisión constante de los procesos y autocorrecciones que permiten un diagnóstico teórico-cultural de la sociedad.

      Quizá una primera exploración se encuentra en la filosofía existencialista, en Heidegger, Sartre y Beauvoir, quienes enfatizan el desencanto del mundo tras las guerras mundiales y la responsabilidad individual frente a los procesos culturales y sociales. Una segunda revisión se puede hallar en la crítica a la modernidad que configuró la denominada posmodernidad, donde pensadores como Jean François Lyotard, Michel Foucault, Cornelius Castoriadis y Guy Debord, entre otros, debatieron, académica e