Juan Carlos Padilla Monroy

Los bordes del tiempo


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situarse en la crítica a la posmodernidad, como sugieren la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, la segunda modernidad de Ulrich Beck, la modernidad postradicional de Anthony Giddens o la hipermodernidad de Gilles Lipovetsky. Estos nuevos debates querían comprender la actuación social y su distanciamiento con el mundo, desentrañar si se trata de una nueva etapa o simplemente de una transición de algo por venir. Aún hoy, frente a la crisis que el planeta enfrenta por el covid-19, el debate sigue abierto y queda en evidencia la falta de reflexión tras la polémica publicación del compendio Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia.

      Los sociólogos Anthony Giddens y Niklas Luhmann han señalado un descuido de la dimensión temporal en las teorías sociológicas del siglo xx, y con el advenimiento de la tercera revolución industrial en los albores del siglo xx, se imprime más la necesidad de introducir la variable de la temporalidad en sus estudios, pues las categorías de aceleración, como veremos más adelante, aumentaron la velocidad a la que se ha acostumbrado vivir en el mundo contemporáneo.

      Figura 1. Proceso de modernización.

      La sociología se ha convertido en una ciencia inerte que confía en conceptos estáticos, de manera que ha olvidado el dinamismo social existente, pues la sociedad está conformada por seres humanos. Los mismos autores que dieron forma a la sociología se dieron cuenta de ello; por ejemplo, Georg Simmel identificó, en sus estudios sobre la modernidad, el incremento de la vida nerviosa que se padece tanto entre los contemporáneos; a su vez, Émile Durkheim definió la anomia, una consecuencia probable de cambios sociales ocurridos con demasiada velocidad como para permitir el desarrollo de nuevas formas de moralidad y solidaridad en las sociedades; por otro lado, Max Weber define la ética protestante como la estructura moral de rigurosa disciplina temporal que considera la pérdida de tiempo “el más mortal de los pecados”; mientras que Marx y Engels criticaron la sociedad capitalista donde “todo lo sólido se desvanece en el aire”.

      Algunos filósofos como Jürgen Habermas, Charles Taylor y Johann Arnason hablan de un “proyecto de modernidad” centrado en la idea y promesa de una nueva autonomía, en el sentido de una autodeterminación ética.

      La idea del proyecto de modernidad consiste en superar las restricciones impuestas por la naturaleza y todo aquello que impida a un individuo tener su propia autodeterminación; por ejemplo, la pobreza, escasez, enfermedad, discapacidad, ignorancia y cualquier forma de condición natural adversa. Así, no debe extrañarnos la aspiración contemporánea por modificar o mejorar nuestros cuerpos mediante el transhumanismo; tampoco puede extrañarnos la vanguardia del futurismo en las artes y la política en los albores del agitado siglo xx. Ésa es la razón por la que la modernidad se vuelve más atractiva y prometedora conforme se aceleran los procesos de la vida social, y el mejor ejemplo de ello se encuentra en la historia de los medios masivos de comunicación.

      El capitalismo, como sistema preponderante económica y culturalmente, fue aceptado porque sus defensores, desde Adam Smith en el siglo xviii, hasta Milton Friedman en la década de los setenta del siglo xx, sostuvieron que la productividad del tiempo permitiría liberar a los seres humanos de sus labores y podrían llevar a cabo sus planes de vida sin preocuparse del tiempo ni del dinero; no obstante, ésta fue una promesa de la modernidad que no se puede cumplir. Tal vez a causa de esto, el paradigma cambió después de la bomba atómica y la teoría de la relatividad de Einstein, además del advenimiento del ser digital y la hipertextualidad en los años noventa, con lo cual el espacio y el tiempo se separaron; y quizá ésta sea la razón por la que se aceleró el tiempo, mientras que el espacio se convirtió en un lugar meramente.

      La aceleración social en sus efectos sociales representa a la vez una promesa y una necesidad; es decir, algunas necesidades humanas se verán cubiertas gracias a la tecnología, ésa es la promesa, pero muchas otras, en su propio afán por solucionarlas, terminarán por ser contraproductivas, como veremos