Juan Carlos Padilla Monroy

Los bordes del tiempo


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las posibilidades que el mundo ofrece, de forma que se genera un sentimiento de culpabilidad e impotencia. Por este motivo, los estudios sobre la modernidad deben considerar la variable de la temporalidad en sus investigaciones.

      Como ha estudiado la sociología, los seres humanos cumplen con un rol social que consiste en cumplir con un papel de representación o una expectativa que en ocasiones no se alcanzan a cumplir; el incumplimiento de esta expectativa genera un sentimiento de culpabilidad que afecta directamente en la visión que tiene el sujeto sobre sí mismo y sobre el mundo. Con este panorama, es fundamental comprender las causas de este sentimiento de culpabilidad, además de los efectos y las consecuencias que produce.

      Hasta el momento, hemos comprendido la principal preocupación de Hartmut Rosa en la pregunta sobre la buena vida, pero debemos entender por qué la teoría de la aceleración es sociológica y no únicamente filosófica, además de asumir la investigación sobre la temporalidad como perspectiva en el análisis.

      Esta alienación, producto de la aceleración social, afecta a todos los individuos sin distinción de posiciones laborales, económicas, sociales o culturales; aunque, como se verá más adelante, la aceleración social está mayormente presente en las grandes ciudades.

      Cuanto mayor sea el grado de relación con los motores que impulsan la aceleración social, mayor será la alienación que ese individuo sufra y, probablemente, le sea más difícil desacelerarse.

      La normalización de nuestras actividades cotidianas impide que el sujeto se percate del grado de aceleración social que lo envuelve, pues el cuerpo humano tiene una enorme capacidad de adaptación que le permite sobrevivir a diferentes escenarios. Así como se adapta al clima (o al cambio climático), a un nuevo integrante en el hogar, a la velocidad de los transportes, de igual modo, también a los cambios en la velocidad de sus actividades cotidianas.

      La atención es un factor determinante, sin embargo, el creciente número de actividades de nuestra vida cotidiana merma esta capacidad cognitivo-espiritual que nos vincula con nosotros mismos, especialmente en este siglo, cuando las tecnologías de información parecen obligar a estar en todos los lugares al mismo tiempo. Sin la atención puesta enteramente en la actividades que realizamos, corremos el riesgo de no vivirlas satisfactoriamente y, por tanto, perder parte de la experiencia que implica.