Francisco Alberto Cantú Quintanilla

Ciudadanos de las dos ciudades


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un tanto coloquial, de un párroco con sus feligreses. Es mi ilusión que puedan despertar en quien los lea un mayor compromiso con las exigencias de su vocación cristiana en los dos ámbitos, espiritual y terreno, eclesial y civil.

      Al leerlos será evidente que, además de las referencias a la Escritura y al Magisterio de la Iglesia, en los editoriales ocupa un lugar muy destacado la enseñanza de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Es el patrono de la parroquia y me pareció un deber de justicia y de gratitud proceder así.

      Pido a la virgen María, bajo su advocación de Guadalupe, que la lectura de estos textos consiga la meta antes aludida de despertar en el lector el propósito de vivir mejor su compromiso cristiano en esta difícil etapa de la historia de la Iglesia que estamos atravesando.

      Pbro. Francisco A. Cantú

      Los Pinos, Coahuila, julio de 2021

      Introducción

      Los dejó admirados

      La artimaña fue captada inmediatamente por el Señor. Dijera lo que dijera quedaría mal. Si afirmaba que lo pagaran, lastimaría gravemente la sensibilidad del pueblo, que vería en esa respuesta una especie de traición a sus más hondos anhelos de justicia y libertad. Si, por el contrario, se ponía en contra de Roma, y negaba la obligación de pagar el tributo, los herodianos presentes tendrían un magnífico pretexto para acusarlo ante Poncio Pilato de subversión, de atentar contra los supremos intereses del imperio.

      En su sencillez y concisión, la respuesta del Señor revela su grandeza. No era una salida evasiva o diplomática, era poner las bases firmes para el comportamiento de sus discípulos a lo largo de la historia. Jesús no se pone de parte de los judíos ni de los romanos, sino que, elevándose sobre aquella coyuntura particular, apunta a una solución de fondo: La armoniosa y, ciertamente muy difícil, conjunción de los deberes para con Dios y con el Estado. El cristiano habrá de cumplir, lo más esmeradamente posible, sus obligaciones con ambos poderes, pues pertenece a ambas ciudades, la celestial y la terrena.

      Un texto clave

      En este luminoso texto está contenida la propuesta que se ofrece al lector en las páginas del breve ensayo que tiene en sus manos. Quienes hemos tenido la gracia de recibir la vocación cristiana por medio del bautismo, estamos llamados no sólo a conquistar la santidad por el ejercicio de las virtudes humanas y sobrenaturales, procurando imitar a Jesucristo, nuestro insuperable modelo, sino también a configurar, con la luz de su mensaje, las estructuras temporales de la sociedad.

      Formación para la participación

      Un grave problema para la Iglesia en México y en el mundo ha sido desde muy antiguo la apatía de los católicos para las cosas que se refieren a la política y, más en general, a aquellas actividades que inciden ampliamente en el bien común. Los últimos romanos pontífices lo han denunciado con insistencia. San Josemaría, por su parte, lo vislumbró con agudeza desde los primeros tiempos de la fundación del Opus Dei. Por eso, quiero incluir aquí dos largas citas de una de sus cartas más antiguas, fechada en enero de 1932, es decir, muy poco después de la fecha fundacional (2 de octubre de 1928), aunque entregada a sus hijos espirituales en 1966, muy probablemente reelaborada.

      La primera se refiere a la importancia de la intervención de los católicos en la actividad política:

      La presencia leal y desinteresada en el terreno de la vida pública ofrece posibilidades inmensas para hacer el bien, para servir: no pueden los católicos (…) desertar de ese campo, dejando las tareas políticas en las manos de los que no conocen o no practican la ley de Dios, o de los que se muestran enemigos de su Santa Iglesia.

      La segunda cita nos ofrece una ponderada explicación de esa apatía generalizada que antes mencionamos:

      Es frecuente, en efecto, aun entre católicos que parecen responsables y piadosos, el error de pensar que sólo están obligados a cumplir sus deberes familiares y religiosos, y apenas quieren oír hablar de deberes cívicos. No se trata de egoísmo: es sencillamente falta de formación, porque nadie les ha dicho nunca claramente que la virtud de la piedad –parte de la virtud cardinal de la justicia– y el sentido de la solidaridad cristiana se concretan también en este estar presentes, en este conocer y contribuir a resolver los problemas que interesan a toda la comunidad.

      Por supuesto, no sería razonable pretender que cada uno de los ciudadanos fuera un profesional de la política; esto, por lo demás, resulta hoy materialmente imposible (…) por la gran especialización y la completa dedicación que exigen todas las tareas profesionales, y entre ellas la misma tarea política.

      Con optimismo y buen humor

      Es patente para quien tenga un mínimo de formación cristiana que, en la actual situación por la que atraviesa la Iglesia, sus enseñanzas básicas sobre temas vitales para la persona y la sociedad se encuentran sometidas a un fuerte rechazo por la cultura secular dominante. El matrimonio y la familia, el derecho de los padres a la educación de sus hijos, la libertad religiosa, la propiedad privada, la