Francisco Alberto Cantú Quintanilla

Ciudadanos de las dos ciudades


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revistas, etc.) en términos ajenos o abiertamente hostiles a la propuesta cristiana. De aquí la importancia de abordar estos grandes asuntos y de hacerlo con mucha claridad en el fondo, pero con la mayor serenidad en la forma. En búsqueda siempre de las áreas comunes con los diversos actores políticos de la sociedad, desde las que sea posible alcanzar acuerdos con el diálogo abierto y respetuoso. Y, como alguien ha propuesto, sin alzar la voz, incluso con una sonrisa.

      [1] Marcos 12, 14.

      [2] Marcos, 15-17.

      [3] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, núm. 43.

      [4] Mateo 22, 21. San Josemaría, carta 9-I-1932, en Cartas I, edición crítica, n. 41, a-b.

      [5] Ibidem, núm. 46, a-c.

      [6] Mateo 5, 14.

      Descanso y contemplación

      Cuando llega el verano

      Cada año, al llegar el periodo de vacaciones escolares, se nos presenta la oportunidad de cambiar de actividad y de convivir más estrechamente con la familia. En algunos casos, lo tradicional será dejar el lugar en que ordinariamente se vive, para trasladarse a algún sitio más fresco y tranquilo. Tal vez algún rincón en las montañas o alguna casa cercana a la playa. En cualquier caso, para muchos de nosotros se trata de una época distinta que conviene aprovechar bien.

      Un peligro, por ejemplo, sería ante la fatiga abrir puertas falsas. Buscar el rompimiento del estrés con alguna evasión que nos pueda dañar tanto el cuerpo como el alma. Los ejemplos los conocemos todos: desorden en las comidas o bebidas (especialmente peligroso, como es evidente, en el caso del alcohol), sumergirnos en las redes sociales y dar entrada a imágenes provocativas e inconvenientes o que simplemente nos hagan perder el tiempo; deslizarse hacia compras compulsivas, etc. Por experiencias amargas, todos sabemos que por ese camino realmente no se descansa, al contrario. Se suele entrar en un peligroso círculo: cansancio-evasión-adicción-frustración-más cansancio-más evasión...

      El descanso de los hijos de Dios

      De la oración mental bien hecha, de ese diálogo sencillo e íntimo, vendrán sin duda luces nuevas para enfocar adecuadamente las propias vacaciones y, quizás, también para ver si hubiera algo que cambiar en nuestra tarea ordinaria. Entonces, bien ubicados ante Dios y ante nosotros mismos, podremos acometer con alegría la convivencia familiar o social. Una persona que procura mantenerse cerca de Dios no avasalla a los demás al practicar un deporte o evita las trampas en los juegos de mesa; comparte con gozo con los otros las cosas buenas que se va encontrando por la vida, ya sea un buen libro, una pieza musical o un paisaje natural. Una rica vida interior es la mejor plataforma para alcanzar todo tipo de profundas y enriquecedoras satisfacciones. Como recuerda el papa Francisco en su encíclica Laudato si (Alabado seas), por ese camino se logra una auténtica actitud contemplativa, la apertura al estupor y maravilla de la Creación que con tanta frecuencia encontramos en los santos y, especialmente, en ese gran patrono de los ecologistas que es san Francisco de Asís.

      Las vacaciones son un momento privilegiado para leer o releer el fabuloso Libro de la Creación, escrito por Dios mismo. San Agustín, con su singular elocuencia, predicaba:

      Evitar el atolondramiento

      Dios es un Padre bueno, no lo olvidemos, que ha querido dejar grabada su imagen en todas sus creaturas. El problema es, muchas veces, que nosotros tenemos la mente y el corazón un tanto embotados y no lo percibimos. No hace mucho recibí un mensaje electrónico en el que el autor, con prosa poética y hermosas fotografías de paisajes naturales, invitaba a una visión positiva y optimista, luchando contra la tristeza. A manera de estribillo repetía: No estás deprimido, no. Estás distraído, atolondrado.