de veteranos antisocialista y presuntamente apolítica proveniente del periodo guillermino, contaba con más de dos millones de miembros.65
Sin embargo, algunas de las organizaciones de excombatientes más importantes surgidas en Alemania no eran ligas paramilitares sino entidades de beneficencia, y junto a los grupos de veteranos nacionalistas existían también los pacifistas. La Liga de Exsoldados por la Paz (Friedesbund der Kriegsteilnehmer) alcanzaría los 30.000 miembros en 1919, aunque terminase por disolverse en 1922. Por su parte, la Liga Socialdemócrata del Reich de Heridos de Guerra, Antiguos Soldados y Familiares de Muertos de Guerra (Reichsbund der Kriegsbeschädigten, Kriegsteilnehmer un Kriegshinterbliebenen) sumaba 830.000 miembros en 1922. Incluso los veteranos alemanes judíos crearon, en febrero de 1919, su propia asociación, comprometida con la defensa de la memoria de su patriotismo alemán durante la guerra y la lucha contra el antisemitismo.66 Es cierto, sin embargo, que la mayoría de los veteranos alemanes no se unió a ninguna organización política. Como ha señalado Benjamin Ziemann, «las experiencias bélicas de los veteranos pusieron límites a la movilización paramilitar, en vez de favorecerla».67 No obstante, los veteranos fueron un factor de agitación social durante este periodo. En las ciudades de la Alemania de Weimar, los desmovilizados protestaron y se enfrentaron a las autoridades, luchando por obtener compensaciones derivadas de su sacrificio en la guerra, como parte de la cuestión más amplia de las víctimas de guerra (Kriegsopfer), que incluía a un importante número de viudas y huérfanos.68
Muchos veteranos y el ejército alemán percibieron la firma del Tratado de Versalles en junio de 1919 como una humillación. El tratado impuso unas condiciones extremadamente duras a Alemania, considerándola como la única responsable del estallido de la guerra. Fue en este contexto donde comenzó a propagarse el mito de la «puñalada por la espalda» (Dolchstoß): la derrota de Alemania habría sido supuestamente provocada por un puñado de saboteadores desleales, comunistas o judíos (dependiendo de la versión), mientras que los soldados habrían permanecido invictos en el frente.69 El Stahlhelm inició una deriva antirrepublicana con un creciente número de militantes, adoptando la bandera monárquica –negra, blanca y roja–, e incrementando sus contactos con otras agrupaciones nacionalistas. Implementar las cláusulas del tratado de Versalles implicaba reducir sustancialmente el tamaño y armamento del ejército, así como la disolución de los Freikorps, una medida que reducía drásticamente las posibilidades de perseguir una carrera militar para muchos jóvenes excombatientes que no habían conocido otro oficio. Además, la constitución democrática de Weimar, promulgada en agosto de 1919, acrecentó el distanciamiento de estos militares con la República. La nueva carta magna, pese a introducir todo un conjunto de nuevos símbolos nacionales que rompían con la tradición monárquica, permitía a los soldados lucir las medallas y condecoraciones obtenidas en la guerra. Aun así, los militares antirrevolucionarios despreciaron los nuevos uniformes y banderas, y en unos pocos meses, tanto oficiales como soldados se sentían unidos en su generalizada oposición al Gobierno.70
Fue en este marco de desmovilización caótica, agitación revolucionaria y contrarrevolucionaria, dramáticas transformaciones políticas y violencia, en el que surgió la primera organización nacionalsocialista, el Partido de los Trabajadores Alemanes (Deutsche Arbeiterpartei), creado por Anton Drexler en Múnich en enero de 1919. En el mes de octubre, un veterano de guerra frustrado y resentido llamado Adolf Hitler, que ejercía de agente propagandista del ejército dando charlas antibolcheviques, solicitó afiliarse. Aunque Hitler se presentó a sí mismo ante el partido como un Frontsoldat, en realidad había sido un Etappenschwein durante la mayor parte de la guerra.71 Sea como fuere, en 1920 el partido cambió su denominación por la de Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (Nationalsozialistische Deutsche Arbeitpartei, NSDAP) donde Hitler comenzó su carrera política.72 Entre sus preocupaciones destacaba la supuesta influencia perniciosa de los capitalistas judíos angloamericanos que habían impuesto a Alemania un humillante tratado de paz.73 Sin embargo, el primer programa del NSDAP no contenía una sola palabra en referencia a los excombatientes, siendo sus principales características el antisemitismo y el nacionalismo völkisch. Con características que lo diferenciaban claramente de las organizaciones de veteranos del país, el movimiento nazi permaneció confinado en Baviera.
La animosidad de oficiales del ejército y voluntarios antirrevolucionarios contra la joven república derivó en marzo de 1920 en el putsch de Kapp-Lüttwitz, cuyo propósito era imponer una dictadura militar.74 La movilización de la clase obrera desbarató esta intentona mediante una huelga que salvó a la República de Weimar, pero la posterior ola de enfrentamientos desatada entre comunistas y derechistas alcanzó cotas más violentas. En este contexto, algunas voces propusieron la formación de un gobierno compuesto por soldados del frente (Frontsoldatenregierung) como una opción para trascender la polarización entre lo «social» y lo «nacional» en la política,75 pero este vago proyecto nunca acabó por materializarse. La amenaza antirrepublicana fue neutralizada, pero evidenció que importantes elementos militares y paramilitares se oponían frontalmente a Weimar. Esto era particularmente claro en Baviera, donde el putsch facilitó la imposición de un gobierno de corte militarista liderado por Gustav Ritter von Kahr, el cual mantendría una buena relación con las organizaciones paramilitares, patrocinando diversas conmemoraciones en honor de los veteranos y los soldados caídos.76 Así, Múnich se convirtió en el centro de la agitación antirrepublicana. Aunque una de las mayores organizaciones de veteranos, el Reichsbund, condenó rotundamente el putsch,77 grupos antirrepublicanos como el Stahlhelm continuarían creciendo y consolidándose. Poco tiempo después, los círculos militaristas recibieron otro varapalo con la promulgación, en abril de 1920, de la Ley Nacional de Pensiones (Reichsversorgungsgesetz), pues esta significaba la completa desmilitarización del cuidado de veteranos y víctimas. Sin embargo, los mutilados de guerra no se mostraron completamente satisfechos con las pensiones y la asistencia pública que les fueron concedidas.78 La República de Weimar se iba consolidando poco a poco en la superficie, pero era incapaz de reintegrar importantes grupos de veteranos en el sistema.
Pero todos estos acontecimientos no implican que los excombatientes alemanes fueran precursores del fascismo, ni heraldos de Hitler o del movimiento nazi. En 1920, solo algunos oficiales del ejército y grupos de soldados desmovilizados se unieron a las fuerzas voluntarias antirrevolucionarias. Aunque estas eran la más activa y flamante ala de la extrema derecha alemana, radicalmente antirrepublicana,79 sus proyectos políticos de corte reaccionario y defensivo no pueden definirse como fascismo. Tampoco existían en Alemania planes para transformar a veteranos y soldados del frente en una suerte de vanguardia política. Además, el NSDAP era todavía una pequeña organización incapaz de aumentar su militancia y ganar audiencia, y no estaba particularmente interesada en movilizar excombatientes. Pese a que el símbolo del veterano de guerra fue progresivamente asociado a las políticas de extrema derecha –gracias a la efectividad de los Freikorps a la hora de masacrar comunistas–, el conjunto de exsoldados alemanes no actuaba unánimemente en la política, ya fuese de izquierdas