bajo el liderazgo de Mariscal de Campo Earl Haig; esta sería una respetable, prestigiosa y conformista asociación para mediar entre los veteranos y el Estado.90
Por el contrario, en la península ibérica la cuestión de los veteranos solo tuvo un impacto muy indirecto en la política, lo que no quiere decir que Portugal y España eludieran la alta inestabilidad del periodo 1919-21. Portugal había luchado en la Primera Guerra Mundial del bando Aliado enviando un pequeño contingente de soldados al frente occidental. Estos no lograron formar una asociación, la Liga de los Veteranos de la Gran Guerra (Liga dos Combatentes da Grande Guerra), hasta una fecha tan tardía como 1921.91 Por su parte, España no había participado en el conflicto, pero su política interna se había visto profundamente influenciada por lo que pasaba en el resto del continente. Durante la contienda se produjo una importante división entre aquellos que apoyaban a los Aliados, los aliadófilos, y los que apoyaban a los Imperios Centrales, denominados germanófilos. En 1917, toda una serie de alteraciones de carácter militar, social y político empujaron al país a una crisis,92 lo que abrió hasta 1923 un periodo de descontento social, turbulencias parlamentarias, sindicalismo y violencia, particularmente destructiva en la ciudad de Barcelona.93 Además, en 1919 se desató un nuevo conflicto armado contra las tribus rifeñas en el Protectorado español en Marruecos que condujo a una derrota sin precedentes de las tropas españolas en Annual en julio de 1921, cuyo consiguiente escándalo acabó por minar los cimientos del frágil sistema político liberal, despreciado por los oficiales africanistas. Estos, un grupo militar corporativo forjado en las guerras de Marruecos, mantenían una enconada rivalidad con los oficiales destinados en la España peninsular, quienes habían organizado juntas militares y se oponían a la promoción por méritos de guerra.94 Como veremos, todos estos conflictos lastraron el devenir político del país en los años siguientes.
Pese a la naturaleza transnacional de los desafíos históricos del periodo de entreguerras, Italia fue el único país de Europa occidental en el que la crisis de posguerra terminó con la consolidación de un movimiento fascista. El Fascismo italiano fue el primer movimiento de esta índole capaz, en el periodo de entreguerras, de establecer una dictadura y acabar con la democracia liberal en un país europeo.95 El fascismo apareció como ideología en la Italia de 1919, y los Fasci di combattimento se convirtieron en movimiento de masas entre 1920 y 1921, y se transformaron en partido político –el Partito Nazionale Fascista (PNF)– en noviembre de 1921. Ya en octubre de 1922, tras la llamada Marcha sobre Roma, el orden liberal democrático había sido derribado. El Fascismo italiano fue el primer, original y más influyente movimiento fascista durante los años veinte, y sus orígenes entroncan directamente con la experiencia de la Primera Guerra Mundial.
LOS EXCOMBATIENTES Y EL NACIMIENTO DEL FASCISMO ITALIANO
Pese a la victoria, 1919 fue un año de profunda crisis en toda Italia.96 Tras cuarenta y un meses de guerra total, el país se enfrentó al traumático fin repentino de las hostilidades. Durante el primer año de paz, mientras Europa intentaba ubicarse en el nuevo escenario posbélico, Italia se embarcó en un amplio proceso de desmovilización,97 tarea llevada a cabo mientras el coste de la vida se incrementaba vertiginosamente. Mientras en París se desarrollaban complejas negociaciones de paz, los campesinos italianos se lanzaron a ocupar las tierras de labranza; huelgas de trabajadores, disturbios y protestas recorrieron la península. La sociedad italiana, lejos de estar unida moralmente bajo los laureles de noviembre de 1918, intensificó su agria confrontación entre intervencionistas y pacifistas, entremezclada ahora con la lucha de clases. Ese mismo año vio surgir tanto el movimiento excombatiente como el fascista. Para los protofascistas mussolinianos, había llegado la hora de comprobar si se cumplían sus predicciones sobre la orientación política de los veteranos en el contexto de desmovilización. En este apartado analizaré los orígenes de la relación de los fascistas con los excombatientes italianos.
Fue el Ministerio de Guerra el encargado de lidiar con la pesada tarea de desmovilizar a unos 3,7 millones de hombres en armas. Entre noviembre y diciembre de 1918, las quintas más mayores (los nacidos entre 1874 y 1884) fueron enviadas a casa, mientras que la desmovilización del resto de conscriptos (nacidos entre 1885 y 1900) experimentó una considerable ralentización entre enero y marzo de 1919. A la altura de la segunda fecha, casi dos millones de soldados habían regresado ya a la vida civil, pero el proceso sufrió un parón entre marzo y junio debido a las tortuosas negociaciones de paz que estaban teniendo lugar en París.98 Los antiguos combatientes fueron acumulando rencores por la desaceleración de la desmovilización y los problemas de reintegración en el mercado laboral.99
Bajo la atenta mirada de Mussolini y sus colaboradores, el movimiento excombatiente comenzó a definirse más claramente durante la primera mitad de 1919. Al firmarse el armisticio de noviembre de 1918, la ANMIG publicó un «Manifiesto al País» (Manifesto al Paese) que detallaba un programa político, socioeconómico y moral destinado a renovar la nación. Simultáneamente, anunció la fundación de una gran asociación de veteranos que se denominaría Associazione Nazionale Combattenti (ANC).100 Il Popolo d’Italia, insistiendo en que la nación debía dar la bienvenida a aquellos trabajadores que regresaban del frente, apoyó esta idea alegando que los excombatientes consideraban difuntos a todos los viejos partidos políticos,101 pero el periódico de Mussolini no se mostró explícitamente de acuerdo con el programa democrático y reformista de los veteranos,102 sino que pronto empezó a dar forma a su propia línea política en torno a los problemas de los retornados.
Así, Il Popolo d’Italia se centró en preparar el regreso a casa de los considerados como los «líderes de la nueva Italia» (I quadri della nuova Italia): una casta de oficiales a los que el periódico denominó «trincherarcas» (trincerarchi), un nuevo concepto basado en la previa idea de trincerocrazia y que parecía formulado para ensalzar a aquellos jóvenes que habían comandado tropas. Estos líderes, se decía, habían madurado lentamente durante la guerra, adquiriendo consciencia de nuevos derechos y abriendo sus mentes a nuevos horizontes. Mientras nadie en Italia parecía interesarse por defender los intereses de aquellos 200.000 oficiales, Il Popolo d’Italia se presentó como defensor de sus aspiraciones, y las equiparó al interés general de la nación. Por ello, quienes escribían en el diario mussoliniano exigieron a la sociedad que se «hiciese hueco a la trincerocrazia»; recopilaron sus numerosos agravios y quejas, con las que posteriormente elaboraron un programa que exigía una rápida y eficiente desmovilización; y conectaron las aspiraciones de estos veteranos con el proyecto político de una «Asamblea Constituyente» (la Costituente dei Combattenti). Ya que los trincerarchi habían conducido a las tropas a la victoria (indiquadratori della vittoria), estos debían por tanto liderar la nueva Italia, razón por la cual había que licenciarlos a la mayor brevedad. Ciertos oficiales y arditi que se veían a sí mismos como trincerarchi tendieron a abrazar esta retórica, entendiendo la trincerocrazia como un gobierno formado por veteranos. Por ejemplo, Italo Balbo, en aquella época un joven teniente de los alpini, escribió a Il Popolo d’Italia mostrando su apoyo explícito a la Constituente, como hiceron otros veteranos. Sin embargo, esta Constituente nunca llegó a materializarse