de estas evaluaciones exageradamente optimistas, la realidad era que la ANC había reafirmado en el congreso su autoridad y su independencia con respecto a otras organizaciones, particularmente los Fasci di combattimento: el símbolo del excombatiente estaba todavía lejos de ser patrimonio de los fascistas.
LOS EXCOMBATIENTES ANTIBOLCHEVIQUES: UNA APROPIACIÓN SIMBÓLICA
En la primera mitad de 1919, el concepto del veterano todavía no estaba políticamente definido. Pero en la segunda mitad del año, tras la firma del Tratado de Versalles, un proceso de apropiación simbólica consolidó una representación transnacional muy extendida del excombatiente como paradigmático antibolchevique. En Italia, este constructo cultural jugó un papel determinante en los orígenes del Fascismo, aunque esta consecuencia nunca fuese inevitable. En este apartado demostraré que la supuesta orientación antisocialista de los veteranos italianos fue un fenómeno contingente y construido, producto de una larga evolución de los discursos y representaciones promovidos sobre todo por el Fascismo. Al mismo tiempo, mostraré que la adhesión de los veteranos italianos al movimiento fascista fue tan solo un fenómeno relativo. Se trató sobre todo de una construcción discursiva, resultado de un proceso de apropiación simbólica en el que el verano de 1919 fue un momento clave.
Pese a su fracaso en el Congreso de la ANC de junio de 1919, los fascistas no cejaron en sus intentos de atraer a los excombatientes hacia su organización, pues poderosas razones tanto ideológicas como políticas motivaban su interés por reclutarlos. Como sabemos, desde 1917, Mussolini había cimentado sus proyectos en la movilización de los excombatientes. Y, en efecto, como el historiador Emilio Gentile ha señalado, jóvenes italianos de clase media-baja influidos por el mito de la experiencia de guerra, sobre todo aquellos que habían combatido en cuerpos de élite como los arditi o habían llegado a convertirse en oficiales, habían interpretado la contienda como una iniciación a la política y habían regresado de las trincheras convencidos de tener «una misión que llevar a cabo en nombre de la nación».133 No extraña que hombres como Giuseppe Bottai (intervencionista, voluntario de guerra y ex ardito) se unieran a los Fasci. Estos individuos creían en el mito de las «dos Italias», en la existencia de una nación de intervencionistas revolucionarios y combatientes y otra de traidores neutralistas, desertores, profittatori, políticos liberales y bolcheviques, a quienes los intervencionistas odiaban como enemigos internos. Esta forma de pensar llevó a algunos a abrazar el movimiento fascista, considerado como un «antipartido» (antipartito). Los vanguardistas florentinos antes de la guerra habían desarrollado todas estas nociones ideológicas, luego recicladas por Mussolini. No extraña, por tanto, que Florencia fuese la ciudad en la que fascistas, futuristas y líderes excombatientes establecieran sus más estrechos vínculos.134 Sin embargo, el Congreso de la ANC en Roma había evidenciado que los excombatientes radicales eran una excéntrica minoría dentro del país.135 Los exsoldados italianos, en conjunto, no eran aquellos hombres de acción, fieros antibolcheviques y revolucionarios que los fascistas imaginaban.
No obstante, tras la firma del Tratado de Versalles, los burgueses nacionalistas intensificaron la lucha para hacerse con el control del símbolo del veterano de guerra. Su animadversión hacia el Gobierno de Nitti y su frustración con la «victoria mutilada» condujeron a momentos de una gran tensión, como el producido el 30 de junio de 1919 después de un mitin nacionalista de protesta en el teatro Augústeo de Roma, que desató violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. Entre los más agresivos en la concentración se encontraban muchos jóvenes oficiales ataviados con sus uniformes, algunos de los cuales fueron arrestados o heridos en los altercados. Al día siguiente, el órgano nacionalista L’Idea Nazionale salió afirmando en primera plana, de forma apasionada, que el vil Gobierno había atacado a los «veteranos» (combattenti).
Referirse a estos grupos de oficiales y estudiantes nacionalistas como «los veteranos» era altamente manipulativo. Más bien, estos eran individuos radicalizados, tales como Giovanni Giuriati y Nino Host-Venturi,136 quienes incluso, en contacto con D’Annunzio, habían comenzado a reunir apoyos para formar fuerza militar voluntaria que ocupase la ciudad de Fiume. Estos excombatientes diferían enormemente de los representantes que se habían dado cita en el congreso de la ANC los días previos. Aun así, ante la situación, miembros de la ANC y de la ANMIG expresaron su condena al gobierno y se sumaron a la indignación nacionalista por las agresiones cometidas contra «los veteranos». Incluso D’Annunzio, en un artículo acusatorio que llamaba a la desobediencia contra el Gobierno, se recreó en la indignante imagen del manifestante mutilado con una sola pierna vilmente golpeado por la policía.137 El recurso literario de D’Annunzio a esta provocadora representación del veterano de guerra sirvió como incentivo para fomentar la deslealtad del ejército. Como vemos, ya antes de que los socialistas fuesen capaces de desarrollar discursos y políticas para el regreso de los combatientes, los nacionalistas y fascistas se destacaban en una lucha virulenta por controlar su simbología. Pero la frustración de las aspiraciones nacionalistas fue solo uno de los factores que explican el intento de monopolización de dicho símbolo; la otra clave fue el antibolchevismo.
En estos primeros momentos, debemos entender la adhesión de antiguos oficiales y arditi al joven movimiento fascista en un confuso contexto de creciente reacción antisocialista y antigubernamental. Los fascistas, aprovechando que los excombatientes carecían de una orientación política clara, trataban de dar una dirección política a su fuerza aparentemente considerable.138 En Roma, por aquellos días, muchos oficiales del ejército asistían vestidos de uniforme a las asambleas de los Fasci, donde los arditi instaban a emprender acciones violentas contra el Gobierno y los bolcheviques.139 Este clima de agitación también vio aparecer grupos de excombatientes de ideología anarquista, «subversivos» (sovversivi) que conspiraban igualmente contra el Gobierno. Por ejemplo, en julio de 1919 el ardito anarquista Argo Secondari organizó un complot fallido contra Nitti desde el cuartel militar del fuerte de Pietralata en Roma.140 En Verona, algunos trabajadores anarquistas se unieron a un grupo de excombatientes y antiguos arditi para fundar el Fascio.141 Y en Florencia, las autoridades calificaron de «impresionante» la agitación combinada de veteranos, fascistas y arditi.142 En esta ciudad fueron veteranos de guerra quienes fundaron el Fascio en la propia sede local de la ANC,143 pero esta colusión era un caso excepcional.
Como vemos, no existía ningún patrón general que definiera la proximidad entre los veteranos y el movimiento fascista, relación que a lo sumo se daba en regiones del norte y el centro de Italia. Pero incluso en una ciudad septentrional como Ferrara los veteranos repartían su fidelidad entre la ANC y los socialistas, siendo favorables a Mussolini tan solo un pequeño grupo de arditi locales.144 En Bolonia, diferencias entre veteranos condujeron a una escisión entre los que ingresaron en la ANC y los que lo hicieron en la liga antibolchevique local, mientras que algunos oficiales se afiliaban al Fascio.145 A la luz de estos problemas para movilizar excombatientes, los líderes fascistas optaron por intentar reclutar no solo veteranos, sino también individuos sin experiencia directa de guerra. Como aclaró el organizador fascista Umberto Pasella, el Fascio era «una cosa muy distinta a una organización de veteranos»,146