Jacques Fontanille

Soma y sema


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El surtidor de Hubert Robert

       La pátina o el tiempo de los cuerpos

       Introducción

       Efectos temporales: Huella y enunciación

       Tradición y continuidad

       La pátina y la ergonomía: La “moral” de los objetos

       La pátina sensibiliza los cuerpos

       Conclusión: La semiótica de la huella

       Hacia una semiótica de la huella

       BIBLIOGRAFÍA

       ÍNDICE DE NOCIONES

      Presentación

      En 1988, Jacques Fontanille y Claude Zilberberg publicaron el libro Tensión y significación1, donde elaboraron conjuntamente las bases teóricas de la semiótica tensiva. En doce entradas bien precisas establecen, sucesivamente, el estado de la cuestión, las definiciones tanto paradigmáticas como sintagmáticas de cada término seleccionado, y discuten sus aportes confrontándolos con las teorías de la semiótica clásica y con teorías o posiciones de otras disciplinas afines: lingüística, antropología, psicoanálisis, filosofía. Elaboran los modelos centrales susceptibles de explicar los fenómenos discursivos de la tensividad, fundamentalmente el esquema tensivo, que pone en relación la intensidad (lo sensible) con la extensidad (lo inteligible) y cuyo resultado inmediato es el espacio tensivo, espacio teórico de la emergencia de los valores, y la red, de dos o de más entradas, que permite ver el punto de cruce de las valencias correlacionadas en cada caso. Aplicada la red, por ejemplo, a los modos de categorización, donde las valencias correlacionadas fueran la intensidad y la extensidad, por un lado, y la tonicidad perceptiva, por otro, tendríamos el resultado siguiente2:

Dominante intensiva(→ sumación) Dominante extensiva(→ resolución)
Percepcióntónica Elemento saltante(→ parangón) Red de rasgos comunes(→ cuadrado semiótico)
Percepciónátona Elemento neutro(→ término de base) Recubrimientos irregulares(→ aires de familia)

      Donde se puede observar que el clásico cuadrado semiótico es un modo de categorización entre varios otros posibles. Con lo cual se amplían notablemente las posibilidades de explicación y de interpretación de los discursos concretos. Aplicado el esquema tensivo al campo de la veridicción, obtendremos el siguiente resultado3:

      El arco que conecta los extremos de las coordenadas representa las correlaciones inversas entre intensidad y extensidad: a más “ser”, menos “parecer”; a más “parecer”, menos “ser”. El arco que parte del vértice de las coordenadas representa las correlaciones conversas (o directas) entre las valencias: a más “ser”, más “parecer”; a menos “ser”, menos “parecer”, y a la inversa.

      A partir de esa obra conjunta fundadora, Jacques Fontanille y Claude Zilberberg han comenzado a desarrollar los teoremas y postulados allí planteados en forma obligadamente sintética, con matices diferentes y complementarios. C. Zilberberg4 se ha centrado en la elaboración de las categorías de la tensividad fórica5, atendiendo fundamentalmente a la sintaxis que las gobierna. En ese sentido, la tensividad es considerada en su propia naturaleza y en sus propias regulaciones inmanentes. J. Fontanille, por su parte, se preocupa por la “encarnación” de esa tensividad en el cuerpo sensible.

      El cuerpo –señala J. Fontanille– había sido excluido de la teoría semiótica por el formalismo, y sobre todo por el logicismo que prevalecía en la lingüíst|ral de los años setenta (…). Pero desde el momento en que uno se pregunta por la operación que reúne los dos planos de un lenguaje, el cuerpo se hace indispensable. Ya sea que se le trate como sede, como vector o como operador de la semiosis, el cuerpo aparece como la única instancia común a las dos caras o a los dos planos del lenguaje, capaz de fundar, de garantizar y de realizar su unión en un conjunto significante (pp. 21-22).

      A partir de la presencia del cuerpo en la teoría semiótica, todos los dispositivos clásicos adquieren “corporalidad” y se “animan”; aparecen como “fenómenos” y pueden ser percibidos.

      En esta novedosa concepción de la semiótica, la forma y las transformaciones de las figuras del cuerpo proporcionan una representación discursiva de las operaciones profundas del proceso semiótico. Entre el cuerpo como “resorte” y como “sustrato” de las operaciones semióticas profundas y las figuras discursivas del cuerpo, se abre el campo para un recorrido generativo de la significación, recorrido que ya no es solamente formal y lógico, sino también fenoménico y “encarnado”.

      Sobre estas bases epistemológicas, el autor procede a la elaboración de una teoría semiótica del cuerpo, iniciando su construcción por el cuerpo del actante. La cuestión a resolver es “cómo un cuerpo deviene actante, trátese del actante de la instancia de discurso en general, del actante de la enunciación o del actante del enunciado” (p. 32).

      Para ello, es preciso concebir el actante como una posición corporal, o sea, como una carne y como una forma corporal, sede primordial de los impulsos y de las resistencias que sostienen la acción transformadora de los estados de cosas. Esa posición corporal es construida por desembrague a partir de la instancia de discurso, sede y operador de la semiosis.

      En el “cuerpo”, distingue Fontanille dos instancias: la carne y el cuerpo propio. La “carne” es aquella instancia que resiste y colabora al mismo tiempo con la acción transformadora de los estados de cosas, y que cumple también el rol de “centro de referencia”, el centro de la “toma de posición”. El “cuerpo propio” es aquello que se constituye en la semiosis, lo que se construye con la reunión de los dos planos del lenguaje en el discurso en acto. El cuerpo propio es el portador de la identidad en construcción y en devenir, el cual obedece a un principio de fuerza directriz. Con tales precisiones, Jacques Fontanille construye un modelo sencillo de las instancias del cuerpo del actante, cuya complejidad se irá desarrollando a lo largo de los sucesivos capítulos del libro:

      , Sí-idem y Sí-ipse son las tres instancias de Ego. Las tensiones y articulaciones que se producen entre esas instancias generan, en cada discurso, la identidad del actante. El modelo se complejiza gradualmente hasta que permiten dar cuenta de las situaciones