quien en privado solo mantiene una existencia rutinaria, donde lo único que abunda es la soledad.
Motivos de conversación:
¿Cómo se nos presenta el personaje de Mária Drazdechová? ¿Qué aprendemos de ella conforme avanza la historia?
¿Por qué consideras que algunos padres podrían apoyar la actitud de la maestra en clase? ¿Qué te dice esto sobre el control por el miedo?
¿Qué métodos de Drazdechová dentro y fuera del aula permiten ver su carácter?
Madame Hyde
Título original (año): Madame Hyde (2017)
País: Francia
Director: Serge Bozon
Guion: Serge Bozon
Música: Benjamin Esdraffo
Fotografía: Céline Bozon
Reparto: Isabelle Huppert, José García, Romain Duris, Pierre Léon, Guillaume Verdier, Patricia Barzyk, Jamel Barbouche, Roxane Arnal, Nassim Amaouche, François Négret, Charlotte Vêry, Karole Rocher y Tidiane Traoré
Género: Comedia/drama
Sinopsis: Madame Géquil es profesora de una escuela pública en Francia. A pesar de su insistencia, no es valorada ni respetada por sus alumnos ni colegas. Al llegar a casa, su esposo tampoco ayuda a mejorar la situación. Una noche, mientras experimenta en su laboratorio, sufre una descarga eléctrica y, a partir de ese momento, logra ganar el respeto de su entorno. No sabe, sin embargo, que por las noches puede convertirse en un peligro mortal para quienes la rodean.
En paralelo, uno de sus alumnos, Malik, quien no tiene mayor interés en su futuro académico o laboral, comienza a establecer con ella una relación de admiración y confianza que lo lleva a descubrir sus capacidades.
Comentario: La cinta muestra, desde una perspectiva más cercana a la del maestro, la frustración y el profundo desaliento que puede generar una clase que insiste en boicotear el proceso de aprendizaje. El tratamiento narrativo de esta situación genera empatía con madame Géquil.
Por otro lado, la película está atravesada por el humor, aunque en una clave distinta a la que acostumbran las comedias más populares. Aquí, la línea que separa la caricatura del drama puede ser imperceptible, por lo que sería útil señalar que se trata de una cinta diferente.
Motivos de conversación:
¿Por qué los alumnos no respetan a madame Géquil?
¿Qué hubiera podido hacer madame Géquil para ganar la atención de su clase?
¿Sigue siendo deseable un poder sobrenatural sobre el que no se tiene control?
PLANO II
CINE: BREVE HISTORIA Y GÉNEROS
Ayer viajé al reino de las sombras. Es una región inconcebiblemente extraña, despojada de sonidos y colores. Todo, la tierra, los árboles, las personas, el aire, el agua, está pintado en grisalla. Se ven ojos grises en rostros grises. Un sol plomizo brilla en un cielo gris, y las hojas de los árboles son de un gris ceniciento. La vida se reduce allí a una sombra y el movimiento, a un fantasma silencioso. […] Es un espectáculo terrible. Y, sin embargo, no es un teatro de sombras. Uno piensa en esas ciudades que un fantasma, una maldición, un espíritu maligno, han sumido en un sueño eterno. Parece que Merlín el Encantador nos enseña una de sus malas pasadas: ha hechizado una calle reduciendo sus edificios imponentes, desde el techo a los cimientos, a un tamaño insignificante, empequeñeciendo proporcionalmente a las personas y privándolas de la palabra, y ha difuminado los colores del cielo y de la tierra hasta fundirlos en una grisalla uniforme. Después, ha cogido su creación grotesca y la ha plantado en una sala de restaurante con las luces apagadas.
Máximo Gorki*
TOMA 2
BESOS INOLVIDABLES
Hizo bien el crítico literario y político peruano Luis Alberto Sánchez en titular la biografía que dedicó al escritor Abraham Valdelomar: Valdelomar o la belle époque (1969), porque su vida y obra centellearon durante los años en los que el país despedía el refinamiento modernista y abría las puertas a una renovación vanguardista y desprejuiciada. Claro que en el Perú esto se vivió sobre todo en la ciudad de Lima, que tuvo como protagonista a Abraham Valdelomar —y de actor secundario a José Carlos Mariátegui en su “edad de piedra”, según su propia calificación—, cuya encarnación de la libertad moral y el diletantismo artístico fue ejemplar. Justamente en este intervalo, entre un siglo y otro, marcado por la efervescencia y la frivolidad más fogosa se instala en Europa el movimiento de la belle époque.
Fue un ambiente impetuoso, de nuevas modas y apariencias femeninas, de concurridos bulevares y cafés bohemios, de cabarés y galerías de arte frecuentados por la alta burguesía y la clase media. Pero, además, una realidad que descubría en la sociedad nuevos valores económicos y culturales con la consolidación y expansión del capitalismo, que hacía confiar en el progreso de la ciencia, las artes y la tecnología. Su traducción en nuestro país a inicios del siglo XX fue denominada por Jorge Basadre como la República Aristocrática.
Aunque fueron años de crecimiento económico, se agudizaron los contrastes sociales y las luchas políticas; surgieron los primeros sindicatos frente a la explotación en las fábricas, pero hubo cierto abandono ante el despotismo que oprimía el interior del país, principalmente en las minas de la sierra, en el cultivo del algodón y de la caña de azúcar en la costa, y por la fiebre del caucho en la Amazonía. En medio de esta explosión social, económica y cultural en el mundo de Occidente, el cine empieza a dar sus primeros pasos.
Es justo mencionar que antes de la primera proyección cinematográfica por parte de los hermanos Lumière, en el Grand Café de París a finales de 1895, los avances en la técnica fotográfica del siglo anterior habían actuado como importantes antecedentes. En este sentido, debemos mencionar a Thomas Alva Edison, pues con el quinetoscopio estuvo cerca de inventar el cine. Quien efectivamente le dio un gran impulso y categoría artística fue el ilusionista francés Georges Méliès1, quien incorporó los efectos especiales de sus espectáculos al cine. Hizo del cine un arte, todavía rudimentario, pero de poderoso encantamiento.
Es de imaginar que las primeras películas tenían pocos minutos de duración, la actuación de actores y actrices era bastante teatral, se abordaban temas simples —y no tan simples, como veremos— y la producción artística era muy de bajo presupuesto. Veamos, a manera de ejemplo, unas películas con un tema que emociona tanto en el pasado como hoy. El beso (The Kiss, 1896), dirigida por William Heise, recreaba la escena final de un musical de Broadway titulado La viuda Jones. Bastarían un único plano y veintitantos segundos de acaramelamiento entre May Irwin y John Rice para que escandalizaran a la sociedad de la época. Treinta y un años después se exhibirá —¡vaya atrevimiento!, dirían algunos— el primer beso gay de la historia del cine: dos jóvenes aviadores se acarician y besan a manera de despedida, uno de ellos está a punto de morir, en el filme Alas (Wings, 1927) de William A. Wellman. Mientras que el primer beso lésbico aparece en Marruecos (Morocco, 1930), de Josef von Sternberg, con una siempre perturbadora Marlene Dietrich, quien vestida de hombre y luego de interpretar una canción en un cabaré, besa a una muchacha del público.
Desde la cuarteta romántica de Gustavo Adolfo Bécquer: “Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; / por un beso... yo no sé / qué te diera por un beso”; a los versos del poema “Piedra de sol”, del escritor mexicano Octavio Paz: “todo se transfigura y es sagrado, / es el centro del mundo cada cuarto, / es la primera noche, el primer día, / el mundo nace cuando dos se besan”, hay una gran diferencia de estilo, pero un mismo