Fernando Vivas Sabroso

En vivo y en directo


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Alfonso Pereyra Jr. para las agitaciones de transmitir en vivo. Desfiló por la escena del Bolívar la belleza cantarina Bebelú de la Borda, quien había flechado a Lucho Gatica una temporada atrás, y se transmitieron imágenes filmadas durante los oficios de Semana Santa. Siguieron el colombiano Nelson Pinedo, de gira por Lima, y los Romanceros Criollos dieron paso a Alicia Lizárraga. No todo fue música. Se encargó a Juan Ureta Mille escribir un sketch cómico-sentimental y este ofreció un entremés alusivo a la irrupción del nuevo medio llamado Los novios de la tele, protagonizado por su esposa Elvira Travesí. Elías Ponce “Pedrín Chispa”, estrella de Radio El Sol, escribió números para el cómico Carlos Oneto “Pantuflas” y los Hermanos Ponce. El canal 6 y los diez aparatos distribuidos por la ciudad desaparecieron a los pocos días, pero tras el evento de la AIR se aceleró la carrera por la televisión que ganarían, por puesta de mano, el canal 7, estatal, y el canal 4, privado. Esa es la historia que sigue.

      La televisión nos llegó relativamente tarde, en comparación con algunos países vecinos, pero en el momento oportuno para iniciar un desarrollo sin tropiezos.2 Aunque desde fines de los años cuarenta la televisión rondó como proyecto en la mente de algunos radiodifusores, entonces no hubo las condiciones nacionales que alentaran los extenuantes pionerismos y las campañas desesperadas para vender aparatos y captar anunciantes, que tuvieron que sufrir los que empezaron muy temprano. Difícilmente hubiera aparecido antes de 1956, cuando Odría concluyó sus ocho años de dictadura dejando en el país un clima de resentimientos políticos e incertidumbre sobre los lineamientos económicos del futuro.

      Hacia 1958, el año fundador de la televisión peruana, el nuevo gobierno civil de Manuel Prado Ugarteche (había gobernado durante el período 1939-1945 y retomado el mando en 1956) infundió la seguridad necesaria para arrancar. Dos temporadas antes, el 22 de octubre de 1956, Prado había invitado a la Federación Peruana de Radiodifusión, presidida por José Eduardo Cavero, y a la Asociación Nacional de Radiodifusión, cuyo delegado fue Genaro Delgado Parker, a formar parte de la comisión técnica para elaborar el Reglamento General de Telecomunicaciones, cuyas bases habían sido discutidas y enriquecidas con la legislación comparativa, durante el evento de la AIR en 1955.3

      El llamado a la concordia permitió a Prado convivir políticamente con el Apra y con la derecha empresarial que él mismo representaba, diluyó censuras y sectarismos, y afirmó una democracia civil y parlamentaria poco practicada hasta entonces. Superada la crisis económica con que se despidió Odría, se impulsó un tímido pero bien encaminado proceso de modernización industrial que obligó a Prado a hacer obra pública y a establecer el control cambiario. Las críticas de los exportadores, encabezados por Pedro Beltrán, barón del agro, dueño del diario La Prensa y furibundo demoliberal, tuvieron entonces motivo para radicalizarse; pero el presidente dio un giro pragmático e incluyó al propio Beltrán en la convivencia ofreciéndole el Ministerio de Hacienda. Exportadores agrícolas e industriales estuvieron satisfechos en sus demandas, la juventud crítica y la nueva izquierda estaban aún en proceso de formación política, y se inició el mayor período de estabilidad del último medio siglo.

      Los partidarios de la teoría económica del acordeón, que establece que a los ciclos de expansión y distensión sobrevienen bruscas contracciones, empiezan su cuenta con la gestión de Beltrán. Fue precisamente en esa primera “apertura del acordeón” que nació la televisión. El Perú encaraba los dilemas de la modernidad con cierto optimismo. La hipertrofia del crecimiento urbano, los cuellos de botella de la industrialización sustitutiva, el analfabetismo y la escasa integración cultural que frenaban el progreso de las comunicaciones, no parecían baches imposibles de saltar. Tampoco había vacíos legales, pues por decreto supremo del 12 de enero de 1957, Prado había expedido el citado Reglamento General de Telecomunicaciones que incluía una normativa bastante actualizada en materia de televisión y se complementaba con un decreto del 5 de abril de 1957, que declaraba que la televisión estaba amparada por la Ley de Promoción a la Industria (Ley 9140) y, por lo tanto, la beneficiaba con exoneraciones arancelarias.4

      De hecho, era un indicador de optimismo que más de cinco mil familias limeñas5 compraran antes del 15 de diciembre de 1958, fecha inaugural del canal 4, un aparato que no servía para nada, o para muy poco, pues desde el 17 de enero de ese mismo año sólo era posible sintonizar, con varias interrupciones técnicas y sin que la prensa divulgara su programación, la señal educativa del canal 7 del Ministerio de Educación.

      También 1958 fue un año significativo para la televisión en el mundo. La NBC, una de las tres grandes cadenas norteamericanas, y su casa matriz, la RCA, decidieron emprender una política de inversión indirecta en televisoras extranjeras. Según Achille Pisanti esta práctica se inició formalmente en 1958 en cuatro países: Portugal, Suecia, Yugoslavia y Perú.6 Se trataba de canales equipados con transmisores RCA que requerían de urgente asesoramiento técnico. La NBC, además de dar facilidades crediticias para el pago de los equipos, ofrecía extender esta asesoría al campo comercial y productivo y, por supuesto, en el paquete de ofertas estaban incluidas sus propias producciones. En el Perú, el consorcio tuvo destacada participación en el bautizo del canal 4, cuyo transmisor y tres cámaras llevaban su marca. Pero la asesoría integral, que incluía la presencia de un ejecutivo de la NBC trabajando en planta y la inclusión del canal local en una red nominal de emisoras afiliadas, no se concretó con el canal 4 porque el pacto ya se había establecido con el canal 9, próximo a inaugurarse en agosto de 1959. No sospechaba la NBC que ese canal se estrangularía en menos de un año.

      El canal 13, de la familia Delgado (hoy canal 5), quedó fuera del influjo de la RCA, pero fue equipado gracias a un contrato bastante generoso de la Philips, sin ataduras, por lo demás, a ninguna cadena televisiva. La relación del 13 con la CBS, que lo proveyó de sus primeros enlatados, tuvo un importante intermediario, el magnate de la televisión cubana Goar Mestre (Santiago de Cuba, 1912 - Buenos Aires, 1994).7 No son los del 13 ni del 4, ni siquiera del 9, que tuvo una gran cuota de original programación en vivo, casos de una televisión inducida a dar sus primeros pasos, pero sí de canales que nacieron en un momento oportuno para acogerse a ventajosas ofertas de equipamiento y programación.

      Sin duda, el modelo totalizante de nuestra naciente televisión fue el norteamericano, que era también el de Cuba. Los criterios de programación horizontal y vertical, y sobre todo la práctica comercial, ha sido directamente adaptada del modelo con algunas variantes creativas (véase, en este capítulo, el acápite “Al mediodía todo vale”), pero en materia de producción preferimos verlo más como un muestrario de géneros y posibilidades que como simple objeto de copia. La presencia de varios creativos latinos con experiencia en otras televisoras de la región y la improvisación de muchos peruanos que no sabían nada de televisión cuando se lanzaron al ruedo nos obliga a pensar así. Finalmente, cuando en los primeros años el modelo era específicamente plagiado (véase, en el capítulo II, el acápite “Esta es tu vida”) mediaban entre el auspiciador extranjero y el canal, los creativos peruanos de las agencias de publicidad encargadas de diseñar el programa y la contundencia de la transmisión en vivo, donde todo podía pasar. Otro modelo, fundamental en la producción de telenovelas, fue el de las varias televisoras latinas. En estos casos se picó de aquí y de allá, y en Panamericana Televisión se llegó algunas veces a una producción modélica para otros. En el caso del humor, si algo se aprendió de algún modelo, fue que se podía ser localista.

       Los pioneros

      El optimismo era visible en los broadcasters, que con una inversión bastante mayor a la requerida por el negocio radial y sin anunciantes previamente comprometidos, se lanzaron a la aventura. En 1956, Genaro Delgado Parker (Lima, 9 de noviembre de 1929), entonces de 26 años, propuso a su padre Genaro Delgado Brandt y a su hermano Héctor que lo eximieran de obligaciones ejecutivas en las empresas radiales de la familia, las siete estaciones que constipan la Unión de Radiodifusoras del Perú, y lo mantuvieran a sueldo trabajando exclusivamente en la planificación de un canal de televisión.8 Consiguió un crédito de la Philips, a través del gerente Tesselin, para comprar el transmisor