Fernando Vivas Sabroso

En vivo y en directo


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y los concursos (el premio por antonomasia en los sorteos de la época era un televisor) no bastaban para subir las ventas. ¿Por qué no usar la pobre señal del Ministerio de Educación, escasamente difundida en hogares limeños pero, sin duda, una señal de escaparate? En efecto, la novedad de la caja chillona detenía a muchos peatones que transitaban por los jirones comerciales de la ciudad. La mayoría de teleastas que conocemos nos han contado que su primer contacto con la televisión no lo tuvieron en casa, sino ante un escaparate viendo con gran curiosidad, aunque con indiferencia por el contenido, algún aséptico documental de embajada.

      Así, en fecha patriótica, el 26 de julio, gracias a un convenio de excepción, la RCA auspició el programa Gran desfile de estrellas. El perrito melómano anunciaba en grandes avisos que el programa se podría ver en todos sus concesionarios y puntos de venta en la capital. Desde las 7 de la noche, en un especial musical dirigido por el técnico argentino Óscar Richards, desfilaron Maritza Rodríguez, Nicomedes Santa Cruz, el “Carreta” Jorge Pérez, Javier González y sus Chaskis, entre otras figuras nacionales y extranjeras con bastante más cartel que el que hasta ese día se había lucido en el canal. La agencia McCann Erickson concibió el programa y la selección de atracciones la hizo el empresario de artistas Jorge Álvarez. Los radiodifusores privados protestaron gratuitamente por esta aventura del Estado con los inversionistas extranjeros.

      Mientras la RCA descubría al canal 7 en esta avant-premiére de la televisión comercial, también el presidente Manuel Prado pensaba en él. Trascendió que estaba interesado en difundir televisivamente su discurso del día patrio, pero la noticia quedó en rumor. Del Estado solo se supo que el trato con la RCA había motivado un pequeño debate sobre la orientación del canal que se zanjó a posteriori, a mediados de setiembre, cuando se firmó una autorización para que la emisora hiciese tratos comerciales. Así, a fines de setiembre, la General Electric difundía filmes promocionando sus receptores e Imaco, otro comercio dedicado a la venta de electrodomésticos, auspició el pequeño espacio semanal Teleactualidades, donde Raúl Ferro Colton, comentando noticias internacionales, ensayó para dirigir luego El Panamericano en el 13.

      Ante la inminente llegada de la televisión privada, de poco valió la apertura. Solo el 23 de octubre la Estación Electrónica salió de su monotonía para transmitir la primera mesa redonda de nuestra televisión: una media docena de funcionarios internacionales y representantes del gobierno se reunió para conmemorar el Día de las Naciones Unidas. Luego del 15 de diciembre de 1958, el canal 7 se sumergió en un último plano en el que solo hurgaremos ocasionalmente. La televisión comercial, con enorme ventaja de rating y de recursos de producción, capturó todas las atracciones vivas de importancia y dejó al 7 números escolares, planteles musicales de radios, grupos provincianos y artistas sin cartel que salteados con documentos científicos, clases de idiomas y un modesto audiovisual llamado Fotoshow conformaban una descolorida programación.

      Baste decir que los once meses que canal 7 tuvo de exclusiva sirvieron para que muchos trabaran un primer contacto con el medio; los que vieron el canal en vitrina, los que lo sintonizaron para hacer tiempo a la llegada de la televisión comercial o aquéllos que como el célebre libretista cómico y hombre de radio Elías Ponce, más conocido como “Pedrín Chispa”, realizó en el piso 22 del Ministerio de Educación su primera incursión televisiva. Se trató de los Cuentos de doña Mariquita,18 un económico teatro de marionetas con capítulos unitarios, donde debutó como asistente de Chispa otra prominente figura de la radio y de la futura televisión privada, Carlos Oneto “Pantuflas”. La Philips auspiciaba el espacio y pagaba al cubano Pepe Solari Hermosilla, el hombre de los muñecos, los ensayos que este hacía con los textos de Chispa previamente grabados. Pantuflas solo hacía voces en off porque un contrato firmado con los Delgado Parker para el futuro canal 13 le impedía dar la cara en señal ajena.

      La Escuela Estación Electrónica acabó su curso anual el 17 de enero de 1959, día del primer aniversario del canal. En el acto televisado, 20 técnicos recibieron diplomas. Pero la televisión comercial casi desconoció esta promoción y la siguiente; con excepción de algunos camarógrafos y personal de planta, sus creativos no pasaron por el canal 7. La más promisoria escuela de la televisión fue el curso que dictó el cubano Humberto Bravo, nombrado jefe de producción de Panamericana Televisión antes de la inauguración del canal 13, en octubre de 1959. Ahí se dieron cita Pepe Ludmir, Pantuflas, Guido Monteverde, Pablo de Madalengoitia y otros futuros directores de programas para aprender de la experiencia de Bravo en la célebre CMQ habanera.

       Anticipo del sur

      Sin relación con las aventuras limeñas, silvestre y autosuficiente dentro de su conmovedora modestia, la televisión nació en Arequipa el 15 de agosto de 1959, poco después de los canales 4 y 9 de Lima, y antes del 13 de los Delgado. Allí se fundó además la primera planta de ensamblaje de televisores en el país. En este proceso se mezcla el pionerismo tecnológico de un digno descendiente del exuberante inventor Pedro Paulet, la disposición al riesgo de un gringo empeñoso y la credulidad de las autoridades de la UNSA (Universidad Nacional San Agustín).19

      Gustavo Quintanilla Paulet se interesó por la televisión al pasear por Radio City en Nueva York y por la RAI en Roma. Terminados sus estudios de filosofía, retornó al Perú en 1958 y visitó el recién fundado canal 7. Inmediatamente reinstalado en Arequipa para trabajar en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), donde había sido encargado de la Radio Universitaria, propuso al rector Isaías Mendoza fundar un canal educativo. La propuesta no hubiera prosperado en absoluto si Quintanilla no se pone en contacto con el norteamericano Jack Dwyer, gerente local de la Coca Cola y dueño de una cámara de televisión, que tenía el plan de montar una fábrica de ensamblaje de televisores con algunos amigos arequipeños. La iniciativa universitaria le venía de perilla a Dwyer, quien a través de sus socios locales Jorge Bedoya, Humberto Portillo y Eleodoro Freyre, entre otros, manejaba la fábrica que subvencionaría a la flamante Televisora Sur Peruana S.A., canal 2. Quintanilla se reservaba la gerencia del canal y Bedoya la presidencia del directorio. El canal se programaría con espacios en vivo y con algunos enlatados de la CBS, pues Dwyer tenía contactos amicales con la gran cadena. El único camarógrafo sería el autodidacta Juan Ojeda.

      La primera transmisión de prueba, en circuito cerrado, se hizo en enero de 1959, desde el Teatro Municipal hacia una serie de televisores ubicados en la calle. Pasó medio año para el lanzamiento oficial del canal desde el Pabellón de Cultura de la universidad y poco después, por inadecuación del edificio, Televisora Sur se trasladó a un local de propiedad de la Beneficencia. La inauguración oficial fue vista por muy pocos hogares —la multitud se agolpaba ante las vitrinas con televisores marca CBS cuyas cajas de madera fueron pintadas por brochas nativas— pero contó con la presencia del presidente Manuel Prado, invitado por su pariente Bedoya. Tras la ceremonia que apadrinó el presidente, se aireó un modesto show musical. El primer auspiciador fue el bazar Creaciones Lima.

      Los primeros programas, lanzados desde la UNSA fueron conferencias y diálogos académicos, además de un modesto noticiero con fotos fijas. Aceite Cocinero auspiciaba un espacio culinario y Alfredo Cano, el productor más ambicioso, montó zarzuelas y dirigió telenovelas en vivo. La primera fue El secreto de sor Teresa, según el libreto comprado a Juan Ureta Mille y previamente ejecutado en Lima. Su esposa Elvira Travesí viajó al Sur para trabajar en el primer capítulo. Comerciales en vivo con modelos como la Miss Arequipa Doris Castro interrumpían el drama. Más popular que las novelas fue La Uruguaya regala, concurso de tareas inspirado en Scala regala y apadrinado por Pablo de Madalengoitia. En él trabajaron, entre otros, Fernando Herrera, Andrés Bedoya, Frida Osorio y Jimmy Vargas. El productor arequipeño Humberto Polar hizo sus pinitos en los primeros años de canal 2. Jorge Cornejo Polar dirigió una temporada del noticiero El Sur Peruano. Más adelante, Quintanilla desarrolló un plan de teleducación llamado Teda (Televisión Educativa de Arequipa), experiencia que será tomada en cuenta para la creación del Inte (Instituto Nacional de Teleducación) durante el gobierno militar.

      A mediados de los sesenta, el pionerismo arequipeño fue comprado por Panamericana de Lima (incluidas las sucursales de Cusco, Puno y Tacna) y, como ha