Adam Zmith

Inhalación profunda


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no es lo único que conecta el trabajo de Amália y este que tienes entre manos. De hecho, es la consecuencia de un espectáculo de una hora que él y yo escribimos juntos y llamamos «Stigma». Es mi compañero y conocer su cuerpo y su alma me hizo pensar. Abrí este capítulo con su performance «16.97056274847714» porque fue una inspiración de lo que sería el tema de este libro.

      Puedo haber sido alguien que ha usado su cuerpo con propósitos indeseables. Si ellos lo dicen… El proyecto tras este libro es pensar en el objetivo de nuestros cuerpos, cómo los usamos y cómo nos situamos en la línea de Amália. El establishment ha pervertido los propósitos indeseables de las personas queer, o los ha excluido. Es por eso que muchos nos sentimos como «cuerpos marcados» suspendidos en la «niebla de popper» descrita por Richard Scott en su poema épico de la vida gay, Oh my Soho:

      Estoy atragantado de vergüenza, desgarrado a golpes en callejones oscuros, mapa del tesoro de traumas enterrados. En ti he gastado mi vida — borracho, colocado de popper, mancillado, manchado de [lágrimas, Eros oxidado -como22.

      No creo que Scott, su voz poética, esté oxidada cuando da pasos adelante en la historia con este brillante poema. Lo veo lleno de potencial, lleno de su poder biopolítico. Su cuerpo está colocado de popper, presente y dispuesto a conectar. Que sea ese otro tema en estos capítulos. Placer tras placer a través de conexiones insospechadas. Quisiera ofrecer a vuestra mente la experiencia que tantos cuerpos tienen al estar colocados de popper: llenos de potencial, buscando conectar y con la idea del ego alejándose. Las drogas buenas nos ofrecen esta experiencia, por supuesto, como los mejores artistas. Como Amália, avanzando sobre su línea en maillot, incomodando a la gente en la galería. Rechazando la categorización como hacen nuestros cuerpos en sus días de mayor libertad, Amália representó un momento de potencialidad queer. Puede que los emprendedores la hayan comercializado al envasar en botellitas subidones de libertad y utopía momentánea, pero el potencial siempre estuvo en nuestros cuerpos.

      Tras la multitudinaria noche de estreno, Amália tendría que haber repetido la serie de ejercicio cada día a las 16:00:09, revelando su alma queer dieciséis veces durante dieciséis minutos. Pero era marzo de 2020 y Londres había empezado a intentar frenar un virus. Apareció a la hora acordada durante unos cuantos días, desesperado por conectar, con cada vez menos visitantes y al final la exposición acabó de forma prematura. Londres se confinó. La utopía queer de Amália se esfumó y cada uno huyó a su compartimento privado. Solo, en el mío, empecé a escribir estas páginas.

      iQUILTBAG es una alternativa a LGTBIQ+. Además de jugar con la combinación de las palabras «quilt» y «bag», que permite imaginarlo como una bolsa hecha a mano cosiendo pedazos de diferentes materiales, el acrónimo está compuesto por Queer & Questioning, Unidentified, Intersexual, Lesbian, Transgender & Transexual, Bisexual, Asexual, Gay & Genderqueer. (N. del T.)

      El cantante prefiere la penumbra. Apenas puedo ver su cara. Cuando el espectáculo tiene luz, brilla desde detrás de él. Estoy a treinta metros del escenario, cuerpos que chocan con el mío, preparados para un subidón. Me he traído popper porque la primera vez que escuché esta música fue introducida ilegalmente en una recopilación de porno. El editor del vídeo había superpuesto los cortes con textos e instrucciones cronometradas que indicaban cuándo inhalar. Ya llega ese mismo pulso, ahora en directo. El humo del escenario coagula el aire. En la oscuridad, los tres músicos producen un sonido llamado TR/ST.

      La letra serpentea, habla de la vergüenza que toma el control y la promesa de esperanza sin vergüenza. La música es nítida, pura, despreocupada. El sonido es un rayo láser atravesando el humo. Dejo de intentar usar los ojos y siento la multitud creciendo a mi alrededor. Uno de ellos es José, cuyo cuerpo se mueve con el mío. Recibimos golpes de otros cuerpos y del sonido del escenario. Oscuridad y dicha.

      El extraño falsete del cantante es comodidad y es conexión. Dice que es misericordia y músculo y que así es como toca a su público. José y yo inhalamos popper. Nuestros cuerpos se aprietan el uno contra el otro. Todo es irresistible. Las manos de José, sus labios, su piel. José y yo nos metemos mano mientras el subidón inunda nuestros cuerpos. Es un mundo momentáneo, los pocos segundos del subidón, los noventa minutos del concierto; todo se disipará y el aire de fuera lo nublará todo una vez más. Por ahora, en este momento, es un mundo sin vergüenza imaginado por las figuras oscuras del escenario, nacidas del humo, una promesa hecha realidad.

      Es como traerse algo del futuro, traerse unos cuantos segundos de quien queremos ser. Nos convertimos en nuestro potencial. Sin sufrimiento, solo placer. La sensación es tan, tan breve.

       II. Dos innovadores del cuerpo

      ¿Habéis visto alguna vez algo de bromo? Es un líquido antipático, del color de la sangre cuajada. A temperatura ambiente es necesario almacenarlo en un recipiente sellado, como una ampolla de cristal. De esta forma se detiene el proceso que lo convierte en vapor. El bromo es tan volátil que, de verter el fluido marrón rojizo, podrían verse vapores de color naranja elevándose, buscando movida. El bromo es un elemento natural en busca de conexión. Parece estar vivo y lleno de potencial.

      El bromo y el popper tienen en común a un hombre llamado Antoine Jérôme Balard. En 1826, Balard descubrió una sustancia en el agua del mar cerca de su pueblo natal en Montpellier, Francia, y tras algunas investigaciones concluyó que esta sustancia era un nuevo elemento, el bromo. (Había sido aislado en Alemania más o menos al mismo tiempo por Carl Jacob Löwig, con quien comparte el título de descubridor). Balard era un científico excéntrico que vivía en un desván desprovisto de calefacción sobre su laboratorio. Comenzó como farmacéutico de pueblo y ascendió hasta la Sorbona, la institución académica más prestigiosa de Francia.

      Algunos años después de descubrir el bromo, Balard hizo pasar vapor de nitrógeno a través de alcohol de amilo. Este proceso produjo un curioso líquido del que emanaba un vapor penetrante. Balard debió acercar la nariz a este vapor e inhalarlo. Y se ruborizó. «Nada antes me había producido este efecto», dijo a un colega, según Thomas Dormandy en su libro El peor de los males: la lucha contra el dolor a lo largo de la historia1. «Soy un caradura, no me ruborizo con facilidad».

      Era el año 1844. Balard supuso que inhalar el vapor había dilatado sus vasos sanguíneos y disminuido su presión arterial. No se le ocurrió qué uso darle. De eso se encargaría otra persona. Del mismo modo en que compartió la paternidad del bromo con Löwig, también compartiría la del nitrito de amilo, pero esto llegaría más tarde. Mientras Balard codescubría el nitrito de amilo en 1844, un bebé llamado Thomas Lauder Brunton