obras clásicas del tema. Ya en nuestro siglo, Teoría literaria feminista (1985), de Toril Moi y, en España, es muy recomendable conocer los ensayos de Laura Freixas, como Literatura y mujeres. Más adelante añado otros libros en la bibliografía.
Voy a plantear de manera muy sucinta algunos elementos que se pueden analizar en una obra desde la perspectiva de género:
1)Autoría y producción de la obra:
a.Época, país y nacionalidad de la autora o autor. Idioma en el que escribe.
b.Dificultades o ventajas que ha podido tener una autora en su época o país a la hora de escribir y publicar. Se debe valorar también los porcentajes de autoras y autores en dicha época y país.
c.Dificultades personales de la autora para ejercer su oficio (familiares, de clase social, laborales, psicológicas, de salud…), y si utilizaba su nombre o seudónimo.
2)Recepción por parte del público lector y de la crítica.
a.Reconocimientos, premios.
b.Aparición o invisibilidad en medios de comunicación, libros de crítica y de historia de la literatura de su época o posteriores.
Por ejemplo, Emilia Pardo Bazán (1851-1921), mujer de enorme inteligencia y con una extensísima y variada obra de gran calidad, tuvo muchas dificultades para ser reconocida en su momento e incluso fue boicoteada y ridiculizada por algunos de sus colegas contemporáneos. Se le impidió la entrada en la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, ocupó la cátedra de Literaturas Neolatinas de la Universidad Complutense de Madrid, a pesar de que, al principio, este puesto fue boicoteado también y de que ella no había podido estudiar en la Universidad porque a las mujeres les estaba prohibido. Hay que destacar, no obstante, que la familia de Pardo Bazán, empezando por su padre y su condición de noble, le permitió escribir, algo que en otra clase social o entorno familiar le hubiera resultado imposible. Se separó de su marido porque este le pedía que abandonara la escritura, ya que el «atrevimiento» de ideas de doña Emilia causaba un gran escándalo social. Pero parece que su esposo no fue un hombre violento y la separación entre ambos se hizo de forma amistosa, circunstancia poco habitual.
Otro caso es el de la escritora estadounidense Charlotte Perkins Gilman (1860-1935). Tras tener una hija en su primer matrimonio, Gilman sufrió una profunda depresión, en parte porque no sentía deseos de adaptarse a la vida de casada ni de ser madre. Acudió a un neurólogo que le aconsejó no dedicarse a ninguna tarea intelectual ni volver a escribir nunca y limitarse a su vida familiar, algo que, por fortuna, ella no hizo. En 1892 se publicó su relato «El papel de pared amarillo» («The yellow wallpaper», un magnífico cuento fantástico donde reelabora su experiencia).
Observaciones:
Escucharemos a muchas personas afirmar que esas circunstancias están ya superadas. Algunas mujeres dirán que ellas no han tenido esos problemas. Pero que algo no nos suceda a nosotras no quiere decir que no les pase a las demás. Por otra parte, no se puede negar que la situación ha cambiado en determinadas zonas del mundo, aunque siguen existiendo dificultades, sesgos y prejuicios. Quienes planteamos esto no estamos cayendo en el victimismo, solo somos conscientes de las circunstancias y no nos limitamos a pensar desde nuestra mera individualidad.
Una forma de negacionismo actual es cuando muchos lectores plantean que ellos no tienen en cuenta el género sexual de quien escribe un libro, sino su calidad. Sin duda puede haber personas que no presten atención a este tema, igual que hay espectadores que no se fijan en quién dirige una película sino en su título y tema. Otra cosa es lo que deberían hacer las y los escritores. No observar todos los aspectos de una obra (autoría, época, nacionalidad del autor o autora, idioma en que la obra está escrita, traducción, editorial, extensión, género, etc.) resulta extraño y poco profesional. También hay lectores veteranos que, desde luego, han leído obras de autoras, pero no profundizan en el tema de la discriminación ni en las circunstancias que han rodeado a las mujeres a la hora de escribir y publicar. Con frecuencia, muchos de estos sesgos y prejuicios son inconscientes, aunque tampoco se hace mucho por sacarlos a la luz.
3)Género literario en el que se puede incluir la obra (o géneros, si se trata de un texto híbrido): analizar si es un género tradicionalmente escrito por varones (como la ciencia ficción), por mujeres (como la novela romántica) o por ambos.
4)Personajes de la obra y en qué época transcurre la acción.
a.Quiénes son los protagonistas y los secundarios.
b.Si son mujeres, varones o tienen otras identidades de género. Porcentaje de unas y otros.
c.Si esos personajes representan estereotipos y repiten roles de género tradicionales o, por el contrario, presentan alternativas. Téngase en cuenta que en la literatura de género son frecuentes los estereotipos, ya que, como he dicho más arriba, suelen basarse justamente en esos clichés, que son los que esperan los lectores.
Grosso modo, los «roles de género» son una serie de normas y conductas, «papeles» asociados a los géneros sexuales femenino y masculino: el varón debe ser el proveedor del sustento; la mujer, ocuparse de las tareas domésticas y de cuidados. En cuanto a los estereotipos, se trata de ideas aceptadas sobre cómo son los varones y las mujeres: ellos, más fuertes físicamente y más capaces para ciertos oficios como los que requieren esa fortaleza física, pero también para trabajos intelectuales, la ciencia, las ingenierías o los negocios, son también más agresivos o tienen más apetencias sexuales, mientras que las mujeres se muestran más delicadas y sensibles, y por eso se les dan mejor las tareas de los cuidados o del hogar, coser o cocinar, salvo a altos niveles, donde de nuevo destacarán ellos como cocineros o modistos. Pero, asimismo, están los arquetipos, representaciones primigenias, simbólicas o incluso míticas, que pueden convertirse en parte del inconsciente colectivo de una sociedad: el padre, la madre, el héroe y el guerrero, la madrastra, la donna angelicata…
Voy a mencionar algunos de los roles y estereotipos más significativos:
Varones que son cabeza de familia y trabajan fuera del hogar, aparecen como protagonistas de la historia narrada, con frecuencia en el papel de héroe: aventureros, exploradores, guerreros, militares, investigadores, científicos, intelectuales, gobernantes; es decir, detentan puestos de poder, manejan armas, son fuertes, valerosos, atractivos y jóvenes, inteligentes, blancos, heterosexuales y sin ningún tipo de discapacidad. Solucionan los conflictos y situaciones problemáticas, se enfrentan a los peligros y los vencen, salvando también a su pareja femenina.
Las mujeres son parejas y compañeras del héroe, bellas, jóvenes y blancas; se dedican al trabajo doméstico, de esposa y madre, no detentan los puestos de poder ni decisión, no resuelven los conflictos ni las situaciones de peligro salvo como ayudantes de los varones, no parecen tan inteligentes como ellos, tienen menor fuerza física, no manejan armas y deben ser salvadas de los peligros por el hombre. Las mujeres pueden presentarse también como antagonistas, las «malas» de la historia, taimadas reinas de un matriarcado feroz o eróticamente perversas: la femme fatale.
Las excepciones confirman la regla.
Observaciones:
En las novelas policíacas, novela negra, del Oeste, bélicas, románticas, de ciencia ficción, fantásticas y de lo maravilloso, es decir, en la «literatura de género», estos estereotipos suelen cumplirse, lo cual no supone que aparezcan todos ni siempre. Este es un esquema y, como todos los esquemas, tiene sus variantes. En las novelas de aventuras, por ejemplo, que son antecedentes de ese subgénero de la ciencia ficción que sitúa las aventuras en el futuro o en otros planetas, ya se daban estos estereotipos. La fantasía épica es otro buen ejemplo. Por supuesto, con el avance social y la incorporación de las mujeres al trabajo fuera de casa y a oficios antes vedados, en la literatura han ido integrándose personajes femeninos que se muestran lejos ya de los estereotipos tradicionales y reflejan la nueva situación. También depende mucho del escritor o escritora, por supuesto.
Otra cuestión a tener en cuenta es no vincular de manera absoluta la masculinidad con los varones y la feminidad con las mujeres. La masculinidad