Lo que sucedió es que Cameron abrió algo que no había pensado. Sucedió que la gente a favor del Brexit, que odia a los extranjeros, fue mucho más activa y vociferante además de groseramente mentirosa. Boris Johnson y su corte tenían unos autobuses con un eslogan: «Con los millones que pagamos a Europa se podrían construir muchos hospitales». Esa información era falsa. Pero el eslogan no se borró de los autobuses hasta un minuto antes de final de la campaña. El enfado da más fuerza que la tranquilidad.
¿Dónde está usted políticamente?
Siempre he votado a los laboristas. Pero su líder, Jeremy Corbyn, hizo muy poco, si es que hizo algo para dirigir sus tropas. Como resultado, muchos votantes del Partido Laborista votaron a favor del Brexit. El alcalde de Londres, Sadiq Kahn, que también es de ese partido y es musulmán, hizo lo que pudo. Pero nadie le ayudó. El Brexit es un rechazo a los inmigrantes encubierto con frases del tipo: «Recuperaremos nuestro país». Y yo pregunto: ¿dónde ha estado el país? ¿Acaso se había perdido en Tasmania? Puedo cegarme en muchos aspectos, pero convertir un eslogan en tu razonamiento no me parece serio. Los problemas no van a tardar en aparecer. La sensación que tengo es que incluso quienes votaron a favor pensaron que no lo iban a conseguir, pero decidieron que iban a tirar toda la porquería que pudieran.
¿En el mundo actual hay más manipulación?
Hay más fanatismo. Mire Holanda, Austria, Alemania: el enfado da energía. Uno no se para a pensar en las consecuencias, que sería lo racional. La gente enfadada solo está dispuesta a escuchar eslóganes. La política es un negocio muy sucio. Escribir es un infierno, pero la política… Creo que el lenguaje de las personas es un índice de su integridad y de su inteligencia. Y si los políticos eligen un lenguaje barato, iracundo y agresivo, los seguidores hacen lo mismo. Quien abarata el lenguaje, abarata el pensamiento.
Edna O’Brien, la diva insegura
«¿Estás segura de que es inteligente?», Edna O’Brien miraba fijamente a su editora, Irene Antón, que sonrió como toda respuesta. Yo acababa de meter la pata y conseguí articular: «A veces, yo también me lo pregunto».
La escritora octogenaria contaba lo mal que lo había pasado en el aeropuerto. Detallaba los minutos que había permanecido a la espera sentada en una silla de ruedas sin que nadie fuera a recogerla. Explicaba todos esos problemas después de posar paciente, inagotable y esforzadamente en el jardín. Terminada la sesión, se sentó y protestó por la cantidad de hojas con preguntas —por entonces imprimía un tipo de letra grande para evitar ponerme y quitarme las gafas todo el rato— que había preparado. Estaba cansada. Pedía consuelo. Quería que maldijéramos juntos a quienes la habían descuidado en el aeropuerto. ¡Descuidarla a ella! Parecía poco. Y fácil. Pero… solo se me ocurrió meter la pata tratando de zanjar el tema: «Ha pasado por cosas peores».
Fue entonces cuando cuestionó la inteligencia de quien la iba a entrevistar. Entonces cuando la editora le pidió un vino blanco y, a las cinco de la tarde, se pidió otro para ella, que apenas bebe. Yo, que sí bebo, pedí agua, casi para echármela por encima, ver si conseguía endurecerme y, sobre todo, para evitar entender los minutos sin respuesta como dificultades para la entrevista. Desde entonces he desarrollado una norma: la entrevista más profunda y personal cabe en treinta preguntas. Semanas de lecturas e investigación pueden resumirse en treinta temas. Eso sí, hay que saber elegir.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.