Vicenta Marquez de la Plata

Mujeres con poder en la historia de España


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deseaba casarse con la infanta y para animar a la indecisa Corte española invitó a la duquesa de Saboya con sus hijas a que le hicieran una visita en Lyon. Sabedor de esto, el rey de España envió a Pimentel para que negociase el matrimonio de la princesa. La duquesa de Saboya se dio cuenta de que el rey de Francia le había reservado el papel de comparsa y de que nunca había considerado la idea de matrimoniar a ninguna de sus hijas, sumamente ofendida y, con razón, abandonó la corte del francés.

      Don Luis de Haro con brillante comitiva se dirigió a la frontera con Francia, el punto de encuentro con la delegación francesa era la Isla de los Faisanes, en el Bidasoa. Por Francia vino el mismo Mazarino y las sesiones y conversaciones duraron nada menos que tres meses (del 28 de agosto al 17 de noviembre de 1659). Francia obtuvo las mayores ventajas, a cambio de la paz España hubo de ceder importantes territorios.

      Las sesiones fueron 24 y los artículos de la paz, 124. Quedó acordada la boda de la infanta y del rey Luis XIV, la princesa renunciaba a la corona de España pero indemnizaba al rey de Francia con quinientos mil escudos. España renunció a los condados de Rosellón y Conflent, todo el Artois, a excepción de algunas ciudades (Saint-Omer y Ayre); en Flandes las ciudades de Gravelinas, Bourgbourg y Saint Venaut, etc. Renunció también España a Rocroy, Chatelet y Limchamp, asimismo cedió Dunkerque (ocupado por los ingleses). En cuanto a Portugal, Francia prometió no ayudar a los rebeldes, cosa que por cierto, no cumplió.

      Del rey. Madrid, 6 de julio de 1660:

      Nuestro Señor […] ha oído vuestras oraciones, pues, como habéis entendido llegué a mi casa con buena salud a 26 del pasado, y con sumo gozo de hallar en ella las prendas que tanto deseaba ver, de lo que he dado infinitas gracias a Dios. Y nunca acabaré de dárselas de que haya permitido que se venciesen las nuevas dificultades que se habían ofrecido para la paz, y que quedase ajustada a nuestra entera satisfacción, jurada y ratificada personalmente por el Rey mi sobrino y por mi. […] Por bien empleadas dí las descomodidades del camino por el gusto que tuve cuando llegué a ver a mi hermana; hállela muy buena y harto entera y estuvimos muy contentos de vernos juntos tras cuarenta y cinco años de ausencia. También estuve con el Rey que me pareció muy gentil mozo.

      Al fin de los tres días que nos vimos, llegó el plazo de entregarles a mi hija. Hízose con harta ternura de todos, aunque yo fui en el que menos se reconoció, pero en el interior bien lo padecí y bien tuve que ofrecer a Dios haciéndole sacrificio de tal prenda por alcanzar el bien de la paz […] .

      Firmada la Paz de los Pirineos se vio libre España de todas sus guerras, y se dedicó a la reconquista de Portugal. Francia, enseguida olvidó su solemne promesa de no ayudar a los portugueses y envió un contingente de tropas al mando del General Schomberg.

      En marzo de 1661 murió el cardenal Mazarino y poco después, el 17 de noviembre, también falleció don Luis de Haro, el Rey estaba vencido, once días antes había muerto Felipe Próspero y una vez más el trono de España quedaba descabezado.

      Del rey. Madrid, 8 de noviembre de 1661:

      Con la larga enfermedad de mi hijo y continua asistencia que tenía en su aposento, no me ha sido posible responder a vuestra carta del 7 del pasado, ni la ternura me ha dado lugar para hacerlo hasta ahora. Confiésoos Sor María, que ha sido grande, pues haber perdido tal prenda lo pide así […] Ayudadme como amiga con vuestras oraciones a aplacar la justa ira de Dios y a suplicar a Nuestro Señor que, ya que ha sido servido de quitarme este hijo, lo sea (también) de alumbrar con bien a la Reina, cuyo parto aguardamos cada hora.

      El niño tan deseado nació con vida, pero fue enfermizo y nunca sano del todo. No hubiera vivido si no hubiera sido por los continuos cuidados de su madre que se alargaron durante su niñez y juventud. Fue a poco de la carta del rey cuando nació el que había de ser el último de la dinastía de los Austrias, al que la historia conoce como Carlos II el Hechizado.

      De sor María, 25 de noviembre, 1661:

      […] con lágrimas y ternura me compadezco mucho de lo que V. M. padece. Suplícole, señor mío, carísimo, se anime y dilate en la consideración de que no hay mayor trabajo que el mal llevado y que a golpe de tribulaciones se labra la Corona del descanso eterno.

      […] Señor mío de mi alma, no hay duda si no que Dios está ofendido del pueblo porque hay muchos vicios y pecados que irritan a la justicia divina […] Señor mío, si en esta Corona hubiere enmienda, y se hiciere penitencia, los castigos severos que experimentamos se tornarían en misericordias, los rigores en beneficios, los azotes en regalos […] Mande V.M. expresamente a sus ministros que castiguen lo que los ricos y poderosos supeditan a los pobres, tomándoles y usurpándoles sus haciendas, que los ministros inferiores hagan justicia con igualdad y equidad; […] que el Gobierno de esta Corte tome buena forma [Acababa de fallecer don Luis de Haro, lo que dice la monja, es una alusión a que el rey no debe tomar nuevo valido. Ella siempre estuvo en contra del validado] y, por amor de Dios, que se moderen algunos tributos de los pobres, que me consta que han abandonado algunos lugares y que con pan de cebada y yerbas del campo se sustentan y se despechan mucho…

      La guerra de Portugal proseguía. El 6 de mayo de 1663, don Juan José de Austria llevaba al salir de Badajoz doce mil infantes, seis mil quinientos caballos, dieciocho cañones y tres morteros. Por Portugal, el conde de Peñaflor, don Sancho Manuel, tenía unas fuerzas análogas.

      En un primer momento don Juan obtuvo una victoria y se pudo apoderar de Évora y Alcácer. El conde cambió su táctica y buscó una batalla campal, aun a riesgo de perderlo todo, don Juan no deseaba tal confrontación y empezó a retirarse pero fue perseguido por Sancho Manuel y al final hubo un encuentro que fue combate furioso entre ambos ejércitos. Allí luchó como uno más don Juan José de Austria y duró lo que la luz del día de esa fecha, 8 de mayo de 1663. Al día siguiente se hicieron cuentas de las bajas. De Portugal había cinco mil muertos, de España las bajas eran más de ocho mil entre muertos, heridos y prisioneros. En resumen: un gran triunfo para Portugal y una pérdida funesta para España.

      Juan José de Austria fue el hijo bastardo más famoso de Felipe IV. Hijo del soberano y de la comediante María Calderón, nació en 1629 y falleció en 1679. Por un tiempo gozó de la confianza del monarca, pero la perdió por haberle insinuado un matrimonio entre él mismo y su hermana, por lo cual el rey no quiso verle más. A la muerte de don Felipe los españoles pusieron muchas esperanzas en la acción de Juan de Austria, pero la tarea que se impuso de ayudar a su hermano Carlos II fue superior a sus fuerzas y a sus capacidades.

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      Juan José de Austria. Anónimo madrileño del siglo XVII. Museo del Prado.

      Pero lo peor estaba aún por llegar. En 1664 el resultado de las confrontaciones bélicas fue en su conjunto negativo para España y en 1665 se sostuvo la última campaña. Durante ella el marqués de Caracena, nuevo generalísimo de los ejércitos, fue derrotado en la batalla de Montes Claros. España perdió definitivamente Portugal y sus colonias. El rey, que había nacido en 1621, tenía ya cuarenta y cuatro años. No es que esta edad fuera excesiva, sino que estaba avejentado por los trabajos y disgustos y, seguramente, padecía alguna enfermedad venérea. Su salud hacía un año que había empezado a dar señales de un desenlace próximo. Tampoco la monja tenía la lozanía de antes.

      Del rey. Madrid, 28 de mayo de 1664:

      Por lo que estimo vuestras cartas y el consuelo que me causan he sentido la falta de ella, y más el que haya sido el motivo la poca salud con que habéis estado, como decís en la del 28 del pasado…

      Estos días me ha maltratado un dolor de ijada [se refiere a un dolor renal, un cólico nefrítico] aunque no me veo obligado a hacer [guardar] cama de día; y a los 26 de este eché una piedra pequeña…

      Hasta