lo que se esconde detrás de la ira es la imitación inconsciente de un padre o una madre coléricos, controladores o egoístas. Cuando los esposos identifican ese patrón, pueden pedir de inmediato al Señor que les ayude a imitar las buenas cualidades de sus padres —y no sus debilidades— para cumplir los votos matrimoniales de amarse y respetarse mutuamente. En ese momento pueden perdonar a los padres cuya ira les ha hecho tanto daño y que han sido un mal ejemplo para ellos.
Ejercicios para el perdón del pasado
Todos los esposos aportan a su matrimonio algunas heridas y decepciones (generalmente inconscientes) provocadas en su contexto familiar o en relaciones anteriores. Son heridas que pueden ensombrecer el matrimonio y socavar la capacidad de una entrega amorosa amable, alegre y respetuosa. Descubrir y resolver esos conflictos, que suelen ir asociados a una cantidad considerable de ira, es esencial para mantener una personalidad sana y, en consecuencia, un matrimonio satisfactorio. De hecho, sin ese perdón los esposos seguirán hasta cierto punto controlados por los ofensores del pasado y arrasados por la tristeza, la ira, la desconfianza y la inseguridad asociadas a esas heridas.
Ejercitarse en el perdón del pasado proporciona una mayor libertad para amar plenamente. El modo de practicar los ejercicios de perdón de la ira del pasado dentro del matrimonio es el siguiente: después de detectar los daños causados en su familia de origen, el cónyuge se imagina a sí mismo de niño o de adolescente diciendo: «Papá [o mamá], quiero comprender la infancia que recibiste de tus padres y perdonar el daño que me has hecho en el pasado». Como resultado de este ejercicio practicado con regularidad, la ira disminuye y es menos frecuente que el esposo actúe igual que el progenitor colérico.
La ira causada por las graves heridas recibidas durante la infancia y motivadas por el egoísmo, la drogadicción, la conducta controladora, la negligencia o la ira no se resuelve fácilmente, como tampoco se resuelve fácilmente la provocada por el abandono de los padres o por el divorcio. Quienes hayan vivido una relación tensa con el padre o la madre deben practicar con regularidad estos ejercicios de perdón del pasado, incluso durante años, para evitar que la ira contra sus padres se desvíe hacia el cónyuge. Los esposos pueden animarse mutuamente a practicar este ejercicio y rezar por sus padres y demás familiares.
Una posible consecuencia de practicar el perdón del pasado es que afloren fuertes sentimientos de ira derivados de las heridas de la infancia que han permanecido ocultos. Puede que durante un tiempo ese antiguo sentimiento de ira sea intenso y vaya acompañado de tristeza o ansiedad. No obstante, el dolor irá disminuyendo si los esposos perseveran en el esfuerzo por comprender y perdonar a quienes les hicieron daño.
El proceso de sanación conlleva un reto aún mayor cuando se intenta perdonar a un progenitor responsable de abusos emocionales o físicos. En ese caso resultará útil llevar al sacramento de la reconciliación la intensa ira que se siente contra el padre o la madre. Es posible que a muchos esposos les cueste tanto resolver las graves traiciones sufridas durante la infancia que el proceso de perdón tenga que continuar periódicamente a lo largo de toda la vida.
En algunos esposos las principales heridas causadas en el contexto familiar proceden de un hermano o una hermana que los convirtieron en el blanco de la ira que sentían contra sus padres. La rabia provocada por una envidia o una rivalidad excesivas también deja graves heridas. Santo Tomás decía de la envidia que es la «madre del odio». Caín mató a su hermano Abel por envidia (ver Gn 4, 3-8). Al esposo herido por un hermano le puede resultar beneficioso pararse a pensar: «Quiero comprender las sobrerreacciones de ira de mi hermano [o mi hermana] contra mí. Quiero perdonar para no dirigir contra mi cónyuge la ira que mi hermano despierta en mí». Además de perdonar al hermano, esa persona también deberá corregir conductas insensibles o agresivas.
Los maridos y su ira no resuelta contra el padre
La relación con el padre es la causa más habitual de la ira sin resolver generada en el contexto familiar del pasado. Para los hombres el proceso de perdonar al padre puede constituir un reto, porque la mayoría no ha hablado nunca de la decepción que han sufrido; y, en lugar de identificar y gestionar conflictos emocionales como la ira desmedida, tienden a recurrir a una negación significativa.
Cuando el daño causado en los varones sale a la luz, la manifestación más común es la incapacidad de prestar a sus hijos un apoyo emocional que les aporte seguridad. Si un hombre intenta comprender a su padre, suele descubrir que en su niñez también a este le faltó una relación estrecha con el suyo. Esta toma de conciencia suele traducirse en compasión y en el deseo de perdonarlo. Identificar y agradecer las buenas cualidades —la lealtad, la fidelidad, la fortaleza y la fe— del padre facilita el proceso de perdón. La sanación matrimonial también se ve beneficiada cuando los maridos que han desviado la ira contra el padre hacia su esposa y sus hijos piden perdón a su familia y se comprometen a controlarla.
Pedir perdón puede encontrarse con el obstáculo que supone el placer que se obtiene dando rienda suelta a la ira. Como hemos dicho antes, en sus primeras fases la ira suele llevar aparejada la tristeza por el daño recibido; pero es posible que más adelante se asocie al placer de expresarla, aunque el receptor —en este caso la esposa— no lo merezca. Si las esposas se sienten receptoras extremas de una ira desviada, no deben renunciar a animar a sus maridos a emprender la ardua tarea de perdonar a sus padres.
Las esposas y su ira no resuelta contra el padre
Las causas más comunes del daño causado por los padres en las mujeres son la ira paterna, la distancia emocional, el egoísmo, la conducta controladora, el abuso de sustancias o la infidelidad. También contribuye a sus heridas la insensibilidad del padre a las necesidades de la madre. Y, si los padres se han divorciado, es probable que las mujeres se lo reprochen al padre.
La ira inconsciente de una mujer sometida a tensión puede desviarse contra el marido. Si no sale a la luz ni se gestiona mediante un proceso prolongado y exigente de perdón, la esposa y el matrimonio se verán gravemente dañados por la conducta de un padre agresivo. La expresión de la ira contra el padre por las dolorosas heridas del pasado, recomendada por muchos terapeutas, no la resuelve: solo un proceso de perdón es capaz de resolverla.
La ira no resuelta contra el padre lleva a la esposa a comportarse como si su marido sufriera las mismas debilidades emocionales o de carácter que el padre agresor. La ira y la desconfianza que siente hacia su padre se dirige contra el esposo de modo activo mediante la hipercrítica y la falta de respeto, o por medios pasivo-agresivos como la negativa a mostrar afecto, la falta de cuidado del hogar o minando la relación del esposo con los hijos, lo que se conoce como «alienación paternal». Muchas esposas fusionan en su mente a su padre con un marido merecedor de confianza hasta el punto de pedir la separación o el divorcio. En ese caso, es fundamental que los miembros de la familia y los esposos hablen con franqueza acerca del profundo daño provocado por el padre para evitar un perjuicio aún mayor en el matrimonio y los hijos.
Algunas esposas que nunca llegaron a expresar su ira contra un padre problemático es posible que más adelante encuentren placer dirigiéndola hacia sus maridos. Si se detecta esta conducta, las mujeres suelen negarla, llegando a afirmar que en algún momento de su vida perdonaron a sus padres por el daño que les causaron en su infancia. La realidad psicológica es que la resolución de la ira infantil exige un perdón periódico y continuado a lo largo de los años y, con frecuencia, durante décadas. Paradójicamente, el hecho de que una esposa no perdone a un padre colérico puede llevarla a repetir en su matrimonio esas conductas psicológicamente dañinas.
Un marido consciente del daño causado en su esposa por el padre no debe temer pedirle que supere su ira y su desconfianza emprendiendo la laboriosa tarea de perdonarlo.
Los maridos y la ira no resuelta contra la madre
Los maridos con madres insensibles, controladoras, adictas, depresivas o egoístas sobrerreaccionan desviando la ira dirigida contra sus madres hacia su esposa, su ser más querido. Suelen emplearla para mantener la distancia con sus esposas debido a un miedo inconsciente y profundamente arraigado a ser heridos o controlados por ellas del mismo modo que sus padres y ellos mismos sufrieron el control de la madre. Muchos procuran pasar tiempo fuera de casa, repitiendo de forma inconsciente lo que hacían en su infancia