a diario a comprender y perdonar las conductas controladoras de su madre con ellos y con sus padres. En ese proceso descubren o bien que sus madres nunca se sintieron seguras, o bien que estaban repitiendo la conducta controladora de alguno de sus progenitores. Es muy importante, además, que el marido separe mentalmente a su mujer de su madre insensible recordando a diario el hecho de que su esposa sí es sensible y digna de confianza.
Los maridos con madres emocionalmente insensibles sienten una ira intensa contra sus padres por no haberlos protegido de las conductas maternas dañinas. Emprender el proceso de perdonarlos constituye un elemento esencial a la hora de resolver este grave obstáculo para el amor conyugal.
La esposa que ocupa el extremo receptor de la ira contra la madre debe plantearse identificar el verdadero origen de la conducta de su marido y, posiblemente, pedirle el esfuerzo de perdonar a su madre. Las mujeres que son víctimas habituales de la ira desviada de su esposo experimentan falta de confianza y la pérdida consiguiente del sentimiento amoroso que las lleva a plantearse la separación o el divorcio.
Las esposas y la ira no resuelta contra la madre
Las mujeres tienden a ser más afortunadas emocionalmente dado que, por lo general, han recibido muchos más elogios y más seguridad del referente materno que los que reciben los hombres del referente paterno. Aun así, un número pequeño —pero cada vez mayor— de esposas manifiestan la profunda decepción causada en ellas por madres que han seguido las tendencias narcisistas, anticonceptivas y materialistas de la sociedad moderna. Estas niñas —ahora mujeres— que en su día sufrieron la indiferencia materna sobrerreaccionan con irritabilidad cuando se ven sometidas a las tensiones habituales de la vida matrimonial y familiar porque en su infancia y adolescencia el amor de sus madres no fue lo suficientemente reforzador. Es posible que en ocasiones repriman sus elogios y su afecto debido al escaso refuerzo recibido de la madre. Bajo distintos tipos de estrés, quizá desvíen la ira provocada por sus madres contra sus maridos, sus hijos u otras personas.
A las mujeres les cuesta perdonar a una madre insensible y con una conducta tan antinatural. Una madre indiferente no refleja el rol femenino de crianza de los hijos necesario y esperable. Afortunadamente, las hijas de madres insensibles suelen contar con una abuela reforzadora, o bien viven un acercamiento a las madres de sus amigas.
En este caso el perdón más eficaz es el espiritual: la mujer reconoce su impotencia y decide dejar su ira en manos de Dios, o bien le pide a Él que perdone a su madre. Las mujeres católicas refieren haber hallado consuelo y sanación en la meditación de la presencia amorosa de la Virgen María en sus vidas.
Ejercicios que fomentan el perdón del pasado
Si uno de los cónyuges cree que el otro dirige su ira contra él porque es incapaz de resolver la ira provocada en el pasado por su padre, su madre u otra persona, no debe temer expresar lo que piensa de una manera amable y comprensiva. Puede decir: «Cariño, creo que nuestro matrimonio saldría ganando si te planteas perdonar a tu padre [o a tu madre] por el daño que te causó o te sigue causando». El hecho es que los ejercicios de perdón del pasado, que eliminan de forma notable la ira, contribuyen eficazmente a afianzar la amistad conyugal y a la reconciliación de los esposos. Sin ellos el resentimiento permanente y los patrones de conducta arraigados, lejos de resolver los conflictos matrimoniales, los hacen recurrentes.
La verdad acerca del autoperdón
Cuando alguien ha causado una herida en el cónyuge, en un hijo, en un ser querido o en cualquier otra persona, la respuesta más adecuada desde el punto de vista psicológico consiste en disculparse, pedir perdón y comprometerse a cambiar para que las palabras, las conductas o las acciones ofensivas no se repitan. Además, el esposo ofensor debe identificar el origen de sus debilidades y decidirse a crecer en las virtudes necesarias para solucionarlas. En el sacramento de la reconciliación se sigue una dinámica parecida: confesamos el pecado, hacemos un firme propósito de enmienda y de no reincidir, y experimentamos el consuelo de haber sido perdonado. Los sentimientos de culpa generados por haber hecho daño a alguien disminuyen cuando nos comprometemos a cambiar y nos perdonan.
Los sentimientos de culpa no disminuyen cuando un esposo se dice: «Me perdono, y con eso basta». De hecho, al minimizar tanto el daño infligido como la necesidad de recibir el perdón de Dios y de los demás, el autoperdón fomenta el egoísmo, que es el mayor enemigo del amor conyugal[5]. Los sentimientos de culpa persisten porque no ha habido una auténtica reconciliación. Y por esa misma razón se prolongan las tensiones matrimoniales.
La ira y el perdón posaborto
Durante la terapia matrimonial algunos esposos presentan los conflictos psicológicos —tristeza, ira, desconfianza y culpa— que siguen a un aborto. No es infrecuente que una esposa albergue una ira intensa contra el esposo por haberse sentido presionada a abortar. En muchos de estos matrimonios los maridos admiten el tremendo error cometido y piden perdón. La intensa ira que sigue emergiendo periódicamente en las esposas demuestra que el trabajo de perdón posterior al trauma del aborto debe prolongarse durante muchos años. Los esposos refieren la gran ayuda que supone para ellos llevar el dolor provocado por el aborto al sacramento de la reconciliación. A muchos también les ha ayudado participar en programas de sanación posaborto como el Proyecto Raquel.
La desconfianza, la tristeza y la ira postaborto son con frecuencia inconscientes. Un sacerdote me comentó que, cuando las parejas acudían a él en busca de consejo para un problema de ira desmedida, él solía preguntarles si en su pasado había existido un aborto. Según él, muchas veces la respuesta era afirmativa. Cuando le hice esa misma pregunta a un hombre que acudió a mí harto de las constantes peleas con su esposa, levantó un dedo y asintió con la cabeza. Poco después le dijo a su mujer que creía que el aborto les había hecho mucho daño a los dos y era una fuente encubierta de conflictos en su relación. Pidió perdón a su esposa por el papel que había desempeñado en el aborto y sugirió que ambos confesaran su pecado en el sacramento de la reconciliación.
Las ventajas de la fe
Después de cuarenta años de ejercicio de la psiquiatría, he comprobado que la fe supone una gran ayuda para muchos matrimonios que luchan contra la ira. La oración y los sacramentos, en especial los de la Eucaristía y la reconciliación, ayudan a los esposos a gestionar la ira del pasado y del presente de un modo más maduro, racional y afectuoso. También resulta útil meditar la Escritura y grabar en el corazón las palabras de san Pablo: «Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas» (Col 3, 19); «que la mujer reverencie al marido» (Ef 5, 33).
El perdón es la clave para vencer la ira. En los capítulos siguientes volveremos sobre el empleo de la terapia del perdón para resolver la ira asociada a otros conflictos conyugales. Una vez más, la fe demostrará ser una fuente de ayuda extraordinaria para las parejas que se esfuerzan por amarse cada día más con el amor de Cristo.
2.
LA GENEROSIDAD VENCE AL EGOÍSMO
EL OBJETIVO DE ESTE CAPÍTULO ES AYUDAR a las parejas a entender que crecer en generosidad puede vencer al egoísmo. La virtud de la generosidad protege al matrimonio de la poderosa influencia del egoísmo, que Juan Pablo II considera el gran peligro para el amor. Cuando se descubren sus raíces y aflora el daño que ha provocado, se puede iniciar el proceso de eliminar mediante el cultivo de la generosidad esta causa tan importante de los conflictos matrimoniales y los divorcios.
La buena noticia es que la generosidad incrementa la felicidad conyugal. Un estudio nacional realizado en 2013 halló una correlación entre una alta calidad conyugal y unos altos niveles de generosidad. El estudio, llevado a cabo con 1365 parejas, reveló que la generosidad, entendida como pequeños actos de amabilidad, muestras de respeto y afecto, y como la disposición a perdonar los defectos y los fallos del otro, estaba positivamente asociada a la satisfacción conyugal y negativamente asociada a los conflictos matrimoniales y a la probabilidad constatada de divorcio[1].
Ken y Sandra
Aunque Sandra entró en mi despacho luciendo una amplia sonrisa, sus ojos enrojecidos e hinchados delataban la realidad. A los pocos minutos fue saliendo a la luz el