J.C. Escobedo

Enciclopedia de la mitología


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a la tierra en un carruaje tirado por sus caballos inmortales y raptó a la hija de Deméter llevándosela consigo al interior de la tierra. La madre no se dio cuenta de lo que ocurría ante la fulminante actuación de Hades, pero oyó los desesperados gritos de Perséfone mientras desaparecía. La llamó, la buscó, pero no obtuvo respuesta. Durante nueve días y nueve noches, penetrando en la oscuridad de las tinieblas con ayuda de antorchas, Deméter erró sin descanso en busca de su hija, hasta que Helios, que todo lo veía, se conmovió ante su dolor de madre y le reveló el paradero de Perséfone, sin ocultarle que el rapto se había producido con el consentimiento tácito de Zeus. Entonces la diosa, airada, abandonó el Olimpo, y encerrándose en su dolor se retiró a vivir a un lugar apartado provocando así la aridez del suelo, que, privado de su presencia, dejó de producir mieses y frutos. El género humano corría peligro de perecer a causa de la universal carestía y en vano Zeus envió a la diosa mensajeros para inducirla a regresar. Deméter no cedió, exigiendo a cambio de su retorno la restitución de Perséfone. Por último Zeus envió a Hermes a los Infiernos para pedir a Hades que restituyese a la joven, que era ya su esposa, pero esta, a quien el marido había dado algunos granos de granada, símbolo del amor, ya no estaba dispuesta a regresar a la tierra. Se llegó entonces a un acuerdo, según el cual Perséfone viviría dos terceras partes del año con su madre y el resto con su esposo, el señor de los Infiernos. Así pues, al comenzar la primavera cada año Perséfone regresaba a la tierra y resplandecía en la plenitud de su juvenil belleza iluminada con la fulgurante luz del Olimpo, mientras que en otoño de nuevo desaparecía en las sombrías entrañas de la tierra. En este mito se descubre claramente el ritmo de la vegetación, obligada en invierno a un triste letargo, interrumpido por el gozoso despertar de la primavera. Existe otra leyenda relacionada con el origen de los misterios de Eleusis, cuya protagonista es Deméter. Durante su angustiosa y desesperada búsqueda de Perséfone, la diosa llegó a Eleusis. Cansada y con la figura de una mísera viejecita, se sentó cerca de una fuente, llamada el pozo de las vírgenes, para reposar a la sombra de un verde olivo, hasta que acudieron a buscar agua algunas jóvenes, a las que pidió socorro y hospitalidad. Estas eran las hijas de Céleo, rey de Eleusis, que la llevaron consigo a su palacio, convenciendo a su madre Metania para que la admitiese como nodriza del último hijo del rey, el pequeño Demofonte. Para corresponder a la generosidad y gentileza de quienes la acogieron, Deméter quiso hacer inmortal al niño que le habían confiado. Lo alimentó con ambrosía y por las noches comenzó a purificarlo sosteniéndolo sobre el fuego. En esta actitud la sorprendió un día Metanira que, temiendo por la suerte de su hijo, interrumpió con un grito la obra de la diosa. A causa de esta oposición Demofonte no obtuvo la inmortalidad, sino únicamente fama eterna por haber recibido los cuidados de una diosa. Así lo explicó Deméter a Céleo y Metanira, a los cuales reveló finalmente su verdadera identidad. Los invitó a construir un templo dedicado a su culto en Eleusis y consagró sacerdotes suyos al propio Céleo y a sus hijos, Triptólemo, Eumolpo y Diocles, iniciándolos en los misterios de su culto. Según otras leyendas, Deméter fue nodriza de Triptólemo, a quien enseñó los secretos del arado y la siembra, encargándole que recorriese el mundo enseñando a los hombres. Con la difusión de la agricultura aumentó también la civilización de los pueblos y Deméter fue honrada, asimismo, como diosa que presidía las disposiciones civiles. Su culto tuvo gran difusión en toda Grecia, pero su centro siguió siendo Eleusis. De esta ciudad, situada en la bahía de Salamina y no lejos de Atenas, tomaron nombre las fiestas solemnísimas celebradas en honor de Deméter, que se llamaron precisamente Eleusinas. Se dividían en pequeñas y grandes; las primeras se celebraban a mediados de febrero para recordar el regreso de Perséfone a la tierra, y las segundas, a mediados del mes de septiembre, cuando se suponía que volvía a los Infiernos. Estas últimas se prolongaban nueve días, durante los cuales se sucedían diversos ritos y ceremonias que culminaban el quinto día con una gran procesión que iba desde Atenas a Eleusis. Los participantes eran numerosos, todos provistos de antorchas, ya que la procesión salía de Atenas a la hora del crepúsculo. A causa de la relación que Deméter tenía, a través de Perséfone, con el mundo infernal, su culto tuvo siempre, desde los tiempos más antiguos, un aspecto particular de culto secreto, conocido por el nombre de misterios eleusinos. En dicho culto podían participar tan sólo los iniciados, tras un periodo de aprendizaje que tenía lugar durante las pequeñas fiestas de Eleusis. Se aseguraba a todos los que tomaban parte una suerte mejor en la otra vida, negada a los demás mortales. Entre los seguidores del culto había una jerarquía que culminaba en el hierofante o sacerdote supremo y tenían la obligación, bajo penas severísimas, de mantener ocultos los secretos de la congregación. Otras fiestas en honor de Deméter eran las Tesmoforias, en las que se la honraba como diosa del matrimonio legítimo y protectora de las leyes, que se celebraban a principios de noviembre; duraban cinco días y en ellas podían participar tan sólo mujeres casadas. Los romanos identificaron con la griega Deméter a la divinidad itálica Ceres, la diosa de hermosa cabellera que protegía los pastos. El culto griego fue adoptado, según la leyenda, por consejo de los libros sibilinos, consultados a causa de una carestía que tuvo lugar tras la expulsión de los Tarquinios. Perséfone, la hija de Deméter, se llamó Proserpina y se creyó que su rapto por parte de Hades tuvo lugar en Sicilia, en las cercanías de Etina. Se edificó un templo, en el que Ceres era venerada junto con Dioniso y su hija, cerca del Circo, y sus guardianes eran los ediles plebeyos, a quienes estaba confiado también el cuidado del abastecimiento. Las fiestas de Ceres, las Cerealias, se celebraban del doce al diecinueve de abril y se inauguraban con una solemne y jubilosa procesión en la que todos los participantes iban vestidos de blanco. La recuperación de Proserpina daba lugar a la celebración de otra fiesta en agosto, durante la cual las matronas romanas, vestidas de blanco, ofrecían las primicias de los frutos y de las verduras. Otras ofrendas simbólicas hechas a Ceres eran los panales de miel. Se le sacrificaban el cerdo y el ternero. Generalmente, se la representaba con el aspecto de una augusta matrona, montada en un carro tirado por leones y con una corona de espigas entrelazadas en la cabeza. Sostenía otras espigas en una mano junto con un ramo de amapolas, y en la otra llevaba una antorcha. Se colocaba a su lado una caja cerrada, la llamada cesta mística. La estatua más antigua que se conserva es la esculpida por Fidias, colocada en el frontón oriental del Partenón.

      DEMOFONTE

      Hijo de Teseo y Fedra, tomó parte en la guerra de Troya. A su regreso, naufragó en Tracia y pidió hospitalidad al rey Sidón, comprometiéndose con su hija Filis, con quien, sin embargo, no llegó a casarse. Demofonte mató a Euristeo, el rey que impusiera a Heracles sus doce trabajos.

      DEMONIOS

      Los griegos llamaban demonios y los latinos genios a unos seres de naturaleza espiritual, intermediarios entre los humanos y los dioses, que eran responsables del destino de los hombres, de las familias y de las ciudades. Según fuese benéfica o maléfica su influencia se les llamaba agatodemones o cacodemones, de forma análoga a los ángeles y demonios de la religión cristiana, correspondientes a los dos principios antagónicos del bien y del mal. Todas las personas, lugares y naciones tenían su numen tutelar. Un culto más especial recibía el demonio de la cosecha anual, cuyas celebraciones tenían lugar durante el periodo de la vendimia. En todas las casas se veneraba al genio del cabeza de familia con motivo del aniversario de su nacimiento, con libaciones, fogatas, flores e incienso. Cada ciudad tenía veneración especial por su propio numen titular y en Roma estaba especialmente difundido el culto al genio del pueblo romano. El del emperador era objeto de gran veneración. Se consideraba solemne el juramento hecho en su nombre. El arte a menudo representó con forma concreta a estos seres, recurriendo a la serpiente como símbolo de la fortuna. Los genios personales se solían representar en figura varonil, vistiendo la toga y llevando en una mano el cuerno de la abundancia y una taza, y en la otra una amapola y unas espigas de trigo.

      DESPILA

      Hija de Adrasto. Su padre la entregó por esposa a Tideo, que se refugió a su lado durante su exilio.

      DESTINO

      Véase Hado.

      DEUCALIÓN

      1. Hijo de Prometeo y Clímene, fue