J.C. Escobedo

Enciclopedia de la mitología


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en solemnes procesiones con guirnaldas de laurel y de flores.

      DAFNIS

      Mítico pastor siciliano. Sus peripecias amorosas fueron el tema preferido de la poesía bucólica, de la que se le consideraba fundador. Hijo de Hermes y discípulo de Pan, era un excelente tañedor de gaita; por su destreza y belleza excepcionales, agradaba sobremanera a todos los dioses y diosas. Según algunos, amó a una muchacha llamada Naide, quien, al verse traicionada, lo cegó. Dafnis entonces se arrojó desde lo alto de una roca, pero Hermes lo recogió y lo llevó al cielo. Fue objeto de culto por parte de los pastores. Según otros, Afrodita lo dejó morir de melancolía por haber rechazado a una muchacha que la diosa le había propuesto.

      DAMASTES

      Gigante que habitaba en las inmediaciones de Eleusis. La mitología tradicional lo presenta como adversario de Teseo. Damastes capturaba a todos los que tenían la desdicha de pasar cerca de su morada y los obligaba a tenderse sobre su lecho. Si el afortunado resultaba ser de estatura demasiado elevada para las dimensiones del lecho, Damastes le cortaba los miembros que sobresalían; si era demasiado bajo, lo estiraba hasta hacerle alcanzar las dimensiones deseadas, de donde proviene su apelativo de Procuste («el estirador»). El cruel gigante recibió una justa muerte a manos del héroe Teseo.

      DÁNAE

      Hija de Acrisio, rey de Argos. Su belleza enamoró a Zeus, pero el padre de ella, a quien el oráculo había predicho la muerte a manos de uno de sus nietos, encerró a su hija en una caverna subterránea. Zeus no se desalentó y penetró en el antro en forma de lluvia de oro. Amó a Dánae y de sus amores nació Perseo. Cuando se enteró Acrisio, para escapar de su destino arrojó al mar una caja en la que estaban encerrados madre e hijo. Pero los dioses no querían la muerte de dos inocentes y estos fueron empujados hacia las islas Cícladas, donde un pescador llamado Dictis los recogió y condujo ante el rey de la isla, su hermano Polidectes. Este quiso tomar por esposa a Dánae, pero al verse rechazado, la retuvo como esclava. Para librarse de Perseo, cuya venganza temía, lo envió a combatir contra Medusa. Tras esta empresa, el héroe empezó la serie de sus maravillosas aventuras. Más tarde, tras regresar a Argos con su madre Dánae, tal como el oráculo había predicado, Perseo mató a su abuelo Acrisio. El mito de Dánae relata que, después de llegar a playas tirrénicas, se casó con Pilumno, tatarabuelo de Turno, rey de los rútulos.

      DANAIDAS

      Eran las cincuenta hijas de Dánao que se casaron con los cincuenta hijos de Egipto, hermano de su padre. Habían sido obligadas a casarse y, por orden de este último, mataron a sus maridos mientras dormían, la misma noche de bodas. Tan sólo una de ellas, Hipermestra, sinceramente enamorada de su marido Linceo, desobedeció a su padre y le salvó la vida. Linceo, que sucedió a Dánao en el reino de Argos, mató a su vez a su tío y a las cuarenta y nueve danaidas, que fueron condenadas en el Averno a llenar de agua eternamente vasijas sin fondo, para simbolizar la inutilidad de su cruel delito. En cambio, otra leyenda narra que se casaron con jóvenes de Argos y fueron las progenitoras de los Dánaos.

      Los episodios de Dánao y de las Danaidas sirvieron de argumento a las tragedias de Esquilo Las suplicantes y Prometeo encadenado.

      DÁNAO

      Hijo del rey de Egipto, Belo, y de Anquínoe, fue el fundador de la estirpe de los Dánaos aqueos y tuvo cincuenta hijas, las Danaidas. Con ellas huyó a Argos para salvarlas de las insidias de los cincuenta hijos de Egipto, su hermano, quienes pretendían casarse con ellas. No desistieron y persiguiéndolas llegaron a Argos. Dánao, que allí reinaba, acabó por consentir el matrimonio de sus hijas, a las que ordenó que matasen a sus esposos la noche de bodas.

      Según una leyenda, a Dánao lo mató su yerno Linceo. Enseñó a los argivos a excavar pozos y en reconocimiento tuvo una estatua en el templo de Apolo Délfico. En memoria suya, primero los argivos, y luego todos los griegos, recibieron el nombre de dánaos.

      DARDÁNIDAS

      Sobrenombre de los troyanos, como descendientes de Dárdano.

      DÁRDANO

      Hijo de Zeus y de la atlántida Electra, fue el fundador de la dinastía troyana.

      Emigró de Arcadia a Samotracia y de allí a Frigia, y fundó una ciudad que llamó Dardania con autorización del rey Teucro. Se casó primero con Crisa, que le regaló el Paladio, luego con Batiea, hija de Teucro, de la que nació Erictonio, padre de Tros y abuelo de Príamo.

      DAULIA

      Ciudad de la antigua Fócida, en el camino que va de Orcómeno a Delfos. Se afirma que su origen está relacionado con la ninfa Daulía y con el mito de Tereo, Progne y Filomela.

      DÉCUMA

      Una de las Parcas latinas. Originariamente eran diosas de los nacimientos. Décuma, como su hermana Nona, tomaba el nombre de los últimos meses de la gestación, el noveno o el décimo precisamente.

      DÉDALO

      Hijo de Meción y bisnieto de Erecteo, simboliza en la mitología el genio técnico y artístico. Se le consideró inventor de la escultura por ser el primero que, modelando la piedra, consiguió formar imágenes a semejanza del hombre, así como de muchos instrumentos de trabajo, como la regla y la vela. A pesar de estas cualidades, Dédalo no pudo evitar el pecado de la envidia. Cuando su sobrino Talos, demostrando una agudeza excepcional, inventó la sierra inspirándose en la mandíbula de una serpiente, sintió tanta envidia que lo mató, arrojándolo a traición desde la Acrópolis. El Areópago, tribunal de Atenas, no dio por válidas sus disculpas y lo desterró a Creta. Llegó allí con su hijo Ícaro y entró al servicio de Minos, rey de la isla, que le ordenó construir en torno al antro del Minotauro, monstruo de voracidad insaciable, un intrincado palacio con infinitas estancias, con múltiples y tortuosos corredores y atravesado por innumerables callejuelas y patios. Se le llamó Laberinto, porque así denominaban los cretenses en su dialecto el hacha de dos filos de Zeus, símbolo que Dédalo grabó en numerosas partes de su construcción. Cuando Teseo consiguió, con ayuda del hilo de Ariadna, penetrar en el palacio, matar al monstruo y salir de nuevo, muchos creyeron que el héroe había sido ayudado también por Dédalo, deseoso de vengarse de Minos, que le impedía regresar a su patria. El rey de Creta lo hizo encerrar entonces junto con su hijo en la misma construcción con intención de retenerlo prisionero, pero no tuvo en cuenta la capacidad inventiva del ingenioso artífice, que, viendo cerrados los caminos marítimos y terrestres, pensó que le quedaban, sin embargo, los del cielo para alcanzar su amada patria. Recogió entonces todas las plumas que pudo y, ordenándolas según su longitud de forma decreciente, las unió con barro y cera, y las modeló con una forma ligeramente curvada. Había fabricado un par de alas que aplicó a sus espaldas y a las de Ícaro. El artificio funcionó y ambos abandonaron Creta volando. Dédalo no dejó de advertir a su hijo que no volase demasiado bajo para que el barro de sus alas no se disolviese con el vapor del agua del mar, ni demasiado alto, pues el calor del sol podía derretir la cera. Ícaro al principio le siguió obediente, imitándolo. Pastores y navegantes los contemplaban maravillados, creyéndolos dioses. Sin embargo, el adolescente se enorgulleció de su nuevo arte y, olvidando toda prudencia y todos los consejos, se elevó cada vez más alto intentando en su presunción alcanzar el sol. Las advertencias de su padre se cumplieron. Ícaro, desprovisto de sus alas, se precipitó al mar, que de él tomó el nombre de Icario, y se ahogó. El pobre Dédalo tuvo que enterrarlo en Cumas, donde consagró a Apolo su par de alas, que se guardaron durante siglos en un templo por él construido y adornado. Desde allí, según se dice, pasó a Sicilia acogido benignamente por el rey Cócalo, donde terminó sus días.

      DEIDAMÍA

      Hija de Licomedes, rey de Esciro. La muchacha se enamoró de Aquiles cuando este se ocultó en la corte del rey disfrazado de mujer para escapar de la guerra de Troya.

      Deidamía tuvo un hijo