buscan esos sabores. Todo ello no es más que el inicio de unos trabajos que todavía deben probarse en una muestra más amplia de ejemplares, pero que tienen el mérito de demostrar que los perros también tienen una rica vida uterina.
El periodo neonatal
El perro se considera una especie «no precoz», porque el cachorro, al nacer y durante los primeros días de vida, no es capaz de hacer nada, o, mejor dicho, sólo sabe alimentarse, para lo cual debe buscar los pezones de la madre para obtener la leche.
Por esta razón la naturaleza ha dotado a las hembras de instinto maternal, que las induce, por ejemplo, a preparar el «nido» unos días antes del parto. Ante la inminencia del parto, la hembra ronda por su territorio (nuestra casa) buscando un lugar seguro y tranquilo (la cama de matrimonio, el armario en donde guardamos la ropa de invierno o la sábanas), para traer al mundo a sus cachorros.
La historia deYork
Después de la muerte de su perro, los señores Gómez decidieron comprar otro. Su hijo mayor quería un pastor brie – porque le gustaban— pero los otros integrantes de la familia no estaban convencidos, ya que no conocían la raza. Los señores Gómez, sin consultar con un experto, vieron una camada de yorkshire, y se quedaron con el cachorro más tímido.
El perro vivió alrededor de un año en el piso con los propietarios. Al principio la convivencia fue bastante tranquila, pero al llegar a la madurez sexual, el yorkshire empezó a comportarse con agresividad. Primero mordió a un amigo, luego a todos los integrantes de la familia (excepto al padre). Durante un tiempo se le toleró esta actitud, por considerarse normal en un perro de aquella raza, pero el animal siguió mordiendo. Entonces, tomaron la decisión unánime de regalarlo a un conocido.
Veamos a continuación los distintos errores en los que incurrió la familia Gómez:
– eligieron una raza que no conocían;
– al elegir un yorkshire sólo tuvieron en cuenta criterios estéticos, sin valorar el carácter;
– al observar la camada escogieron al ejemplar más temeroso, por compasión, en lugar de quedarse con el más sano, tanto física como psíquicamente;
– el yorkshire ya había dado muestras de su comportamiento dominante cuando era cachorro, y que había señalado el veterinario, pero sus propietarios no tomaron medidas porque consideraron que se trataba de una peculiaridad de la raza (véase el capítulo «El perro agresivo»);
– cuando el perro se mostró peligroso, los señores Gómez, en lugar de actuar todos juntos para resolver el problema, se pasaron unos a otros la responsabilidad de una elección no unánime, y luego les resultó más cómodo encontrar una manera de deshacerse del yorkshire.
Al animal le salió bien porque le encontraron una persona dispuesta a quedarse con él; desgraciadamente, en la mayor parte de los casos el destino de estos animales, que son víctimas de una decisión poco madurada, es la eutanasia.
El lecho para el parto
Una setter irlandés había decidido dar a luz en el automóvil de su propietario – un 4 × 4— quien, por su parte, había preparado dentro de la casa uno de estos lechos modernos, con todas las comodidades que los seres humanos estiman indispensables para un parto higiénico y seguro. La perra, que evidentemente no compartía sus ideas, se subía al automóvil, en donde encontraba el lugar idóneo, se echaba y se disponía a parir. Entonces llegaba el dueño – el líder de la camada— que la obligaba a bajarse y la llevaba a una «sala de partos» preparada expresamente para la ocasión. Pero ella se marchaba, y así sucesivamente durante medio día. El resultado fue que la perra, molestada continuamente, no logró parir espontáneamente, e hizo falta la intervención de un veterinario.
El periodo neonatal dura dos semanas. Cuando nace, el cachorro no ve, no oye y no se aguanta de pie. Su sistema nervioso todavía es inmaduro, porque precisamente empieza a desarrollarse durante esta etapa de la vida, en la que evoluciona y crece en base a los impulsos que le llegan del medio exterior. Para favorecer el desarrollo psíquico del cachorro, los estímulos no deben ser demasiado intensos ni demasiado débiles.
En las dos primeras semanas de vida la actividad principal de los neonatos es dormir, y a ello dedican el 90 % de la jornada (y cuando no duermen, comen). No es un sueño inactivo, ya que los cachorros mueven el hocico, las orejas, los párpados, los labios, tienen temblores en el tronco y en los músculos de la piel (los que hacen mover la piel y el pelo), y a veces también emiten sonidos. Sólo duermen profundamente el 5 % del tiempo. Están amontonados unos contra otros: el contacto físico favorece el desarrollo de los sentidos (por esta razón, las camadas formadas por un solo individuo son más difíciles que las numerosas). Si pierden el contacto con los hermanos, los cachorros gritan hasta que la madre se da cuenta y los lleva de vuelta al nido, en donde vuelven a dormirse.
Cuando se despiertan, buscan los pezones guiados por el calor corporal de la madre, y se mueven empujándose con las patas posteriores. Después de mamar, la madre los tumba boca arriba y les lame cerca del ano para estimular la defecación y la micción, que luego ingiere. Este comportamiento materno es necesario porque los cachorros no saben hacer sus necesidades solos.
Todo parece indicar que es el origen de la posición de sumisión del perro adulto, boca arriba y mostrando los genitales al dominante. No se sabe con seguridad si esta postura es una adquisición específica del periodo neonatal o si se desarrolla en etapas posteriores del crecimiento, pero se ha observado que en los cachorros criados por el hombre, que han sido estimulados a defecar sin ser vueltos boca arriba, esta postura no se da.
El instinto de ingerir las heces de los cachorros es un vestigio de la vida salvaje, cuya función era evitar que al descomponerse este material atrajera a los predadores. Con la domesticación ha perdido su función originaria, y en algunos ejemplares puede ser causa de coprofagia (véase el capítulo «El perro tiene la necesidad de vivir en compañía»).
Después de estas operaciones, los cachorros duermen de nuevo. Estos cuidados por parte de la perra desarrollan la sensibilidad táctil de los cachorros, y les ayuda a conocer el mundo que les rodea. La madre, por su lado, se une a los hijos cuidándolos, apego a la camada. En efecto, si se logra que una perra adopte los cachorros de otra perra, sólo encontrará plena satisfacción con sus verdaderos hijos.
Los cachorros empujan con las patas para llegar a las mamas de su madre
El periodo neonatal también se caracteriza por la necesidad de tener un contacto térmico; por este motivo, en ausencia de la madre los cachorros se deben colocar junto a una fuente de calor, que puede ser un radiador o una bolsa de agua caliente.
El periodo de transición
El periodo de transición coincide con la tercera semana de vida del cachorro y se caracteriza por el rápido desarrollo psicofísico que experimenta el animal.
El neonato abre los ojos y empieza a explorar, ayudándose no sólo con el tacto, sino también con la vista y el oído. Produce sonidos diferenciados, ladra y emite los primeros gruñidos. Reduce el tiempo que destina a dormir, que pasa a ser sólo el 65–70 % del día.
En esta fase del desarrollo aparece el reflejo del sobresalto: en condiciones normales, cuando se da una palmada a unos diez centímetros de distancia, el perro se sobresalta. Este ejercicio sirve sobre todo para valorar si existe un problema de sordera (las orejas se abren al inicio de este periodo), frecuente en razas como el dálmata o el dogo argentino (por predisposición racial), y también da indicaciones en caso de trastorno psíquico causado por la separación precoz de la madre.
En el periodo de transición el cachorro se liga cada vez más a la madre; este es un momento delicado de su vida, porque en esta fase empieza a relacionarse y a conocer a sus similares.
El cachorro que es criado solo durante los primeros