que termina en el cuarto mes), tendrá dificultades para relacionarse con otros perros. Se ha observado, sin embargo, que si ha habido contactos con otros animales que no son de su especie o con el hombre, todavía puede ser recuperado para una vida en relación casi normal.
Muchas historias de perros intratables empiezan con una separación precoz de la camada cuando son cachorros, y con el aislamiento, justificado quizá para evitar enfermedades contagiosas, en la casa de sus dueños.
Periodo de socialización y periodo juvenil
Desde la tercera hasta la décima semana tiene lugar el periodo de socialización, que es el más delicado para el desarrollo del cachorro. Este empieza a aprender a través de la experiencia, elabora respuestas diferentes según el estímulo que recibe y, sobre todo, adquiere la capacidad de interrumpir lo que esté haciendo. Lleva una vida más autónoma, explora el mundo externo, aprende a comunicarse con otros perros, emitiendo señales y descodificando las que le llegan. En este periodo desarrolla los cinco sentidos.
Hasta este momento, el cachorro ha utilizado principalmente el tacto que, al crecer, se pierde un poco en favor de los otros sentidos, principalmente el del olfato. Este último sentido está muy desarrollado en el perro, como lo demuestra su capacidad para reconocer a un congénere o a un hombre sólo por el olor, seguir pistas e identificar, sólo los machos, los mensajes químicos (feromonas, sustancias químicas secretadas por un animal, que pueden influir en el comportamiento y la fisiología de otro de su misma especie) emitidos por una hembra en celo.
El labrador es un buen compañero para casi todos los animales, incluidos los gatos. (Fotografía de Visintini)
El juego sirve para que los cachorros se socialicen. (Propiedad y cría del Pino Azzurro)
Cachorros disputándose un recogedor. (Propiedad y cría del Pino Azzurro)
El oído del perro es capaz de percibir una amplia gama de frecuencias y capta también ultrasonidos. Se ha observado que no existen diferencias entre la capacidad auditiva de un perro de talla grande y uno de talla pequeña, ni tampoco entre razas con el pabellón auricular erguido o péndulo (su función es sólo identificar la fuente del sonido).
El oído es fundamental para el desarrollo psicofísico porque, además del lenguaje químico (feromonas) y corporal, el cachorro se comunica con la emisión de vocalizaciones más o menos intensas y frecuentes, según el momento. Al crecer el perro ladra menos, excepto en las razas criadas precisamente por su capacidad para expresarse con la voz, como los sabuesos y los perros de rastro, en los cuales dicha característica se potencia hasta el punto que el adiestrador sabe qué está haciendo el perro (por ejemplo, si ha encontrado la presa) según las vocalizaciones.
En el periodo de socialización el cachorro ladra mucho menos, porque tiene otros medios de comunicación – la vista y la comunicación química—. De todos modos, el perro que vive con el hombre puede conservar esta costumbre, porque la ve reforzada por la comunicación verbal de su dueño.
El perro no tiene una gran capacidad visual, si bien es capaz de distinguir los colores, especialmente el azul, el verde y todas sus combinaciones. Además, tiene una excelente visión periférica que le permite ver, por ejemplo, a la persona que tiene al lado mientras camina. Ve peor de cerca, y al parecer no distingue claramente los objetos situados a menos de 25 centímetros.
La vista sirve para percibir las señales visuales, como la horripilación (erección del pelo) o las posiciones de las orejas, cuando su congénere expresa alegría o miedo. También reconoce las señales corporales, las posturas, como las de dominio o sumisión.
En el periodo de socialización el cachorro se relaciona con los hermanos, con la madre, con los seres humanos y con el ambiente externo.
La relación con la madre es fundamental para su desarrollo psíquico. Se ha comprobado, por ejemplo, que una hembra nerviosa transmite su nerviosismo a los hijos. Si un cachorro es separado de la camada demasiado pronto, a la sexta semana, cuando ya es adulto, puede empezar a tener comportamientos anómalos con otros perros.
La misma situación se produce si no socializa con el hombre entre las 3 y las 12 semanas, por lo cual es preferible que los cachorros vivan en al ambiente familiar y estén en contacto con sus miembros desde la tercera semana de vida.
Como se puede observar, estos cachorros respetan la jerarquía a la hora de comer. (Propiedad y cría del Pino Azzurro)
La tendencia a conocer objetos nuevos surge hacia la quinta semana. En esta época es conveniente enriquecer el medio con juguetes y mostrar a los cachorros los electrodomésticos, los automóviles y cosas por el estilo, para que no los teman cuando sean adultos.
El juego es el instrumento principal de su desarrollo psicológico, porque jugando el perro aprende a expresarse utilizando el lenguaje del cuerpo.
En este periodo cualquier expresión de la vida cotidiana es útil para adiestrar a los cachorros. Por ejemplo, la madre enseña la jerarquía del grupo a los cachorros cuando les controla el acceso a la comida, impidiendo que los hambrientos se abalancen sobre la comida sin respetar un orden preciso – como hacían cuando mamaban— y les enseña quiénes tienen derecho a comer los primeros, que son los que están en la parte alta de la escala social (véanse las reglas sobre el territorio y la caza).
La mejor edad para adoptar un perro es la octava semana, cuando su desarrollo psíquico y físico se encuentra en un buen punto.
El periodo juvenil va desde la décima semana hasta la madurez, y no es más que la prolongación de la socialización. El cachorro continúa su proceso de maduración, convirtiéndose en un adulto más o menos integrado en la sociedad canina y en la humana. Durante el periodo juvenil, el cachorro es receptivo a las enseñanzas y puede aprender comportamientos complejos, por lo que este es el mejor momento para empezar a educarlo, presentándole los ejercicios como un juego divertido.
La elección del cachorro
La elección del cachorro significa el inicio de una relación con un ser vivo que, a partir de ese momento, pasará su vida junto a nosotros. Es una decisión importante, que debe ser valorada y para la que deben tenerse en cuenta muchos factores.
Las motivaciones
Un propietario sensato debe tener presente las motivaciones que lo llevan a decidir la compra de un determinado animal.
Se puede querer un perro para:
1. Tener a alguien a quien canalizar el deseo de dar y recibir cariño.
2. Establecer un contacto directo con el mundo animal.
En la elección del cachorro hay que tener en cuenta muchos factores. (Fotografía de Balistreri)
3. Obtener un compañero para personas solas o para un niño.
4. El deseo de rescatar a un ser vivo de la perrera, o salvarlo de la eutanasia.
5. El deseo de criar un perro de una raza concreta.
6. Participar en muestras caninas.
7. Seguir la moda, es decir, poseer un perro que los amigos envidiarán.
Son muchas las razones para compartir la vida con un perro, unas más nobles, otras menos: lo importante es ser sincero con uno mismo y renunciar si no se está convencido de lo que se hace.
Toda la familia debe ponerse de acuerdo
Además de saber claramente el motivo que nos ha inducido a adoptar un perro, es importante que la elección satisfaga a todos los miembros de la familia. Si no se está de acuerdo con la necesidad de tener un animal en casa, si uno quiere un perro de raza grande y otro lo quiere pequeño, si uno quiere que sea de raza y otro lo prefiere mestizo, si uno