transmisible. Se trata de un sistema de circuito abierto, pero cerrado a otras posibilidades.
Habría un tercer esquema que no sería ni el circuito cerrado de la primera concepción antes citada ni el abierto de la segunda. Dejando de lado las mutaciones genéticas excepcionales, habría lugar para una adaptación progresiva gracias al cromosoma de memoria potencial (CMP) que, con el tiempo, pasará a convertirse en un cromosoma de memoria evolutiva (CME). Se podría dar un valor acabado a la evolución de una especie al considerar que no puede ir, aquí y ahora, más allá de su evolución temporal, limitada al número de CMP que posea. Sólo gracias al juego de mutaciones sucesivas el individuo obtiene un mayor número de posibilidades. Dicho de otro modo, no bastaría con una existencia para conocer todo y evolucionar.
Si la vida no debe nada al azar y el absurdo, se puede pensar entonces que el poder de asimilación analítica o sintética, propio de los hombres, depende de este CMP. Así se convertiría en la sede de esta inteligencia que no solamente media la relación entre lo visible y lo invisible sino que también explica las fuertes impresiones extrasensoriales que muchas personas perciben.
Replanteamiento de la reencarnación por parte de la ciencia avanzada
En ciertos medios de la ciencia llamada «avanzada», el problema de la reencarnación está presente y las hipótesis suceden a las teorías. Se podrían resumir estas nuevas hipótesis de la siguiente manera.
El pensamiento escapa a la materia así como a los campos temporales; a partir del pensamiento en estado puro se podría recrear la materia utilizando la energía primordial en un contexto espacio-temporal. De este modo no solamente ya no se plantearía el problema de la supervivencia, sino que este proceso permitiría pasar de un nivel a otro. El espíritu vivo que reside en el hombre sólo se engendraría una única y primera vez pero tendría el poder de volver a crearse, indefinidamente, o, en cualquier caso, hasta completar la evolución, hasta conseguir la perfección.
Es el momento de dejar claro los tres tipos de energía que existen:
– la energía de la forma física, de percepción sensorial;
– la energía de la forma espiritual, de percepción extrasensorial;
– la energía primigenia, como origen. Está presente en las dos primeras energías y estas proceden de ella.
Estas energías se cristalizarían en una sola energía temporal en el ser humano, lo que le llevaría a su realización que no se puede alcanzar en el curso de una única manifestación de vida física. Las energías animistas se orientarían hacia un fin determinado pasando por diferentes caminos, es decir que se expresarían a través de una sucesión de vidas hasta alcanzar ese fin: la reintegración unitaria, lo que el Hombre llama «Dios». Sin embargo, una falsa interpretación empujaría a creer en reencarnaciones estrictamente terrestres; esta interpretación provendría del dogma religioso que tiene que ver con la repetición del pecado original bajo el pretexto de que el cuerpo humano es terrestre.
Según esta concepción, la ley del eterno retorno no sería un absurdo estático sino una hiperinteligencia dinámica; el absurdo sería que el espíritu vivo se reencarnara varias veces (e inútilmente) en el mismo contexto de manifestación.
Una visión de este tipo implica que el universo esconde un número incalculable de «planetas-escuela». También implica la imposibilidad del espíritu vivo de volver a manifestarse físicamente varias veces en el mismo planeta, salvo en caso de error de recorrido: muerte prematura, suicidio, etc. Exceptuando estos accidentes, habría un bloqueo por parte de la energía primigenia a volver a manifestarse varias veces en el mismo contexto energético, lo que valdría para todos los planos. Los niveles intermedios (entre la vida y la muerte) serían a la fuerza diferentes o, de lo contrario, el espíritu vivo se convertiría en una máquina sometida a un ordenador.
Las energías sutiles, animistas, etc., siguen vías ilógicas para el entendimiento humano que establece, según su lógica, un proceso de jerarquías progresivas (por ejemplo, mineral, vegetal, animal, humano). Se podría lograr que este orden no fuera obligatoriamente cronológico y que obedeciera a un «desorden» marcadamente «organizado».
Las diferentes doctrinas religiosas
Reencarnación y tradiciones
Las religiones monoteístas
La religión judeocristiana y la islámica se oponen, a veces brutalmente, a la idea de la reencarnación. Se trata de una concepción totalmente contrapuesta a los fundamentos de la ley judaica, una ley que coincide con el dogma cristiano de que el cuerpo muere y el alma vuelve al origen divino del que se ha originado sin volver a la Tierra.
A pesar de esta creencia, existe una tendencia reencarnacionista en la tradición judía, tendencia que apareció en el siglo XII entre los cabalistas y numerosos teólogos. Según el rabino Josy Eisenberg[8], se habrían basado en un texto de Job que especifica que Dios concede varias oportunidades al hombre para llegar a la perfección.
Para la iglesia católica, no se puede ser cristiano y creer en la reencarnación, ya que, de acuerdo con el dogma, la resurrección es definitiva.
Sin embargo, se encuentran alusiones a la reencarnación en numerosos textos sagrados:
La tribu de Judea, al igual que las otras tribus, conocían este misterio, sabían que cuando el alma no ha finalizado su misión durante su paso por la Tierra, es desterrada y trasplantada de nuevo sobre la Tierra, y así está escrito (en el libro de Job): «Y el Hombre volverá a la Tierra» (Zohar).
De generación en generación haces que los hombres vuelvan al polvo y dices: «Hijo del Hombre, vuelve» (Salmo XC, 1–3).
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan (el Bautista); y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga (Mateo, XI, 13–15).
El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Juan, III, 3).
Este último versículo tiene un doble sentido, ya que puede interpretarse como una alusión a la iniciación propiamente dicha o bien, si se entiende literalmente, como una manifestación clara de la necesidad de experimentar la transmigración y reencarnarse en vidas sucesivas.
Todos estos textos no son los únicos existentes en su género, se han citado entre muchos otros como ejemplo de alusión a la reencarnación en textos sagrados.
El hinduismo
En el hinduismo existen otras creencias según las cuales un alma que tuviera en su haber 1.000 actos positivos y 1.500 negativos sólo engrosaría 50 actos positivos para purgar 50 negativos.
De ahí se deduce la necesidad inevitable de reencarnarse para llevar a cabo este proceso. Reencarnaciones que habrá de comenzar de nuevo si la depuración no se realiza o si el karma se hace más pesado.
Igual que un hombre que ha rechazado la ropa usada toma otra nueva, el alma reencarnada, rechazando su cuerpo usado, viaja hacia otros que son nuevos (Bhagavad-Gîta, II, 22).
Por otra parte, el alma se reencarnaría (sin tener en cuenta nuestra cronología temporal e histórica) en diferentes épocas, en correspondencia con la fecha kármica, en función de que el karma fuera más o menos pesado. De acuerdo con esto, se podría morir en el año 2000 de nuestra era y renacer en la Edad Media: «en un estado de espíritu que cumpliera un acto ya que se recoge el fruto en un cuerpo de calidad correspondiente», dice un sabio hindú.
Siempre dentro de las creencias hindúes (no siempre compartidas), el alma se reencarnaría en la persona después de realizar 84 secuencias cósmicas: 20 secuencias en el mundo vegetal,
9 en un animal acuático, 11 en un insecto, 10 en un pájaro, 30 en un animal salvaje o doméstico y 4 en un primate.
Aparte de esta extraña enumeración,