en tú lugar no lo haría. – Armando, tu compañero de celda, lee tus intenciones y te aconseja. – Solo intento ayudarte, créeme. No hables con los guardias.
El Jefe continúa con su discurso.
– El viejo tiene razón, no seas tonto y acepta la realidad, aquí dentro no existe la ley. Y ahora volvamos a lo realmente importante. En esta prisión todo debe pasar por mis manos: cualquier negocio, cualquier problema que tengas, cualquier decisión que tomes o cualquier estupidez que hagas, absolutamente todo. Y ahora repito, ¿está claro?
Si decides responder y decir que sí, ve a la página 6
Si prefieres ir corriendo hacia los guardias y hablar con ellos, ve a la página 13
…
– Es un asunto de vida o muerte, no puedo hablar del tema.
Armando se ríe de tu respuesta.
– ¿Vida o muerte? Por favor, necesito saberlo. Soy un anciano que va a pasar el resto de su vida en prisión, has tenido suerte de que sea tu compañero de celda muchacho, creo que soy el único en este infierno que ya no tiene intereses personales. Yo simplemente paso los días, uno tras otro. Tu secreto está a salvo conmigo.
Hay algo en Armando que te inspira confianza, incluso puede ser un importante aliado para escapar de prisión, tras pensarlo dos veces decides contarle todo.
– Trabajaba en “Asuntos Internos”, la policía que investiga a la policía, estaba trabajando en el caso de unos agentes que habían recibido sobornos, no parecía nada grande, hasta que descubrí la conexión con ARTUS, la empresa que gestiona más de la mitad de las prisiones del país.
– ARTUS… – Tu compañero escucha tu historia con interés. – Los guardias de seguridad llevan escrito ARTUS en el uniforme
– Pues ya sabes que este precioso hotel donde estamos es propiedad de la corporación ARTUS ¿Y sabías que el gobierno paga cada mes por los prisioneros que hay aquí? Exactamente igual que un hotel. Descubrí facturas falsas, presos que no existen, toda una red de corrupción creada para robar dinero público, deben tener alguna conexión en el ministerio, todavía no sé quién es.
– ¿Y cómo has terminado aquí? – Armando ya parece fascinado. – ¿Eres un agente infiltrado?
– No, ojalá lo fuera. He sido traicionado y secuestrado por mis propios compañeros. Informé a mi superior ayer por la tarde, le dije todo lo que sabía. De camino a mi casa vi un accidente, paré mi coche para ver si podía ayudar, a los pocos segundos aparecieron dos patrullas de policía, sin decir ni una palabra me esposaron y me metieron en su coche, me llevaron a la comisaría donde pasé la noche sin poder hacer ni una llamada. Esta mañana me han trasladado aquí, creo que no tienen intención de que salga.
– ¿Y qué vas a hacer?
– Escapar de aquí, cueste lo que cueste.
– No lo harás sin ayuda. Si lo que me has dicho es verdad debes tener cuidado, en esta prisión hay varios asesinos que matarían por dinero. Jhony, el líder de los latinos es especialmente peligroso. – Parece que Armando está decidido a cooperar. – Debes tener presente que aquí todo el mundo tiene un precio, y no siempre es dinero lo que la gente necesita.
– ¿Y qué me dices de los guardias?
– Valero, el más veterano, trabaja aquí toda la vida, demasiado tiempo entre estos muros para un hombre. Ha visto lo peor de esta sociedad, de algún modo todo esto ha influido negativamente en él. Es un tipo duro que siempre quiere demostrar que es mejor que tú, sin embargo, el dinero es su debilidad, es un secreto a voces que hace todo lo que el Jefe le pide.
Piensas que los vigilantes son la clave para poder escapar de la prisión, continúas con tus preguntas.
– ¿Y el otro guardia? ¿El joven?
– Blas, empezó a trabajar aquí el año pasado. Parece un hombre serio, no suele ser el protagonista de las peleas, su compañero Valero tiene el control.
– ¿Crees que el Jefe podría influir en ellos? Para… no sé… dejar una valla sin vigilar, o algo así.
Armando dibuja un mapa imaginario de la cárcel con un dedo sobre la cama.
– Aquí está el patio, aquí la segunda valla, hay más de veinte metros entre un punto y otro. Lo que propones es muy arriesgado, la segunda valla está electrificada y los vigilantes no dudan en disparar si ven que hay problemas.
– No me importan los problemas, voy a salir de aquí.
– En tal caso, sí, creo que el Jefe podría ayudarte, aunque debes saber que no te saldrá gratis, ese hombre solo actúa por interés, no te ayudará si no obtiene ningún beneficio de ello.
Se abre la puerta con un fuerte ruido, Armando y tú os asustáis, Valero entra en la celda y grita.
– ¡Al comedor! Es la hora de vuestra carne de rata. ¡Rápido!
Os dirigís hacia el comedor, allí están la mayoría de los presos. La sala está dividida en dos zonas, Valero os separa.
– Armando, tú a la zona A, y tú, nuevo, a la zona B.
Te quedas solo, haces cola para recoger tu comida, una sopa de color naranja y un trozo de pescado seco. Escuchas como varios presos se quejan a las cocineras por la comida, todos se callan cuando se acerca Valero.
Te diriges con tu bandeja hacia las mesas y ves que solo hay dos sitios donde puedes sentarte, en la mesa de los latinos junto a cinco de ellos o en una mesa donde hay un hombre solitario que parece no tener amigos.
Si decides sentarte con los latinos, ve a la página 15
Si te sientas con el hombre solitario, ve a la página 17
…
No lo piensas dos veces, corres hacia los guardias al tiempo que gritas.
– ¡Ayuda! Ese hombre tiene mi teléfono móvil.
Blas y Valero se miran, este último es quien te contesta.
– Eso es imposible.
– De verdad, el mismo teléfono que me quitaron al entrar en la prisión. – Tu voz suena acelerada y nerviosa. – Lo he visto con mis propios ojos.
Sin decir ni una palabra, Valero camina con paso firme hacia el Jefe. Comienza a registrar los bolsillos, le cachea las piernas e incluso inspecciona sus zapatos. Puedes ver una desafiante sonrisa en la cara del Jefe.
Valero termina con su registro y se gira hacia ti.
– A ver “nuevo”, aquí no hay nada. Mentir a los guardias puede traerte problemas. ¿Tan pronto quieres conocer las celdas especiales que tenemos en el pabellón de aislamiento? Sin compañía, ni luz, ni cama, ni nada. Solo cuatro paredes y tú.
Blas escucha todo sin abrir la boca, parece que no se atreve a cuestionar la autoridad del veterano Valero.
– Tranquilo, seguro que ha sido un malentendido. – El Jefe simula que te defiende con un tono de superioridad insultante. – Es su primer día aquí, nunca es fácil acostumbrarse a este lugar.
– De acuerdo, lo dejaremos pasar. Pero que sea la última vez que me mientes.
Valero te mira de un modo desafiante y te señala con el dedo mientras habla.
Suena el timbre que indica que la hora del patio ha terminado. Los presos vuelven a sus celdas de manera ordenada. Entras en la 313 seguido de Armando. Te sientas en la cama y reflexionas sobre lo que ha pasado. El Jefe es un preso, ¿cómo puede tener control sobre los guardias? Tiene tu teléfono, quizás podría permitirte utilizarlo. Con un teléfono en tu poder la huida de la prisión podría ser más sencilla.
Armando