Tadamichi... sólo los que Tadamichi habÃa criado personalmente estaban permitidos. El niño pequeño habÃa sido uno de los primeros de Tadamichi y el vÃnculo que lo mantuvo fiel fue lo que lo llevó a advertir al maestro acerca de la niña... y el poder que poseÃa. El vÃnculo también le permitió sentir los estados emocionales de su amo, lo que podrÃa resultar problemático a veces.
PodÃa sentir que el Maestro Tadamichi estaba enojado y sabÃa la causa detrás de esa rabia... Hyakuhei. Sólo el hermano gemelo del amo podÃa provocar este tipo de reacción. Los celos y el rechazo podrÃan ser peligrosos con uno tan poderoso.
Yuuhi se deslizó en silencio en las habitaciones de Tadamichi, pero se quedó en las sombras para observar a su amo. El joven era paciente y sabÃa esperar la tormenta de la ira de su amo.
Tadamichi miró su reflejo en el espejo de las almas y apartó la vista con un siseo enojado. Su hermano habÃa roto el vÃnculo entre sus mentes... desterrándolo una vez más. Cada oportunidad que Tadamichi tomó para hablar con su hermano fue terminada de manera abrupta, enfadándolo. Estaba empezando a creer que su vÃnculo nunca volverÃa a lo que habÃa sido una vez.
¿Acaso los siglos que se habÃan alejado unos de otros no habÃan sido suficientes para castigarlos? ¿MantendrÃa Hyakuhei para siempre su distancia?
Al ver el movimiento dentro de las sombras, Tadamichi agitó airadamente su mano en su dirección... cada mestizo dentro de su cámara ya menos de mil metros de su soledad espontáneamente quemada... dejando atrás el olor del azufre en el aire. No habrÃa testigos del rechazo de su hermano. Sin embargo, volvió la cabeza en la otra dirección y puso los ojos en el único de sus hijos que confiarÃa en su secreto.
Ignorando a Yuuhi por un momento, Tadamichi caminó lentamente por la habitación y se paró delante de un retrato con las manos juntas detrás de su espalda. Cuando los gritos y las llamas se apagaron, Tadamichi continuó mirando la pintura como si nada estuviera mal.
La pintura fue creada mucho antes de que las guerras medievales hubieran tenido lugar... antes de su guerra civil. Uno asumirÃa que era un autorretrato que mostraba dos personalidades. En verdad, era él y su hermano... tan difÃciles de distinguirlos. ¿Cómo podrÃan ser tan parecidos en apariencia... y ser tan diferentes? ¿Su hermano nunca habÃa aprendido el significado del amor... el dolor del rechazo?
Tadamichi pasó las puntas de los dedos a través de la imagen de su hermano, frunciendo el ceño ligeramente antes de que su cara se contorneara de rabia. De pronto golpeó la pintura con un movimiento tan rápido que prácticamente no se vio. La imagen se detuvo por un momento, y luego, tan lentamente, apareció un rasgón dentado... cortando a los gemelos uno del otro. La tela del retrato cayó ligeramente a un lado y la expresión de Tadamichi de repente mostró tristeza.
Colocando las palmas contra la pintura, Tadamichi las sostuvo un momento antes de dejarlas caer.
Su amor por Hyakuhei era insondable. Tadamichi sólo querÃa que Hyakuhei, a su lado, compartiera esta maravillosa existencia. -¿Por qué me abandonas a mà ya la vida que podrÃamos tener? -preguntó en silencio, luego sintió el escalofrÃo de haber hecho esa misma pregunta a uno más que a su hermano. Ãl dibujó la memoria dentro de sà mismo negándose a morar en ella.
Yuuhi salió de la sombra detrás de él, sintiendo la melancolÃa de su amo. Le sorprendió que su padre pudiera sentir tan profundamente a su hermano cuando él mismo apenas habÃa sentido una punzada como la muchacha habÃa matado a sus hermanos sólo un par de horas antes.
-¿Entonces los has perdido? -preguntó Tadamichi, sin apartar los ojos de la imagen de su hermano.
Yuuhi asintió con la cabeza sabiendo que Tadamichi podÃa ver sus pensamientos. Un destello de mármol blanco apareció en su visión periférica y giró la cabeza hacia él. Su mirada parecÃa casi pensativa mientras miraba las estatuas a su izquierda. Girando lentamente en un cÃrculo, miró a cada uno, uno por uno. HabÃan estado aquà durante el tiempo que Yuuhi podÃa recordar pero nunca habÃa preguntado por ellos.
-Una niña -susurró Yuuhi, preguntándose por qué un maestro demonio tendrÃa estatuas de ángeles. Era extraño... o siempre lo habÃa pensado. Los ángeles eran hermosos incluso a los ojos de Yuuhi y se preguntó si criaturas como estas podrÃan haber existido alguna vez en esta tierra.
-Te diré la historia de las estatuas de mi hijo. Tadamichi apartó lentamente la mirada de la pintura con curiosidad... -Y me hablarás de esta chica. -La esquina de sus labios se convirtió en el rastro de una sonrisa perversa. -Ve y echa un vistazo más de cerca -susurró. "La curiosidad es una emoción intrigante... ¿no?"
Yuuhi caminó lentamente alrededor de la habitación mirando hacia arriba en las caras de los hombres con alas... parando delante de la que le intrigó más. El cabello largo que llegaba hasta la parte baja de su espalda se balanceaba... como si estuviera en medio de la batalla. La expresión que habÃa estado en su rostro era más hermosa... y aterradora. ¿Para qué estaba luchando tanto el ángel? ¿Cuál habrÃa sido el premio?
Las manos de piedra se aferraron a una espada que estaba en un movimiento hacia abajo y Yuuhi extendió la mano para deslizar su pulgar a través de él... sólo para retroceder cuando una pequeña lÃnea fina de sangre brotó en su pulgar.
Tadamichi estaba de repente a su lado, levantando la herida en sus labios para succionar la sangre del dedo del niño. Sabiendo que Yuuhi era un niño de muy pocas palabras e incluso menos emociones; Tadamichi soltó su mano y asintió con la cabeza a la estatua. "Esta estatua... Kyou, y su espada de destrucción", cerró los ojos al recordar a los guardianes, "Fuertes adversarios ... todos eran".
Yuuhi se volvió hacia su amo y esperó pacientemente.
"Ellos pensaron que podÃan librar al mundo de la oscuridad... pensaron que podÃan librarse de mà y de mi hermano. DeberÃan haberlo sabido mejor. Abrió los ojos que ahora tenÃan un extraño color rojo. -Fueron hermanos. -se acercó a la estatua del que parecÃa más joven cuando agregó-, o al menos todos ellos pensaron que eran verdaderos hermanos.
Extendió la mano y acarició la mejilla de la estatua, dejando que sus dedos rastrearan el camino que una lágrima habÃa dejado... helada en el tiempo. "Mi querido Kamui. SabÃa que lo que los guardianes habÃan hecho estaba mal. Por eso está tan triste. Es una pena que mi hermano nunca lo conociera.
Tadamichi se volvió hacia el siguiente hermano. "Kotaro era fuerte en espÃritu, pero posesivo de lo que afirmaba ser suyo." Sus ojos brillaron como si viera el pasado. "Ãl estaba dispuesto a morir si tuviera que... todo por el amor de una mujer."
Desechando la estatua con una ola de su mano, se acercó a la siguiente cuando sus ojos se oscurecieron. Este era el más peligroso de los hermanos. "Toya... él era una criatura muy interesante. Tan lleno de fuego y rabia, sin embargo, cómo podÃa amar a una mujer con tanta ferocidad estaba más allá de mÃ. Llevó a muchas batallas entre él y los otros hermanos. Era el más posesivo de ella. Me sorprende que nunca se hayan destruido en su absurdo.
Se volvió hacia la estatua final. La mano del hombre estaba delante de él como si estuviera lanzando un hechizo. Tadamichi sabÃa la verdad del hechizo de Shinbe... el vacÃo habÃa estado en movimiento cuando lo habÃan lanzado a través del portal del tiempo... sellándolo detrás de él. "Shinbe era sabio más allá de sus años, pero era lo suficientemente tonto como para alterar el destino... todos lo eran." Sus ojos se endurecieron cuando se preguntó si la sacerdotisa aún estarÃa con ellos.
"La chica puede destruirnos." La voz de Yuuhi no contenÃa ninguna emoción mientras se paraba frente a la estatua que