Sergey Baksheev

EL MISTERIO DE LA BELLEZA EXACTA


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ERIO DE LA BELLEZA EXACTA

      Sergey Baksheev

      © Sergey Baksheev, 2019

      ISBN 978-5-0050-2972-0

      Created with Ridero smart publishing system

      Traductor de ruso: Oscar Zambrano Olivo

      Copyright © Sergey Baksheev, 2019

      “El número es la esencia de todas las cosas”

      Pitágoras.

      1

      La puerta del apartamento se abrió con facilidad, la llave maestra fue escogida idealmente. La vieja alfombra peluda de la entrada también le agradó, no dejaría huellas. Si, el día en San Petersburgo, a pesar de ser mitad de octubre, se presentaba seco y con ligera brisa. Las cúpulas doradas y las cruces de las iglesias brillaban bajos los rayos del bajo sol norteño, así los anteojos oscuros y el capuchón pasarían desapercibidos. Con ese tiempo hasta las viejitas vecinas salen a los patios y no se apuran en regresar a la humedad grisácea de sus casas. El día óptimo para cometer el robo pensado. Y no cualquier robo, sino un hecho que la historia le agradecería.

      El intruso, que entraba en el apartamento, trataba de controlar su creciente excitación y revisaba su recorrido. Derecho, por el corredor estaban la cocina y el baño y a la derecha estaba la única habitación. Era posible que en este apartamentico viejo y descuidado se guardara la clave del Gran misterio, clave que persiguieron las mejores mentes de la humanidad por cientos de años? Si eso era así, entonces el mundo era de una injusticia burlona. Aunque los diamantes más extraordinarios se encuentran en el barro.

      Y si no hay nada? La idea desagradable le apretó el corazón. No! descartado! El tesoro del genio está aquí! Esta visita audaz debe dar el premio largamente esperado.

      El intruso, delgado y ligeramente encorvado se detuvo en la entrada de la habitación. En esta había una silla giratoria vieja, un viejo sofá, un escritorio con papeles, una biblioteca llena de literatura científica, una cama estrecha; en el rincón, un estante pasado de moda con cosas innecesarias y más nada. Ni siquiera un televisor o un computador. Cierto que dicen: la saciedad es hermana de la flojera y amiga de la ociosidad. Los genios siempre han vivido pobremente. Y entonces, los que son sólo inteligentes, en comparación, debe vivir bien! Ha sido así por siglos, y cambiar eso no lleva a nada. Sintiendo anticipadamente un escalofrío agradable, se acomodó los guantes y se dirigió al escritorio. Sus ojos devoraban los papeles y las notas. El instante deseado se acercaba. Y en ese momento se oyó el ruido de una llave en el cilindro de la puerta. Las sienes se le cubrieron de un sudor frío. Quien podría venir antes de tiempo? El intruso en chaqueta azul y capuchón se metió en la cocina.

      Lo más probable es que fuera el matemático. Su comportamiento extraño impedía predecirlo. Seguramente iría a su habitación y él estaría seguro en la cocina. Se presentaría una nueva situación.

      Sin embargo desde la entrada se oyó una respiración pesada y pies que se arrastraban.

      La vieja bruja regresó! El intruso había calculado que ella tardaría más de una hora en el mercado. Pero regresó enseguida. Que le había pasado? Miró la mesa y se dio cuenta que la vieja había olvidado el monedero. Eran una cosa seria esos viejos tontos.

      Los pasos se acercaban… El intruso se colocó pegado a la pared entre el refrigerador y la puerta de la cocina. Único sitio para esconderse. Si la anciana tomaba el monedero, miraba al suelo, y se alejaba, nada sucedería; pero… si se da cuenta? La puerta de la cocina era de vidrio mate. Demasiados desagradables “si”. Sería posible que por esa vieja tonta se le echara a perder el buen plan que tenía? Irse era imposible, ya había llegado muy lejos. Un tesoro estaba cerca… En su camino estaba una vieja inútil. Salir de ella sería fácil. Empujarla y listo. Pero correr enseguida sería estúpido. O sea no bastaría con un simple empujón. Era necesario apartarla por un rato. Y para lograrlo necesitaba algo…

      Se abrió la puerta… La triste anciana entró en la cocina…

      Con que golpearla en la cabeza?

      Y que tan fuerte pegarle?

      2

      El oficial de policía Capitán Rizhkov adscrito a la zona terminó de comerse su emparedado de salchichón, de tomarse su té y sólo entonces levantó la bocina del teléfono que repicaba hacía rato. Aunque la guardia apenas comenzaba su voz sonó profesionalmente cansada.

      – Aquí Rizhkov – el cachetón capitán se quitó una migaja de pan de los labios, la cual cayó en el micrófono del teléfono y tuvo que sacarla con la uña.

      – Si, la escucho, diga. No se atropelle, hable ordenadamente. Apellido? Le pregunté su apellido.

      Con expresión aburrida, el capitán escuchó a la doctora de primeros auxilios, quién le informaba que la habían llamado por un ataque al corazón y donde consiguió el cuerpo de una anciana ya sin respiración.

      – Y para que nos llama? Resuélvalo Ud.

      Rhizhkov quiso colgar la bocina pero lo detuvo la voz apresurada de la doctora.

      – El asunto es de Uds., es un asesinato.

      – Y de dónde saca eso? – el capitán arrugó el rostro.

      – En la cabeza se observa trazas de un golpe.

      – Hay sangre?

      – Un poco. Hay una contusión con abrasión.

      – Fractura de cráneo?

      – No.

      – Bueno, se da cuenta? La vieja se sintió mal del corazón, se cayó…

      – Escuche – se disgustó la doctora – yo no soy una pasante nueva y ya he visto muchos cadáveres! El corazón no tiene nada que ver. Si quiere no me atienda, pero que conste que ya le advertí.

      – Okay, okay. – Condescendió el capitán, sabiendo perfectamente que un médico experimentado de primeros auxilios no se equivocaría en tales asuntos.

      – Cuando murió la ciudadana? —

      – Aproximadamente hace una hora. —

      – Quien llamó la ambulancia? —

      – Una vecina o conocida de la occisa. Ella está aquí. —

      – Perfecto. No deje ir a la vecina. Que todo se quede como está y que nadie toque nada. Enseguida envío una comisión. Dícteme la dirección exacta. —

      El capitán escribió la dirección del apartamento y el apellido de la señora asesinada y con un gesto detuvo al oficial que pasaba. Terminó la conversación por teléfono, le sonrió al oficial y le dijo.

      – Llegas tarde Strelnikov. Que pasó? La amiguita de turno no te dejaba salir? —

      – Ojalá y fuera eso… Un asunto de una encuesta de un investigador, caminé por ahí y le pregunté a la gente. – Estaba tenso el oficial treintón, se desabrocho la vieja chaqueta de cuero turca y sacó un cigarrillo.

      – Tienes otra tarea, Viktor. Toma esta dirección y vuela con los muchachos a ese apartamento. Es aquí cerca. Y no te obstines antes de tiempo! —

      – Que hay allá? – El oficial, hosco, miró el papel.

      – Una viejita muerta. Una tal Sofía Evsevna Danina. Creo que la “ayudaron”, pero puede ser un accidente. —

      – Si es un asesinato, llama de una vez a la judicial. Ellos tienen expertos. —

      – El de turno es Simionich, tú lo conoces, ese puede tomarle huellas digitales a una mosca en vuelo… Vamos, vamos, ver tu descontento no me interesa. Allá está una doctora y un testigo. No te estoy castigando, es un procedimiento común y ustedes lo verán en caliente. Que te pasa? Una garrapata te va a molestar en el informe? —

      Strelnikov puso un cigarrillo en sus labios y, pensativamente, comenzó a jugar con el encendedor. Prendió el yesquero…

      Prohibido fumar aquí… – Lo detuvo el capitán. – Puedes echar todo el humo que quieras en tu oficina. O mejor, fuma por el camino, agarra la gente y vete. —

      – Me das un carro? —

      – Si,