no podía hacerse a la idea. Trató de imaginarse doblando en la esquina y encontrándose con Jesús en la calle. No lo podía concebir.
Caleb frunció el ceño.
"No lo sé", dijo. "No estoy sintiendo que él esté aquí y ahora. Tal vez ya se fue.”
Caitlin no sabía qué decir. Miró a su alrededor totalmente asombrada.
¿Él podría estar aquí? se preguntó.
Estaba sin habla y sintió que su misión era aun más importante.
"Podría estar aquí, en esta época," dijo Caleb. "Pero no necesariamente en Nazaret. El viajó mucho. Belén. Nazaret. Capernaum y Jerusalén, por supuesto. No sé a ciencia cierta si estamos en la época exacta. Pero si lo estamos, él podría estar en cualquier lugar. Israel es un lugar muy grande. Si él estuviera aquí, en esta ciudad, lo percibiríamos.”
"¿Qué quieres decir?", preguntó Caitlin, con curiosidad. "¿Qué se siente?"
"No puedo explicarlo. Pero tú sabes. Es su energía. No se parece a nada de lo que hayas experimentado antes.”
De repente, un pensamiento cruzó la mente de Caitlin.
"¿Lo conociste?", le preguntó.
Caleb sacudió lentamente la cabeza.
"No, no de cerca. Una vez, yo estaba en la misma ciudad y en la misma época. Y la energía era abrumadora. A diferencia de cualquier otra cosa que hubiera sentido antes."
Una vez más, a Caitlin le sorprendieron todas las cosas que Caleb había visto, todas las tiempos y lugares en que había estado.
"Sólo hay una manera de averiguarlo", dijo Caleb. "Necesitamos saber qué año es. Pero el problema es, por supuesto, que nadie comenzó a contar los años, como lo hacemos nosotros, hasta mucho tiempo después de que Jesús murió. Después de todo, nuestro calendario se basa en el año de su nacimiento. Y cuando él vivía, nadie contaba los años a partir del nacimiento de Jesús, ¡la mayoría de la gente ni siquiera sabía quién era! Así que si le preguntamos a la gente qué año es, pensarán que estamos locos.”
Caleb, al igual que Caitlin, miró a su alrededor buscando alguna pista.
“Puedo percibir que está en esta época", dijo Caleb lentamente. "Sólo que no en este lugar."
Caitlin examinó el pueblo con mayor respeto.
"Pero este pueblo," ella dijo, “se ve tan pequeño, tan humilde. No es como un gran ciudad bíblica, como las he imaginado. Se ve como cualquier otra ciudad en el desierto.”
"Tienes razón", respondió Caleb, "pero aquí es donde vivió. No era un gran lugar. Fue aquí donde estuvo, entre estas personas.”
Siguieron caminando y cuando doblaron en una esquina, llegaron a una pequeña plaza en el centro de la ciudad. Era una pequeña y simple plaza alrededor de la cual había pequeños edificios, y en el centro había un aljibe. Unos hombres de edad avanzada estaban sentados bajo la sombra, sostenían bastones y miraban la plaza polvorienta y vacía.
Caminaron hasta el aljibe. Caleb volvió la manivela oxidada y poco a poco la cuerda gastada subió un cubo de agua.
Caitlin tomó el agua fría con las manos y salpicó su rostro. Se sentía muy fresca con ese calor. Salpicó su rostro de nuevo y luego su pelo largo, pasando sus manos por él. Estaba lleno de tierra y grasiento, el agua fría se sentía como el cielo. Habría dado cualquier cosa por ducharse. Se inclinó, tomó un poco más de agua con las manos y la bebió. Su garganta estaba reseca. Caleb hizo lo mismo.
Finalmente, se inclinaron contra el aljibe y observaron la plaza. No había ningún edificio especial ni ninguna pista que pudiera indicarles dónde estaban.
"Entonces, ¿a dónde vamos?", ella preguntó finalmente.
Caleb miró a su alrededor, entrecerrando los ojos protegiéndolos del sol con las manos. Parecía tan perdido como ella.
"No lo sé", dijo rotundamente. “No sé me ocurre nada."
"En otras épocas y lugares", continuó, "las iglesias y los monasterios siempre parecían guardar nuestras pistas. Pero en este período, no hay iglesias. No hay cristianismo. No hay cristianos. Después de que Jesús murió, la gente comenzó a crear una religión con su nombre. En esta época, sólo hay una religión. La religión de Jesús: el judaísmo. Después de todo, Jesús era judío.”
Caitlin trató de procesarlo todo. Todo era muy complejo. Si Jesús era judío, pensó, eso significaba que él debía haber rezado en una sinagoga. De repente, se le ocurrió algo.
"Entonces, tal vez el mejor lugar para buscar es donde Jesús oró. Tal vez deberíamos buscar una sinagoga.”
"Creo que tienes razón," dijo Caleb. "Después de todo, la otra práctica religiosa de ese tiempo, si se puede llamar así, era el paganismo -la adoración de los ídolos. Y estoy seguro de que Jesús no rezaría en un templo pagano.”
Caitlin miró alrededor de la ciudad entrecerrando los ojos, buscaba algún edificio que se asemejara a una sinagoga. Pero no vio ninguno. Todas eran modestas moradas.
"No veo nada", ella dijo. "Todos los edificios tienen el mismo aspecto. Sólo son pequeñas casas.”
"Yo tampoco," dijo Caleb.
Quedaron en silencio mientras Caitlin trataba de procesarlo todo. Su mente corría con varias posibilidades.
"¿Crees que mi papá y el escudo tienen algún tipo de conexión con todo esta lugar?", preguntó Caitlin. "¿Crees que si visitamos los lugares donde Jesús estuvo eso nos llevará con mi padre?"
Caleb entrecerró los ojos mientras pensaba en lo que Caitlin estaba diciendo.
“No lo sé," dijo finalmente. "Pero es claro que tu papá está guardando un gran secreto. Un secreto no sólo para la raza de los vampiros, sino para toda la humanidad. Un escudo o un arma que cambiará para siempre la naturaleza de toda la raza humana. Debe ser algo muy poderoso. Y me parece que quien esté destinado a conducirnos con tu padre, necesita ser alguien muy poderoso. Como Jesús. Tendría mucho sentido. Tal vez, para encontrar a uno, tenemos que encontrar antes al otro. Después de todo, tu cruz abrió muchos cerrojos y nos condujo hasta aquí. Y encontramos casi todas nuestras pistas en las iglesias y en los monasterios.”
Caitlin trató de pensar en todo. ¿Era posible que su papá conociera a Jesús? ¿Era uno de sus discípulos? La idea era impresionante aumentando el misterio en torno a su padre.
Ella se sentó sobre el borde del aljibe y mirando la aldea que parecía dormida, y no sabía qué hacer. No tenía idea de por dónde empezar a buscar. Nada llamaba su atención. Y además, se sentía cada vez estaba más desesperada por encontrar a Scarlet. Sí, quería encontrar a su papá más que nunca; las cuatro llaves le quemaban en el bolsillo. Pero no veía ninguna manera de usarlas, y era difícil concentrarse en su padre cuando estaba preocupada por Scarlet. La idea de que estaba sola por ahí le desgarraba el corazón. ¿Quién sabía si estaba a salvo?
Pero, tampoco tenía ninguna idea de dónde buscar a Scarlet. Se sentía más y más desesperanzada.
De repente, seguido de su rebaño de ovejas, un pastor entró por la puerta y caminó lentamente hacia la plaza. Llevaba una larga túnica blanca, y una capucha protegía su cabeza del sol; se dirigió hacia ellos, sosteniendo un bastón. Al principio, Caitlin pensó que estaba caminando directamente hacia ellos. Pero entonces se dio cuenta: el aljibe. Solamente quería algo de beber, y ellos estaban en el camino.
Mientras caminaba, las ovejas pululaban a su alrededor llenando la plaza, todas se dirigían hacia el pozo. Debían saber que había agua cerca. Rápidamente, Caitlin y Caleb estaban en el medio de la manada que los empujaba fuera de su paso. El balido impaciente de las ovejas llenaba el aire, mientras esperaban que el pastor las guiara.
Caitlin y Caleb se hicieron a un lado cuando el pastor se acercó al pozo, giró la manivela oxidada, y subió lentamente el cubo. Entonces, él se sacó la capucha.
Caitlin