Морган Райс

Encontrada


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el cubo lleno de agua, y, a pesar del sudor en su frente y de que tenía sed, se volvió y vertió el primer cubo de agua en la pila en la base del pozo. Las ovejas se reunieron alrededor mientras bebían agua.

      Caitlin tuvo la extraña sensación de que tal vez ese hombre sabía algo, que tal vez lo habían puesto en su camino por una razón. Si Jesús vivía en esa época, pensó, tal vez ese hombre había oído hablar de él.

      Caitlin sintió una punzada de nerviosismo en el estómago mientras se aclaraba la garganta.

      "¿Perdón?", le preguntó.

      El hombre se volvió y la miró, y ella sintió la intensidad de sus ojos.

      "Estamos buscando a alguien. Quizás sepas si él vive aquí.”

      El hombre entrecerró los ojos, y Caitlin sintió como si él estuviera viendo a través de ella. Era algo muy extraño.

      “Él vive”, respondió el hombre como si estuviera leyendo su mente. "Pero ya no está aquí."

      Caitlin casi no lo podía creer. Era cierto.

      “¿A dónde se fue?", preguntó Caleb. Caitlin percibió el interés su voz, y se dio cuenta que quería saber desesperadamente.

      El hombre desvió la mirada hacia Caleb.

      “Pues a la Galilea," el hombre respondió, como si fuera algo obvio. "Al mar."

      Caleb entrecerró los ojos.

      “¿Capernaum?", preguntó Caleb tentativamente.

      El hombre asintió con la cabeza.

      Los ojos de Caleb se abrieron reconociendo el lugar.

      “Mucha gente lo está siguiendo", dijo el hombre crípticamente. "Búsquenlo y lo hallarán.”

      De pronto, el pastor bajó la cabeza, se volvió y comenzó a alejarse, con las ovejas detrás. Se dirigía al otro lado de la plaza.

      Caitlin no podía dejarlo ir. Todavía no. Tenía que averiguar más. Sentía que él estaba ocultando algo.

      "¡Espera!" ella gritó.

      El pastor se detuvo, se volvió y la miró fijamente.

      "¿Conoces a mi padre?", ella le preguntó.

      Para sorpresa de Caitlin, el hombre lentamente asintió con la cabeza.

      "¿Dónde está?", preguntó Caitlin.

      “Tú debes encontrarlo", dijo. “Eres quien carga las llaves."

      "¿Quién es él?", preguntó Caitlin, desesperada por saber.

      Poco a poco, el hombre negó con la cabeza.

      “No soy más que un pastor en el camino."

      “¡Pero no sé por dónde buscar!" Caitlin respondió desesperadamente. "Por favor. Tengo que encontrarlo.”

      El pastor abrió lentamente su boca en una sonrisa.

      "Siempre, el mejor lugar para buscar es donde te encuentras," él respondió.

      Entonces, se cubrió la cabeza, dio media vuelta y cruzó la plaza. Atravesó la puerta arqueada y, un momento más tarde, se había ido junto con sus ovejas.

      Siempre el mejor lugar para buscar es dónde te encuentras.

      Sus palabras resonaron en la mente de Caitlin. De alguna manera, sintió que era algo más que una alegoría. Cuanto más lo pensaba, más sentía que era literal. Como si le hubiera dicho que había una pista allí, donde ella estaba.

      De repente, Caitlin se volvió y buscó en el aljibe, el lugar donde habían estado sentados. Ahora, sentía algo.

      Siempre el mejor lugar para buscar es dónde te encuentras.

      Caitlin se arrodilló y pasó las manos por la antigua pared lisa de piedra. La palpó, estaba cada vez más segura de que había algo allí, que el pastor la había guiado a una pista.

      "¿Qué estás haciendo?", Caleb le preguntó.

      Caitlin buscó frenéticamente, examinando las grietas de todas las piedras, sabía que estaba por buen camino.

      Finalmente, a mitad de camino alrededor del pozo, se detuvo. Encontró una grieta que era un poco más grande que las demás. Era lo suficientemente grande como para que pudiera meter su dedo. La piedra alrededor era un poco más suave, y la grieta era levemente más grande.

      Caitlin metió la mano y trató de abrirla. De pronto, la piedra empezó a ceder, y luego a moverse. La piedra se soltó de la base del pozo. Caitlin se asombró de encontrar un pequeño escondite detrás.

      Caleb se acercó acurrucándose sobre su hombro mientras ella se agachaba en la oscuridad. Sintió algo frío y metálico en la mano y lo sacó lentamente.

      Caitlin levantó la mano hacia la luz y abrió lentamente la palma.

      Y no pudo creer lo que había agarrado.

      CAPÍTULO CINCO

      Scarlet estaba de espaldas contra la pared al final del callejón sin salida con Ruth a su lado, mientras observaba con temor al grupo de matones soltar su perro hacia ella. El enorme perro salvaje se lanzó gruñendo directamente a su garganta. Todo estaba ocurriendo tan rápidamente que Scarlet no sabía cómo reaccionar.

      Antes de que pudiera hacer algo, de repente Ruth gruñó y se lanzó hacia el perro. Saltó en el aire y a mitad de camino lo encontró y hundió sus colmillos en la garganta del perro. Ruth aterrizó sobre el animal y lo inmovilizó contra el suelo. El perro debía ser dos veces el tamaño de Ruth, pero Ruth lo sujetaba sin hacer mayor esfuerzo y no lo dejaba levantarse. Apretó los colmillos con todas sus fuerzas hasta que el perro dejó de luchar, estaba muerto.

      “¡Eres una pequeña perra!" gritó el muchacho que era líder, estaba furioso.

      Él se dirigió directamente hacia Ruth. Levantó un palo afilado en un extremo como una punta de lanza, y lo bajó hacia la espalda de Ruth.

      Scarlet respondió a sus instintos y se lanzó a la acción. Sin siquiera pensarlo, corrió hacia el chico, levantó la mano y cazó el palo en el aire, justo antes de que tocara a Ruth. Luego, lo jaló hacia ella, se inclinó hacia atrás y le dio una patada en las costillas.

      Él se desplomó, y ella lo pateó de nuevo, dándole una patada giratoria, esta vez en la cara. Él se dio vuelta y cayó de bruces sobre la piedra.

      Ruth se dio vuelta y se lanzó hacia el grupo de chicos. Saltó en el aire y hundió sus colmillos en el cuello de uno de ellos, aplastándolo contra el suelo. Eso dejaba a sólo tres.

      Scarlet se quedó parada frente a ellos y, de repente, un nuevo sentimiento se apoderó de ella. Ya no sentía miedo; ya no quería huir de esos muchachos; ya no quería correr y esconderse; ya no quería que su mamá y papá estuvieran allí para protegerla.

      Algo cambió en su interior mientras cruzaba una línea invisible, un punto de inflexión. Por primera vez en su vida, sintió que no necesitaba a nadie. Solo se necesitaba a sí misma. En lugar de tener miedo, estaba disfrutando el momento.

      Scarlet sintió que la rabia la invadía y se elevaba desde los dedos de sus pies y le atravesaba el cuerpo, hasta su cuero cabelludo. Era una emoción eléctrica que no lograba entender y que nunca había experimentado antes. Ya no quería huir de esos chicos. Tampoco quería dejarlos ir.

      Ahora, quería vengarse.

      Mientras los tres chicos se quedaron parados mirándola en estado de shock, Scarlet se lanzó sobre ellos. Todo sucedió tan rápido, que apenas pudo pensar lo que estaba haciendo. Sus reflejos eran mucho más rápidos que los de ellos, parecía que los chicos se estaban moviendo en cámara lenta.

      Scarlet saltó en el aire, más alto de lo que jamás lo había hecho, y le dio una patada al niño en el centro, poniendo los dos pies sobre su pecho. Lo mandó volando a través del callejón como si fuera una bala hasta que el chico se estrelló contra la pared y se desplomó.

      Antes de que