Морган Райс

El Destino De Los Dragones


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cubierta.

      Se arrastró el resto del camino y pronto se encontró en su asiento.

      "¡AMÁRRENSE!", gritó Kolk.

      Thor miró hacia abajo y vio las cuerdas con nudos debajo de su banca y finalmente se dio cuenta para qué servían: se agachó y ató una alrededor de su muñeca, encadenándose a la banca y al remo.

      Funcionó. Dejó de deslizarse. Y pronto fue capaz de remar.

      A su alrededor los chicos siguieron remando; Reece tomó asiento frente a él, y Thor pudo sentir que el barco se movía. En pocos minutos, la pared de lluvia se aligeró adelante.

      Remó y remó, su piel ardiendo por esa extraña lluvia, todos los músculos de su cuerpo le dolían, finalmente comenzó a disminuir el sonido de la lluvia, y Thor comenzó a sentir menos agua caer sobre su cabeza. En unos momentos más, entraron en un cielo soleado.

      Thor miró, sorprendido: estaba completamente seco, brillante. Fue la cosa más extraña que había experimentado: la mitad del barco estaba en un lugar seco, con el sol brillando, mientras que la otra mitad estaba mojada al terminar de pasar a través de la pared de lluvia.

      Finalmente, todo el barco estaba bajo un cielo azul claro y amarillo, con el calor del sol sobre ellos. Ahora había silencio, la pared de lluvia desaparecía rápidamente y todos sus hermanos de armas se miraban unos a otros, aturdidos. Era como si hubieran pasado por una cortina, hacia otro reino.

      "¡ALTO!", gritó Kolk.

      Todo los chicos alrededor de Thor bajaron sus remos con un gemido colectivo, jadeando, recuperando el aliento. Thor hizo lo mismo, sintiendo que cada músculo de su cuerpo temblaba y agradecía tener un descanso. Se desplomó, jalando aire y trató de relajar sus músculos doloridos mientras su barco se deslizaba en estas aguas nuevas.

      Thor finalmente se recuperó y se quedó parado mirando a su alrededor. Miró hacia el agua y vio que había cambiado de color: era de un ligero color rojo brillante. Habían entrado en un mar diferente.

      "Es el Mar de los Dragones", dijo Reece, que estaba junto a él, mirando también con asombro. "Dicen que es rojo por la sangre de sus víctimas".

      Thor miró hacia abajo. Hacía burbujas en ciertos lugares y a lo lejos, emergían del agua, momentáneamente, extrañas bestias y después se sumergían. Ninguna se quedaba el tiempo suficiente para que él pudiera verla bien, pero no quería arriesgarse e inclinarse más cerca.

      Thor dio vuelta y miró todo, desorientado. Todo aquí, en este lado de la pared de lluvia, parecía tan raro, tan diferente. Incluso hubo una ligera niebla roja en el aire, volando bajo sobre el agua. Él examinó el horizonte y vio docenas de pequeñas islas, dispersas, como piedras rodantes en el horizonte.

      Hubo una fuerte brisa y Kolk dio un paso adelante y vociferó:

      “¡LEVANTEN LAS VELAS!”.

      Thor saltó a la acción con todos los chicos alrededor de él, agarrando las cuerdas y elevándolas para atrapar la brisa. Las velas se elevaron y una ráfaga de viento las movió. Thor sintió que el barco se movía más rápido que nunca debajo de ellos y se dirigieron a las islas.  El barco se sacudió sobre las olas enormes, ondulantes, que se levantaban de la nada, moviéndose suavemente hacia arriba y hacia abajo.

      Thor logró abrirse paso hacia la proa, se inclinó contra la borda y se asomó. Reece apareció junto a él, y O’Connor llegó del otro lado. Todos estaban uno junto al otro, y Thor observaba cómo la cadena de islas se acercaba rápidamente. Allí permanecieron en silencio durante mucho tiempo; Thor saboreaba la brisa húmeda mientras su cuerpo se relajaba.

      Finalmente, Thor se dio cuenta de que se dirigían a una isla en particular. Se hizo más grande, y Thor sintió un escalofrío al darse cuenta de que habían llegado a su destino.

      "Es la Isla de la Niebla", dijo Reece, sorprendido.

      Thor la examinó, maravillado.

      Empezó a tomar forma – era rocosa y escarpada, estéril y se extendía varios kilómetros en cada dirección, larga y estrecha, en forma de herradura.

      Enormes olas se estrellaban contra sus orillas, rugiendo incluso desde aquí, creando enormes rocíos de espuma mientras se encontraban con grandes rocas. Allí estaba una franja pequeñita de tierra, más allá de las rocas y después un muro de acantilados que se disparaba hacia el cielo. Thor no veía cómo su barco podría atracar con seguridad.

      Además de lo extraño de este lugar, una niebla roja permanecía en la isla, como un rocío, brillando en el sol. Sintió un presagio. Thor pudo sentir algo inhumano, sobrenatural, en este lugar.

      "Dicen que ha sobrevivido millones de años", agregó O’Connor. "Es más viejo que el Anillo. Mayor, incluso, que el Imperio".

      "Pertenece a los dragones", agregó Elden, acercándose a Reece.

      Mientras Thor miraba, de repente, el segundo sol se desplomó en el cielo; en momentos el día iba de brillante y soleado a casi el atardecer, el cielo estaba pintado de rojos y púrpuras.  No lo podía creer: nunca había visto el sol moverse tan rápido. Se preguntaba qué otra cosa era diferente en esta parte del mundo.

      "¿Un dragón vive en esta isla?, preguntó Thor.

      Elden meneó la cabeza.

      "No, dicen que vive cerca. Dicen que la niebla roja se debe al aliento de un dragón. Respira por la noche en una isla vecina, y el viento lo lleva y cubre la isla durante el día".

      Thor oyó un ruido repentino; al principio parecía un retumbo, un trueno, largo y bastante fuerte como para sacudir el bote. Krohn, aún en su camisa, agachó la cabeza y gimió.

      Todos los demás se giraron y Thor se volvió también y observó; en algún lugar del horizonte pensó que podía ver el contorno débil de las llamas lamiendo la puesta del sol, después desapareciendo en un humo negro, como un pequeño volcán en erupción.

      "Es el dragón", dijo Reece. "Ahora estamos en su territorio".

      Thor tragó saliva, asombrado.

      "Pero entonces, ¿cómo podemos estar seguros aquí?", preguntó O' Connor.

      "No estarán seguros en ningún lugar", resonó una voz.

      Thor giró para ver a Kolk allí parado, con las manos en la cadera, mirando el horizonte sobre sus hombros.

      "Ese es el motivo de Los Cien, vivir con el riesgo de la muerte cada día. Esto no es un ejercicio. El dragón vive cerca, y no hay nada que le impida atacar. Es probable que no lo haga, porque él cuida celosamente su tesoro en su propia isla, y a los dragones no les gusta dejar su tesoro desprotegido. Pero escucharán sus rugidos y verán sus llamas por la noche. Y si lo hacemos enojar de alguna manera, no saben lo que podría suceder".

      Thor escuchó otro retumbo, observó otra ráfaga de fuego en el horizonte y vio cómo se acercaban más y más a la isla, con las olas estrellándose contra ella. Él miró los empinados acantilados, una pared de roca y se preguntó cómo sería si alguna vez llegaran a la cima, a tierra plana y seca.

      "Pero no veo un muelle dónde atracar un barco", dijo Thor.

      "Eso sería demasiado fácil", dijo Kolk.

      "¿Entonces cómo llegaremos a la isla?", preguntó O’Connor.

      Kolk sonrío, con una sonrisa malvada.

      "Nadando", dijo.

      Por un momento, Thor se preguntaba si estaba bromeando; pero luego se dio cuenta, por la mirada en su cara que no era así. Thor tragó saliva.

      "¿Nadando?", Reece repitió, incrédulo.

      "¡Esas aguas están repletas de criaturas!", dijo Elden.

      "Oh, eso es lo de menos", continuó diciendo Kolk. "Las mareas son traicioneras; los remolinos los jalarán hacia abajo; las olas los estrellarán en esas piedras escarpadas; el agua estará caliente; y si logran ir más allá de las rocas, tendrán que encontrar una forma de escalar los acantilados, para llegar a tierra firme. Si las criaturas marinas no los atrapan primero. Bienvenidos a su