sí fueron suicidios”, dijo Eunice fatigosamente. “Todo el mundo lo dice. Cosas como esta suceden”.
Tiffany se puso de pie, temblando de rabia y frustración.
“La muerte de Lois no sucedió y ya”, dijo.
Eunice dijo: “Cuando seas mayor entenderás que la vida puede ser más difícil de lo que crees. Ahora siéntate, por favor”.
Tiffany se sentó. Eunice estaba mirando al espacio. Riley se sentía terriblemente incómoda.
“Realmente no vinimos aquí para molestarlos”, le dijo Riley a Eunice. “Pido disculpas por la intrusión. Creo que lo mejor es que nos vayamos”.
Eunice asintió en silencio. Riley y April caminaron a la puerta.
“Debimos habernos quedado”, dijo April cuando estaban afuera. “Debimos haber hecho más preguntas”.
“No, los estábamos molestando”, dijo Riley. “Fue un gran error”.
De repente, April comenzó a alejarse de ella.
“¿Adónde vas?”, le preguntó Riley.
April se dirigió directamente a la puerta lateral del garaje. Había una tira de cinta policial en todo el marco.
“April, ¡aléjate de allí!”, dijo Riley.
April ignoró la cinta y su madre y giró el pomo. La puerta no estaba cerrada con llave y se abrió. April se agachó debajo de la cinta y entró en el garaje. Riley se apresuró detrás de ella, con la intención de regañarla. En cambio, su curiosidad se apoderó de todo, y comenzó a inspeccionar el garaje.
No había carros adentro, haciendo que el espacio para tres carros se viera extrañamente enorme. Un poco de luz entraba por varias ventanas.
April señaló hacia una esquina.
“Tiffany me dijo que encontraron a Lois allí”, dijo April.
Efectivamente, el lugar estaba marcado por tiras de cinta adhesiva en el piso.
Había vigas amplias bajo el techo y una escalera apoyada contra la pared.
“Vamos”, dijo Riley. “No deberíamos estar aquí”.
Salieron del garaje y cerraron la puerta detrás de ella. Riley visualizó la escena mientras ambas caminaban a su carro. Era fácil imaginar cómo la chica pudo haberse subido a esa escalera para ahorcarse.
“¿Eso fue realmente lo que sucedió?”, se preguntó.
No tenía ninguna razón para pensar lo contrario.
Aún así, estaba empezando a sentir dudas.
*
Riley llamó al médico forense del distrito, Dánica Selves, a lo que llegó a casa. Llevaba años de amistad con ella. Cuando Riley le preguntó sobre el caso de la muerte de Lois Pennington, Dánica sonó sorprendida.
“¿Por qué te tiene tan curiosa?”, preguntó Dánica. “¿El FBI está interesado en el caso?”.
“No, es algo personal”.
“¿Personal?”.
Riley vaciló y luego dijo: “Mi hija es buen amiga de la hermana de Lois, y también conoció a Lois un poco. Está costándoles creer a ambas que ella se suicidó”.
“Entiendo”, dijo Dánica. “Bueno, la policía no encontró señales de enfrentamiento. Y yo misma realicé las pruebas y la autopsia. Según los análisis de sangre, había tomado una fuerte dosis de alprazolam algún tiempo antes de morir. Para mí quería estar lo menos consciente posible. Cuando se ahorcó, probablemente ni le importaba lo que estaba haciendo. Hubiera sido mucho más fácil hacerlo de esa forma”.
“Así que realmente es un caso cerrado”, dijo Riley.
“Yo creo que sí”, dijo Dánica.
Riley le dio las gracias y colgó. En ese momento, April bajó con una calculadora y una hoja de papel.
“Mamá, ¡creo que lo demostré!”, dijo con entusiasmo. “¡No pudo haber sido otra cosa que asesinato!”.
April se sentó al lado de Riley y le mostró algunos números que había escrito.
“Investigué un poco en línea”, dijo. “Me enteré que siete punto cinco estudiantes universitarios se suicidan de cada 100 mil. Un cero cero siete cinco por ciento. Pero solo hay setecientos estudiantes en Byars, y tres de ellos supuestamente se suicidaron en los últimos meses. Ese es un tres punto cuatro por ciento, ¡más de cincuenta siete veces el promedio! ¡Es imposible!”.
Riley se sintió muy mal. Apreciaba lo mucho que April se estaba esforzando. Le parecía muy maduro de su parte.
“April, estoy segura de que tus cálculos son correctos, pero...”.
“Pero ¿qué?”.
Riley negó con la cabeza. “No prueba absolutamente nada”.
Los ojos de April se abrieron de incredulidad.
“¿Cómo que no prueba nada?”.
“En estadística, hay cosas llamadas outliers. Son excepciones a las reglas, van en contra de los promedios. Es como el último caso en el que trabajé, el de la envenenadora, ¿recuerdas? La mayoría de los asesinos en serie son hombres, pero esta fue mujer. Y a la mayoría de los asesinos les encanta ver morir a sus víctimas, pero a ella simplemente no le importaba. Es lo mismo. No me sorprende que haya algunas universidades donde más estudiantes se suicidan que el promedio”.
April la miró fijamente y no dijo nada.
“April, acabo de hablar con el médico forense que hizo la autopsia. Ella está segura que la muerte de Lois fue un suicidio. Y hace bien su trabajo. Es una experta. Tenemos que confiar en su juicio”.
El rostro de April estaba enfurecido.
“No veo por qué no puedes confiar en mi juicio solo por esta vez”.
Después se levantó y subió las escaleras a zancadas.
“Por lo menos ella está segura de que sabe lo que ocurrió”, pensó con un gemido.
Estaba muchísimo más segura que Riley.
Sus instintos aún no la habían dirigido a ningún lado.
CAPÍTULO CUATRO
Estaba sucediendo de nuevo.
El monstruo llamado Peterson tenía a April cautiva en algún lugar.
Riley rebuscó en la oscuridad. Sus pasos le parecían lentos y torpes, pero sabía que tenía que apresurarse.
Con su escopeta colgada de su hombro, Riley se tropezó en la oscuridad por una gran pendiente barrosa que daba a un río. De repente los vio. Peterson estaba de rodillas en el agua. A pocos pies de él, April estaba medio sumergida en el agua, atada de manos y pies.
Riley alcanzó su escopeta, pero Peterson levantó una pistola y apuntó a April directamente con ella.
“Ni siquiera lo pienses”, gritó Peterson. “Si intentas algo, esto se acaba aquí”.
Riley estaba horrorizada. Si siquiera levantaba su escopeta, Peterson mataría a April antes de que pudiera disparar.
Puso la escopeta en el suelo.
El terror en el rostro de su hija la atormentaría para siempre...
Riley dejó de correr y se dobló, jadeando.
Era temprano por la mañana, y ella había salido a correr. Pero el horrible recuerdo la había dejado congelada a su lugar.
¿Jamás