Блейк Пирс

Un Rastro de Crimen


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       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTA Y UNO

       CAPÍTULO TREINTA Y DOS

       CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

      PRÓLOGO

      Carolyn Rainey podía sentir que algo andaba mal. Era una sensación difícil de explicar. Pero mientras caminaba a lo largo de la sinuosa calle residencial para encontrarse con su hija de doce años, sentía un hormigueo en la piel de su nuca.

      En la superficie, nada se salía de lo ordinario. Carolyn dejaba siempre la casa hacia las 2:30 para encontrarse con Jessica. Disfrutaba el solitario, si bien breve, paseo. Le permitía aclarar su mente de cara a la segunda mitad de la jornada.

      La Escuela Playa del Rey dejaba salir a las 2:35, y Jessica pedaleaba hasta casa todos los días. Para cuando había sacado todo de su casillero, ido hasta el puesto de las bicis, dicho adios a sus amigos, y salido al camino, ya eran normalmente alrededor de las 2:45.

      Madre e hija invariablemente se encontraban cerca del punto medio entre la escuela y la casa, hacia las 2:50. Entonces regresaban a casa juntas, Carolyn caminando, Jessica pedaleando lentamente junto a ella, en ocasiones dando juguetonas vueltas alrededor de su mamá.

      Hablaban de los acontecimientos del día: quién se sentía atraído por quién, qué maestro había empleado accidentalmente una mala palabra, qué canción estaban practicando en el coro. Cuando llegaban a casa, había siempre una merienda aguardando, a continuación de la cual Jessica se dedicaba a sus deberes y Carolyn regresaba a su propio trabajo. Tenían su rutina y era siempre la misma, minutos más minutos menos.

      Pero Carolyn había estado caminando por cerca de media hora. Eran casi las 3 p.m. y casi había cubierto las dos terceras partes del camino hasta la escuela. Debía haberse topado con Jessica para entonces.

      Quizás su hija había necesitado ir al baño. O quizás se había quedado enganchada conversando con Kyle, el apuesto chico de su clase de inglés. Pero la hormigueante sensación en la nuca le decía a Carolyn que algo más había sucedido.

      Al doblar la siguiente esquina, vio que estaba en lo cierto. La bicicleta púrpura de Jessica, cubierta con calcomanías de la nueva película de La Bella y la Bestia, y fotos de sus cantantes favoritas, Selena Gomez y Zara Larsson, estaba tumbada de costado, una mitad en la acera y la otra en la calzada.

      Corrió hacia ella y la contempló, paralizada por el miedo. Mirando en derredor con desesperación, atisbó algo en los arbustos de la casa más cercana. Corrió hacia allá y lo haló. Una rama se quebró y el objeto quedó libre.

      Lo miró, casi sin poder procesar lo que estaba viendo. Era el morral de Jessica. Carolyn cayó de rodillas, con sus piernas temblando de súbito. El corazón casi se le salió del pecho cuando de pronto lo comprendió: su hija había desaparecido.

      CAPÍTULO UNO

      La Detective Keri Locke estaba frustrada. Se hallaba sentada en su escritorio de la División Pacífico Los Ángeles Oeste del Departamento de Policía de Los Ángeles, estudiando la pantalla de la computadora que tenía al frente.

      Alrededor de ella, la estación era un rebullicio. Dos adolescentes que habían arrebatado una cartera e intentado escapar en patineta estaban siendo fichados. Un anciano estaba sentado en un escritorio cercano, explicándole a un paciente oficial cómo alguien tomaba su periódico todos los días antes de que pudiese salir a recogerlo. Dos tipos gordinflones estaban esposados a unas bancas en los lados opuestos del área de espera, porque se habían enfrascado en una pelea de bar a mitad de la tarde y todavía se tenían ganas. Keri los ignoró a todos.

      En los últimos veinte minutos, había estado examinando cada aviso de la sección “estrictamente platónica” de Craigslist Los Ángeles. Era lo mismo que había hecho cada día de las últimas seis semanas desde que su amiga, la columnista de prensa Margaret “Mags” Merrywether, le había pasado un dato que esperaba la ayudara a encontrar a su desaparecida hija, Evie.

      Evie había sido raptada hacía más de cinco años. Al cabo de una búsqueda implacable, casi siempre infructuosa, Keri por fin la había encontrado, pero solo para que le fuera arrancada de nuevo. El recuerdo de Evie siendo llevada lejos a bordo de una van negra, que doblaba la esquina y desaparecía de su vista, quizás para siempre, era demasiado. Sacó ese pensamiento de su cabeza y volvió a concentrarse en lo que tenía ante sí. Después de todo, era una pista. Y ella necesitaba desesperadamente una pista.

      Fue a finales de noviembre cuando Mags hizo contacto con una sombría figura conocida solo como el Viudo Negro. Era alguien que arreglaba cosas, legendario por hacer el trabajo sucio de los ricos y poderosos, ya fuese asesinando enemigos políticos, desapareciendo a incómodos reporteros, o robando material de importancia.

      En este caso, Keri sospechaba que tenía a su hija o conocía su ubicación. Ello, porque justo seis semanas atrás, Keri había rastreado al hombre que había raptado a Evie hacía años. Era un secuestrador profesional conocido como el Coleccionista. Keri había averiguado que su verdadero nombre era Brian Wickwire, luego de vencerlo en una pelea a muerte.

      Haciendo uso de la información que halló más tarde en el apartamento de Wickwire, Keri había sido capaz de unir las piezas relativas a la ubicación de Evie. Llegó allí justo a tiempo para ver a un hombre más viejo obligando a la niña a subirse a la van negra. Llamó a su hija, ahora de trece, e incluso cruzó miradas con ella. De hecho, había escuchado que Evie pronunciaba la palabra “Mami”.

      Pero el hombre embistió con la van el auto de Keri y escapó. Aturdida e imposibilitada de seguirlo, se había visto obligada a observar inerme cómo su hija desaparecía de su vista por segunda vez. Más tarde, esa misma noche, le dijeron que esa van había sido hallada en un estacionamiento vacío. El hombre viejo había recibido un tiro en la cabeza, estilo ejecución. Evie ya no estaba.

      Después de eso y durante varias semanas, el departamento había seguido cada pista y sacudido cada árbol en busca de su hija. Pero todos eran callejones sin salida. Y sin ninguna evidencia que seguir, el equipo eventualmente tuvo que continuar con otros casos.

      Finalmente fue Mags, que lucía como una modelo de portada para la revista Southern Socialite, pero era en realidad una reportera de investigación dura de pelar, quien brindó una nueva pista. Le dijo a Keri que la situación de Evie le recordaba a alguien a quien ella había investigado años antes, llamado el Viudo Negro. Notorio por pegar dos tiros en los estacionamientos, tarde en la noche,