—Tim —dijo su esposa—, estos son los detectives que van a ayudar a encontrar a Jess.
—Gracias por venir —dijo, con una voz que era casi un susurro.
Keri y Ray estrecharon su mano y ella notó que la otra mano, la que sostenía las fotos, temblaba ligeramente. Sus ojos no estaban rojos como los de su esposa, pero su ceño estaba fruncido al igual que todo su rostro. Parecía un hombre abrumado por la tensión del momento. Keri no podía culparlo. Después de todo, ella había pasado por eso.
—Por qué no nos sentamos y nos cuentan lo que saben —dijo, advirtiendo que las rodillas de él parecían a punto de fallarle.
Carolyn Rainey los llevó a todos al recibidor del frente; su esposo tiró las fotos sobre una mesita y se dejó caer con pesadez en un sofá. Ella se sentó junto a él y puso su mano sobre la rodilla, que ahora se agitaba hacia arriba y hacia abajo con frenesí. Él captó el mensaje y se quedó quieto.
—Caminaba para encontrarme con Jess después de la escuela —comenzó a decir Carolyn—. Tenemos todos los días la misma rutina. Yo camino. Ella monta su bicicleta. Nos encontramos en un punto intermedio y regresamos juntas. Casi siempre hacemos contacto cerca del mismo punto, cuadra más cuadra menos.
La rodilla de Tim Rainey comenzó a rebotar de nuevo y ella le dio una suave palmada para recordarle que se controlara. Una vez más, él se aquietó. Ella prosiguió.
—Comencé a preocuparme cuando llevaba cubiertas las dos terceras partes del camino a la escuela y no la había visto. Eso solo ha pasado antes dos veces. Una vez debido a que olvidó un libro de texto en su casillero y tuvo que regresar. En la otra ocasión tenía un fuerte dolor de estómago. En ambas oportunidades me llamó para hacerme saber qué estaba pasando.
—Siento interrumpir —dijo Ray—, pero, ¿puede darme su número de celular? Podríamos ser capaces de rastrearlo.
—Pensé primero en eso. De hecho, la llamé tan pronto vi sus cosas. Comenzó a repicar de inmediato. Lo hallé bajo el mismo arbusto donde estaba metido su morral.
—¿Lo tiene ahora? —preguntó Keri— Todavía podría haber en él datos valiosos que reunir.
—La gente de escena del crimen lo está empolvando también.
—Eso está bien —dijo Keri—. Lo miraremos cuando hayan terminado. Procedamos con varias preguntas básicas si no les importa.
—Por supuesto —dijo Carolyn Rainey.
—¿Ha mencionado Jessica recientemente algo acerca de tener una discusión con un amigo?
—No. Ella recién cambió el objeto de su enamoramiento. La escuela comenzó de nuevo apenas esta semana, tras el receso de invierno, y dijo que el tiempo de descanso le había hecho ver las cosas de manera diferente. Pero ya que el primer muchacho nunca supo siquiera que a ella le gustaba, no creo que eso importe.
—Con todo, si pudiera escribir ambos nombres, sería de ayuda —dijo Ray—. ¿Alguna vez mencionó haber visto a personas inusuales, ya fuese en la escuela, en el camino hasta allá, o en casa?
Los Rainey menearon sus cabezas.
—¿Puedo? —preguntó Keri, señalando las fotos sobre la mesa.
Carolyn asintió. Keri tomó la pila y comenzó verlas una tras otra. Jessica Rainey era una chica de doce años de una apariencia perfectamente normal, con una gran sonrisa, los chispeantes ojos de su madre, y el salvaje cabello castaño de su padre.
—Vamos a seguir cada posible pista —les aseguró Ray—, pero no quiero que lleguen a conclusiones apresuradas. Aún hay oportunidad de que esto sea alguna especie de malentendido. No hemos tenido un reporte de niños raptados en esta comunidad en casi tres años, así que no queremos asumir nada en este punto.
—Aprecio esto —dijo Carolyn Rainey— pero Jess no es la clase de chica que escapa para ir donde un amigo y deja todas sus cosas tiradas a un lado de la calle. Y ella nunca estaría dispuesta a separarse de su teléfono. Simplemente esa no es ella.
Ray no respondió. Keri sabía que él se había sentido obligado a sugerir otras posibilidades. Y por lo general, estaba menos inclinado que Keri a aceptar la teoría del secuestro. Pero incluso él tenía problemas en dar razones legítimas para el hecho de que Jessica abandonara todas sus cosas.
—¿Está bien si tomamos unas pocas de estas fotos? —preguntó, rompiendo el incómodo silencio— Queremos hacerlas circular entre las policías.
—Por supuesto. Tómenlas todas si quieren —dijo Carolyn.
—No todas —dijo Tim, sacando una de la pila. Era la primera vez que hablaba desde que se sentaron—. Me gustaría conservar esta, si pueden arreglárselas sin ella.
Era una foto de Jessica en el bosque, vestida para ir de caminata, llevando en la espalda una mochila demasiado grande en verdad para ella. Su cara estaba embadurnada con lo que parecía pintura de guerra y llevaba una bandana arcoiris atada en su cabeza. Sonreía feliz. No sería de mucha ayuda para propósitos de identificación. Y aunque así fuese, Keri podía asegurar que la misma era muy especial para él.
—Consérvela. Tenemos más que suficiente —dijo con suavidad antes de entrar en materia—. Ahora bien, hay unas cosas que vamos a necesitar de ustedes, y todo ello en el debido orden. Quizás quieran ponerlo por escrito. En situaciones como esta, el tiempo es crucial, así que puede que tengamos que hacer uso de todo lo que crean saber. ¿Les parece bien eso?
Ambos asintieron.
—Bien —dijo, antes de comenzar—, esto es lo que sigue. Sra. Rainey, vamos a necesitar que nos muestre la ruta que tomó para encontrarse con su hija, y la ruta acostumbrada de ella desde ese punto hasta la escuela. Vamos a querer examinar su habitación, incluyendo cualquier computadora o tableta que pudiera tener. Y como mencioné, también miraremos su teléfono cuando los forenses hayan terminado con él.
—Okey —dijo la Sra. Rainey, anotándolo todo mientras Keri continuaba.
—Necesitaremos la información de contacto de cada amigo que le venga a la mente, o de cualquier chico con el que ella pudiera haber tenido problemas durante el año pasado. Necesitaremos el número del director. Podemos conseguir en la escuela la información de contacto del maestro y del orientador, pero si ya la tienen, eso sería muy bueno.
—Podemos darle todo eso —prometió Carolyn.
—También necesitaremos los nombres y números de los tutores y entrenadores que tiene —añadió Ray—, al igual que los nombres de los muchachos con los que estaba encaprichada. La Detective Locke y yo nos dividiremos para maximizar el uso del tiempo.
Keri le miró. Su voz sonaba completamente normal, pero podía asegurar que era más que una simple diligencia profesional en el trabajo.
No te lo tomes como algo personal. Es una buena idea.
—Sí —convino—. ¿Por qué la Sra. Rainey y yo no caminamos la ruta a la escuela antes de que oscurezca demasiado? En esta época del año, el sol se estará ocultando en menos de una hora. Puede darme esos números de contacto en el camino.
—Y usted Sr. Rainey —dijo Ray—, puede mostrarme la habitación de Jessica. Después de eso, le recomiendo que vaya a buscar a su hijo. ¿Cuál es su nombre?
—Nathaniel. Nate.
—Okey, bueno, Escena del Crimen se habrá ido para cuando regrese, así que no habrá mucha gente por allí. Va a querer mantener las cosas lo más normal posible para él. De esa forma, si necesitamos hacerle unas preguntas, no se cerrará.
Tim Rainey asintió automáticamente, como si acabara de recordar que también tenía un hijo. Ray continuó.
—Cuando vaya, me dirigiré a la escuela para hablar con la gente de allá. Chequearemos también para ver si hay algún vídeo que pueda ser útil. Sra. Rainey, me encontraré