esquina para internarse en la oscuridad. Vio los ojos del Coleccionista mientras exprimía su cuello, mientras le arrancaba la vida al hombre que había secuestrado a su hija hacía más de cinco años, aun cuando agonizaba por una herida en la cabeza. Vio el borroso vídeo de un hombre conocido solamente como el Viudo Negro mientras disparaba a la cabeza a otro hombre, sacaba a Evie de la van de esa persona, y la introducía en la cajuela de su propio auto antes de desaparecer para siempre.
Sus ojos se abrieron y vio que se hallaba de cara a la sala de evidencias. Había estado allí muchas veces en las pasadas semanas, examinando fotos del apartamento de Brian “El Coleccionista” Wickwire.
La verdadera evidencia era retenida por la División Centro, pues el apartamento estaba en su jurisdicción. Habían consentido en dejar que el fotógrafo policial de Los Ángeles Oeste tomara fotos de todo, siempre y cuando estas permanecieran en la sala de evidencias. Habiendo matado al hombre, Keri no estaba en posición de discutir con ellos.
Pero no había repasado las fotos en varios días y ahora algo sobre ellas la estaba devorando. Era una comezón en el borde de su cerebro que no podía rascarse, alguna clase de conexión que ella sabía se ocultaba más allá de su consciencia. Entró a la sala.
Al secretario de evidencias no le sorprendió verla, y extendió la hoja para firmar hacia ella sin decir palabra. Ella se registró, luego fue derecho a la hilera con la caja de fotos. No necesitaba los datos de referencia porque sabía exactamente en qué hilera y anaquel estaba. Tomó la caja del anaquel y cargó con la misma hasta una de las mesas en la parte de atrás.
Se sentó, encendió la lámpara del escritorio, y desplegó todas las fotos delante de ella. Las había mirado con anterioridad docenas de veces. Cada libro propiedad de Wickwire fue catalogado y fotografiado, al igual que cada pieza de ropa, y cada objeto de los estantes de su cocina. Se creía que este hombre estaba implicado en el secuestro y venta de al menos cincuenta niños a lo largo de los años, y los detectives de la División Centro no habían dejado ninguna piedra sin voltear.
Pero Keri sentía que lo que estaba molestándola no estaba en ninguna de esas fotos que había estudiado previamente. Era algo que solo había registrado antes al pasar. Algo había estado rondando su mente cuando estuvo parada en el corredor minutos antes, dejando que todos esos recuerdos dolorosos la cubireran.
¿Qué es eso? ¿Cuál es la conexión que estás tratando de hacer?
Y entonces lo vio. En el fondo de una fotografía del escritorio del Coleccionista había una serie de fotos de naturaleza. Todas eran imágenes de 5 x 7 alineadas en una fila. Había una rana sobre una roca. Al lado la imagen de una liebre con sus aguzadas orejas. Y la siguiente era de un castor trabajando en una presa. Un carpintero estaba picoteando. Un salmón había sido captado al saltar de una corriente. Y le seguía la imagen de una araña sobre un pedazo de tierra —una viuda negra.
Viuda negra. Viudo negro. ¿Hay algo allí?
Podría ser solo una coincidencia. Obviamente los detectives de Centro no pensaron mucho en las fotos, puesto que ni siquiera las catalogaron como evidencia. Pero Keri sabía que al Coleccionista le gustaba mantener registros codificados.
De hecho, así fue como ella encontró las direcciones donde Evie y muchos otros secuestrados eran retenidos. El Coleccionista las había ocultado a la vista de todos, con un código alfanumérico, en un lote de aparentemente inocuas tarjetas postales, guardado en un cajón del escritorio.
Keri sabía que el Coleccionista y el Viudo Negro compartían una conexión: ambos habían sido contratados en algún momento por el abogado Jackson Cave.
¿Se cruzaron sus caminos en algún punto, quizás en un trabajo? ¿Era esta la forma como Wickwire mantenía la información de contacto de un colega de malandanzas por contrato, en caso de que alguna vez necesitaran hacer equipo?
Keri sintió que la arropaba una certeza, una que normalmente solo venía cuando ella descubría la pista crucial en un caso. Estaba segura de que si pudiera acceder a esa foto, encontraría algo útil en ella.
El único problema es que eso estaba en el apartamento de Brian Wickwire, todavía acordonado por la policía de Centro. La última vez que trató de entrar, hacía dos semanas, había cinta de escena del crimen alrededor de ella y dos policías estacionados enfrente del edificio para ahuyentar a cualquier fisgón.
Keri estaba empezando a considerar cómo podría superar ese reto cuando su teléfono sonó. Era Ray.
—Hola —dijo vacilante.
—¿Puedes regresar a la casa de los Rainey ahora mismo? —preguntó, saltándose los saludos.
—Por supuesto. ¿Qué pasa?
—Acaban de recibir una nota de rescate.
CAPÍTULO CUATRO
Viente ansiosos minutos después, Keri se detuvo ante la casa de los Rainey. Una vez más, el camión de Escena del Crimen ya estaba en el frente. Tocó a la puerta. Ray la abrió casi de inmediato y pudo afirmar, por la mirada que vio en su rostro, que la situación era siniestra. Miró por encima de su hombro y vio a los Rainey sentados juntos en el sofá. Ella estaba sollozando. Él se veía anonadado.
—Me alegra que estés aquí —dijo Ray con sinceridad—. He estado aquí cinco minutos, pero se me está haciendo difícil evitar que ambos pierdan el control.
—¿Hay un reloj en la nota? —preguntó Keri en voz queda mientras pasaba adentro.
—Sí. El sujeto quiere que la transferencia se haga a la medianoche. Está pidiendo cien grandes.
—Jesús.
—Eso no es lo peor —dijo Ray—. Tienes que leer la carta. Es…extraña.
Keri pasó a la habitación. Un investigador de Escena del Crimen estaba empolvando lo que se veía como un sobre de FedEx. Ella miró a Ray, y este asintió.
—De locos, ¿eh? —dijo—. Nunca antes he oído hablar de una nota de rescate que venga vía FedEx. Es del mismo día. Ya le di el número de rastreo a Edgerton. Dice que fue enviada desde una localización en El Segundo. El sello de la hora era una y cincuenta y ocho p.m.
—Pero eso fue antes de que Jessica fuera llevada —dijo Keri.
—Exactamente. El secuestrador debe haberla enviado antes de apoderarse de ella —todo un descaro. Suárez se dirige ahora hacia allá para ver si hay algún posible vídeo del lugar.
—Suena bien —dijo Keri mientras se encaminaba hacia el recibidor donde los Rainey estaban sentados. La tranquilizaba que algunos de los mejores estaban en el grupo. El Detective Kevin Edgerton era un prodigio en tecnología, y el Detective Manny Suárez era un experimentado sabueso. Nada se les escaparía.
—Hola —dijo suavemente, y los Rainey levantaron la vista hacia ella. Los ojos de Carolyn estaban hinchados y rojos, pero sin lágrimas. Tim estaba de un pálido fantasmal, y su semblante se veía severo y tenso.
—Hola, Detective —logró susurrar Carolyn.
—¿Puedo ver la carta? —preguntó, mirando la hoja de papel sobre la mesita. Ya estaba metida en un sobre transparente de evidencia.
Asintieron sin decir palabra. Ella se acercó para verla mejor. Antes de leer el contenido, pudo asegurar que la carta no había sido impresa usando una computadora. Había sido mecanografiada usando una hoja tamaño carta. Eso de inmediato la preocupó.
Cada impresora de computadora tenía su propia e identificable firma, representada por un patrón de puntos no reconocibles para el ojo humano. Los puntos se imprimen con un código a lo largo del texto del documento y suministran la marca, el modelo, e incluso el serial de la impresora usada. Si la persona que mecanografió esta carta sabía lo suficiente sobre una impresora de computadora, ello sugería que probablemente no era un aficionado. La carta misma era igualmente problemática. Decía:
Su